Mi amante, el príncipe de jade.

El sabor dulce de la venganza.

 

Todos se habían quedado pensativos ante lo sucedido, al presenciar la vida de Berserker, no hubo uno solo de sus compañeros que no se sintiera avergonzado por su indiferencia y la falta de empatía que habían tenido con él, incluso Giles el demonio cambia formas, a quién parecía no importarle nada, excepto del él mismo, se sintió culpable por haber ignorado el pasado de uno de sus compañeros más poderosos.

Esta era la primera vez que la mayoría escuchaba la voz de Berserker, aunque ya no sabían si era correcto llamarlo de esa forma, ahora que conocían su verdadero nombre, Almond sonaba más propio.

Nunca lo habían visto tan centrado, su demencia y agresividad se habían despejado como una neblina que desaparece cuando el calor del sol se hace presente, incluso sus ojos, recobraron el brillo que había perdido hace mucho tiempo.

—No sé en qué momento me volví tan insensible, me pregunto ¿cuándo fue la última vez que me preocupé enserio por alguno de mis subordinados? Últimamente solo me importan los resultados, se vuelven solo números y bajas, dejé de sentir y me convertí en una líder eficaz, obsesionada con cumplir las reglas sin importarme la integridad de mis hombres, quizá Cicero no fue el único que se comportó como un monstruo con Almond, lo hicimos todos al acostumbrarnos a su dolor, lo hice yo primero cuando deje de verlo como una persona y lo visualice más como un soldado, Babani me ha dado una lección, parece que el amor al prójimo es capaz de hacer milagros, restaurando aquello que se creía inservible o irreparable. —se dijo Beatriz así misma mientras miraba fijamente a Berserker.

—Cualquiera se habría vuelto loco con el sufrimiento de haber perdido a sus seres queridos, me alegra saber tu verdadero nombre grandulón. —exclamó Calipso mientras se acercaba a él.

—Si, Almond suena bastante bien para mí. —declaró Durem con alegría.

—Perdón por no haberte ayudado antes hermano… —le dijo Adonis entre lágrimas.

—¿Estás llorando ogro? —le preguntó Giles al escuchar sus sollozos.

—Si…. —le respondió Adonis mientras lo abrazaba.

—¡Suéltame!

—Es como un milagro amigo…por fin recuperaste la cordura. —le dijo Galadriel conmovido.

—Me alegro que gracias a Babani hayas salido de tu oscuridad Almond. —le dijo Beatriz mientras se acercaba.

—Ay, debía quitarme de encima, sin querer me acomodé, ya debes tener dormidos los pies jeje. —le dijo Babani a Almond con las mejillas ruborizadas he inmediatamente después, una fuerte explosión sacudió la tierra, dejándolos desconcertados.

—¿Qué fue eso? —se preguntaron los guerreros mientras tomaban sus posiciones para defenderse.

—Cicero…. —exclamó Beatriz apretando los dientes, ella fue la primera en detectarlo por su aroma.

—¿Qué? ¿ese infeliz está aquí? —preguntó Galadriel quien pensaba que ya no se lo encontrarían.

—Viene por Almond… — declaró Babani preocupada.

—No dejaremos que se le acerque, cumpliremos la orden del rey y le quitaremos la vida, llevándole su cabeza como trofeo. —externó Beatriz decidida.

De pronto, el humo se dispersó y Cicero apareció en escena, estaba herido, pero aun podía ser un problema.

—¡Amigos! ¡que alegría me da verlos compañeros! ¿Qué les pasa? ¿Por qué las caras largas? Soy yo el que debería estar ofendido, me abandonaron a mi suerte, pero por suerte no soy un hombre rencoroso jaja. —expresó Cicero con una sonrisa cínica.

—¿Qué demonios quieres Cicero? No sé si eres valiente o estúpido, el rey ha ordenado que te asesinen, eres un prófugo, cavaste tu propia tumba, no te dejaremos salir vivo de esta. —le dijo Beatriz mirándolo fijamente.

—¡No dejaremos que te acerques a Almond! —gritó Babani sacando su brillante poder.

—¿Te refieres a la bestia Berserker? Jajaja, oh, no querida mía, ya perdí el interés en él, ahora te quiero a ti, te haré vivir gratos momentos a mí lado, ahora tu serás mi rata de laboratorio jajaja. —exclamó Cicero con una sonrisa diabólica y lanzó uno de sus ataques aturdiéndolos a todos.

—¡Cuidado! ¡está usando sus trucos baratos para distraernos! ¡cuídenle la espalda a Babani y no teman en asesinar a ese bastardo! —declaró Beatriz furiosa.

—No tengas miedo mi precioso pastelito, prometo que te gustará, si no pregúntale a Berserker ¿acaso no era divertido jugar conmigo cerdo descerebrado?

De entre las llamas, salió Berserker con la mirada puesta en Cicero, quien al verlo sin cadenas se asustó.

—¡Almond! —gritó Babani angustiada.

—Déjalo, esta en su derecho de pelear solo contra su verdugo. —le dijo Beatriz mientras Berserker se acercaba sin titubeos hacia su objetivo.

—No dejaré que le pongas tus sucias manos encima. —le dijo Berserker a Cicero con una expresión intimidante y este, al escucharlo hablar, se quedó extrañado.

—¿Qué es esto? ¿este animal aprendió hablar? ¿desde cuándo los cerdos hablan? Jajaja.

—Mi nombre no es cerdo, bestia, animal y mucho menos Berserker, mi nombre es Almond. —le dijo el imponente guerrero haciendo que Cicero se pusiera muy nervioso, sabía que no podría contra él desde un principio, así que por eso lo insultaba, para sentirse superior a él.

—Quiete de mi camino Almond, no es a ti a quién quiero, ni tu ni nadie va a impedir que me la lleve, haré con ella lo que se me dé la gana, porque yo la vi primero ¡es mi derecho! ¿escuchaste? ¡es mi derecho!

Berserker le dio un puñetazo que terminó por arrancarle la cabeza de un solo golpe, los ojos de Cicero se le salieron del cráneo por el impacto y sus sesos quedaron regados por doquier, Almond demostró su insuperable fuerza, acabando con su oponente de un solo golpe.

—¿Lo mató? De un solo golpe… —expresó Babani sorprendida.

—Es el hombre más fuerte del mundo, no es de extrañar. —le dijo Beatriz a quien todavía impresionaba con su poder.




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