No había peor dolor que vivir con la incertidumbre de no saber si aquella persona a la que amas vive o no, Lía y Emm tuvieron que permanecer con un trozo faltante en el corazón, pasaron días en duelo imaginándose lo peor, culpándose por muchas cosas que no hicieron y se arrepentían del tiempo perdido, eso suele pasar cuando perdemos a un ser amado, cuando la vida te sorprende con ese tipo de adversidad, no sabes como reaccionar, nadie esta listo para morir en vida, se dice que la emperatriz cambio mucho desde entonces, desde que alguien le arrebató la sonrisa, la reina se culpó por la desaparición de Beel y algunos llegaron a creer que el dolor la volvería loca.
Por otro lado, Emm se quedó sin una parte de su alma, aquel demonio alegre, bromista y risueño, se transformó en un hombre de gran seriedad y rara vez se le veía sonreír, ambos se castigaron por lo sucedido y apagaron un brillo que antes los iluminaba a ellos y a las personas a su alrededor, el demonio bélico se hizo a la idea de que su hermana estaba muerta, era mejor vivir con esa verdad que con la incertidumbre de no saber nada, eso si que era un verdugo cruel al que le tenía mucho miedo.
Los días pasaron y los meses se convirtieron en años, adormeciendo un poco el dolor de haber perdido a Beel, el príncipe Aspen ahora tenía cinco años, era un niño de gran belleza, sus ojos verdes tenían algo especial que hacia que las personas a su alrededor hicieran todo lo que él quería, sus padres aun no sabían cual era el poder que su pequeño poseía, al ser un dios oscuro, Lía se temía lo peor y siempre rogaba para que su hijo se inclinara a la luz desde temprano.
El príncipe Aspen era el orgullo de su padre, era un niño brillante, comenzó hablar desde una edad temprana y era muy analítico, observaba todo, pensaba mucho y era muy tranquilo, la princesa Isabela era unos meses menor que el príncipe y también destacaba por su angelical apariencia, tenía dos rubies en los ojos y su cabello rizado le caía como sedosos hilos dorados, era como si desde pequeña conociera el poder de sus encantos y se pavoneaba con sus vestidos coloridos por todo el castillo.
Emir y Valeska habían hablado acerca del futuro de sus hijos, sabían que algún día su imperio debía dividirse para que, en el sur, se levantara un nuevo imperio y su decendencia debía prepararse para gobernar algún día, esos planes incluirán un matrimonio.
—¿No es muy temprano para hablar de matrimonio? Los príncipes aun son muy pequeños. —exclamó Lía extrañada.
—Yo creo que nos tardamos en hablar abiertamente del tema, debimos pactar su compromiso desde que eran unos bebés. —dijo el príncipe Emir con una sonrisa apenada.
—Ustedes ya gobiernan la mitad del continente, son reyes de esas tierras, además no es que vayan a envejecer algún día, pueden permanecer en el poder eternamente si lo desean. —insistió Lía quién no quería que Aspen tuviera la imposición de un matrimonio.
—Es parte de la aristocracia hacer este tipo de planes, al ser el imperio más poderoso y además ser de la misma familia, el apellido Romani debe permanecer en pureza de sangre, lo ideal es que Isabela y Aspen se conviertan en el siguiente matrimonio de nuestra nación, si nuestro poder estuviera en la cuerda floja, deberíamos acudir a matrimonios arreglados con los diferentes reinos para así asegurar la permanencia de nuestra dinastía, la princesa Isabela sería candidata paras ser desposada por el primogénito del reino del inframundo, el marítimo, el humano o el celestial, aun a pesar de nuestras diferencias, lo mismo con Aspen, él tendría que elegir alguna de las princesas de estos reinos, pero hasta ahora, no hay más que dos candidatas a tomar ese papel, Isabela, la ija de la sirena madre y si en un futuro naciera alguna otra, pues tendría más opciones, pero Emir y yo consideramos que no hay mejor opción para el heredero de mi imperio que su prima de sangre. —declaró Valeska con una sonrisa ligera.
—Aun así, creo que ellos deberían decidir con quién casarse… —externó Lía soltando un suspiro.
—Así no funcionan las cosas para la realeza, nosotros tuvimos la suerte de enamorarnos de nuestro vinculo, pero no sabemos si ellos lograran vincularse algún día, debemos estar preparados para asegurar el linaje de nuestra familia.
—Pues yo estoy feliz de esta decisión, estoy segura de que nuestros hijos se amarán profundamente, prometo que educaremos a nuestra hija para convertirse en una reina digna y diligente, será una buena compañera para el príncipe Aspen. —manifestó Magnolia con una sonrisa.
—Entonces, oficialmente nuestros hijos están comprometidos para casarse cuando cumplan la mayoría de edad. —declaró Emir y todos brindaron para celebrar aquella unión.
Emir y Valeska estaban muy contentos por el vino, estaban felices por el pacto de matrimonio que habían jurado en la conversación, Lía se encontraba en el balcón con la mirada perdida y Magnolia se acercó a ella con una copa de vino.
—¿Estás bien con esto? no te veo muy convencida. —le preguntó Magnolia con pesar.
—No es eso, simplemente pienso que ambos pueden enamorarse con libertad, no me gustaría que crecieran limitados en ese aspecto. —le dijo Lía mientras le recibía la copa de vino.
—¿Y que tal si terminan vinculándose? Mira que yo no estaba contemplada para casarme con el príncipe Emir, el tenía los ojos puestos en ti en ese entonces, pero fui perseverante y mi amor fue tan fuerte como para hacer que me volteara a ver con otros ojos, mucho tiempo estuve celosa de ti, me da un poco de vergüenza decírtelo jeje, pero, a lo que voy es que no puedes asegurar que será malo para nuestros hijos, tengo toda mi vida viviendo en el palacio, conozco las reglas y sé por qué permanecen, los compromisos siempre son pensando en el bien del imperio, pero sé que nuestros hijos se amarán profundamente, tenemos el reino más sólido y próspero que jamás ha existido, tanto creció nuestro territorio que tuvimos que dividir el poder, ahora ambas somos reinas y tenemos los mismos derechos, pero también las mismas responsabilidades de ver por nuestra gente, pensar en el amor como tal, es muy egoísta para alguien como nosotras, desde nuestra posición parece más un capricho que un deseo genuino, aunque lo es, juramos velar por el bienestar del reino y este compromiso es la prueba de que estamos comprometidas con ese juramento, no hay mejor candidata para el príncipe que Isabela, nadie lo amará con tanta devoción como ella, míralos, ahora mismo están en el jardín disfrutando de su compañía, esta será la ultima vez que se vean, pues la próxima vez, será el día en el que Isabela haga su debut en la sociedad y estoy segura de que ahí quedará flechado por ella.