Los príncipes estaban jugando en el jardín mientras sus cuidadores los vigilaban con atención, eran un total de seis sirvientes que estaban al pendiente de los pequeños monarcas, la emperatriz desarrolló un temor profundo por su hijo, quería protegerlo a como diera lugar, sabía que en alguna parte existía un enemigo que quería hacerle todo el daño posible y su paz le fue arrebatada desde entonces.
Por otro lado, la princesa Isabela, amaba pasar el tiempo con su primo Aspen, aunque este fuera más serio de lo que ella estaba acostumbrada, amaba la belleza que este poseía, y creía que era un muñeco de porcelana de esos que parecen irreales.
—Escuché que nuestros padres van a comprometernos en matrimonio, algún día seremos esposos, los reyes de un gran imperio ¿no te emociona eso? Nuestro futuro está siendo decidido ahora mismo y yo no tengo problema con eso, mamá dice que las princesas deben casarse con los futuros gobernantes de la nación, al principio tenía miedo de que me comprometieran con alguien extraño, pero estoy aliviada de que seas tú mi futuro, aunque después de esto ya no nos veremos más… y eso me pone muy triste. —externó Isabela con el semblante decaído.
Aspen permanecía sin decir una palabra, aveces pensaba que Isabela era muy fastidiosa porque siempre que lo visitaba no quería despegarse de él, siempre quería agarrarlo de la mano y jugar sin descanso.
—¿Cuándo será eso? —le preguntó Aspen con seriedad.
—¿Qué cosa? ¿nuestra separación? Pues, mi padre me dijo que hoy será nuestra ultima tarde juntos, la tradición es que no nos veamos hasta que seamos adultos, la próxima vez que te vea será en mi debut ante la sociedad, pero falta mucho para eso, apenas voy a cumplir cinco años, pero te prometo que me convertiré en la dama más hermosa del imperio, aprenderé a bordar, a recitar poemas y aprenderé a tocar el arpa, también aprenderé sobre cocina y buenos modales ¿me extrañaras verdad? Promete que bajo ninguna circunstancia te fijaras en otra mujer, yo seré la única chica en al que pienses día y noche.
—Aun somos unos niños, no deberíamos pensar en matrimonio, pasará lo que tenga que pasar, espero que la próxima vez que te vea, seas la candidata perfecta para convertirte en una reina admirable y respetada, yo haré mi parte y me convertiré en un digno heredero a la corona.
—Vere la manera de enviarte cartas, supongo que eso si lo puedo hacer ¿me escribirás?
—Pequeña Isabela, probablemente este demasiado ocupado para eso, pero me aseguraré de ser un buen rey para ti. —le dijo Aspen con una sonrisa.
—¿A dónde vas? —le preguntó Isabela al ver que el príncipe se acomodaba la ropa.
—Nuestros padres se acercan.
—Aspen, espero hayas pasado un buen rato con Isabela, a partir de hoy, ustedes están oficialmente comprometidos, esta será la ultima vez que se verán. —le dijo Emir mientras le sonreía.
—Tu tio Emir tiene razón, ahora deveras esmerarte para convertirte en un buen hombre para Isabela, cuando sea el momento oportuno, ustedes se convertirán en los pilares de nuestra nación, te espera un largo camino hijo. —exclamó Valeska mientras le acariciaba el cabello.
—Haré todo lo que este en mis manos por cumplir con sus expectativas.
—Que niño más comprometido, estoy tan feliz de que Isabela este destinada a permanecer a tu lado. —declaró Magnolia con emoción.
—Extrañaremos tus visitas en el castillo pequeña Isabela, será una larga espera, pero cuando volvamos a tenerte por aquí serás más que bienvenida. —le dijo Lía con una sonrisa.
—Gracias emperatriz, Aspen es mi adoración, sufriré demasiado cuando nos marchemos de aquí.
—Que dulce de tu parte Isabela, tanta devoción es un elogio para nuestro hijo ¿no es así Aspen?
—Por supuesto, contaré los días para volver a ver a Isabela.
Isabela se puso muy feliz de escuchar a Aspen decir eso, aunque él estaba siendo más formal que sincero.
Después de una cena para celebrar el compromiso de los infantes, Beatriz, Leonardo, Babani, Almond, Alejandro, Ginebra y Reynar junto con Lucia fueron invitados para el banquete, mientras estaban en la sobre mesa, nuestros amigos hablaban de todo y nada.
—¿Sigues sin aceptar tu deber como príncipe hermano mío? —le preguntó Emir a Reynar y este se rio mientras negaban con la cabeza.
—Esto no es para mí, vivimos una buena vida en la ciudad de los cazadores, nuestro padre me ha dejado mucha responsabilidad y sospecho que intentará retirarse algún día.
—Para tu suerte, aun me veo de su edad, gracias a la maldición del tiempo, nuestra generación envejece lentamente, parezco su hermano mayor. —externó Alejandro con orgullo.
—Quizá nos vemos un poco más grandes jeje. —declaró Ginebra apenada.
—Tu siempre te vez hermosa madre, cualquiera diría que estoy conviviendo con mi hermana mayor. —le dijo Valeska a su madre mientras le besaba la mano.
—Ay Valeska, tu siempre con tus halagos inesperados jajaja.
—¿Te pasa algo Lía? —le preguntó Beatriz a su hija, al ver que se había quedado en pausa.
—Creo que me maree… de repente la comida me dio asco… —explicó Lía con nauseas.
—¿Qué? ¿te calló mal la comida? ¿quieres un vaso de agua? —le preguntó Valeska a su esposa mientras ella se paraba con urgencia y se dirigió al baño a vomitar.
—¡Lía! —Leonardo se paró enseguida y Beatriz le tocó el hombro en señal de que ella la acompañaba.
Así que Beatriz se fue a auxiliar a la emperatriz.
—¿Necesitas algo hija?
—No mamá, estoy bien, me he sentido así toda la tarde, talvez me hizo daño el desayuno.
—No estoy segura que sea eso ¿no estarás embarazada?
—¿Qué? No, de ninguna manera jaja, imposible, me he estado cuidando.
—Aun así, debería hacerte la prueba, estamos solas ¿Por qué no salimos de dudas? —insistió Beatriz y Lía terminó accediendo, entonces su madre puso sus manos en el vientre de Lía y usó su poder para detectar el alma de algún posible bebé y sus ojos se abrieron de golpe cuando sintió vida dentro de ella.