Mi amante, el príncipe de jade.

El poder de mi espada.

 

Ella era como un manto de nieve, como la seda, suabe y tersa, como las alas de la polilla, tan misteriosa y llamativa, mi diente de león era más bella que cualquier ángel en el cielo, no existía un humano que se le igualara, tenía la sangre de sus enemigos en los ojos, brillaban ardientes cada vez que yo estaba frente a ella.

Yo era su paraíso, su edén y su más grande recompensa, su adoración era mía, si, ella era mía.

—¿Cuánto tiempo más piensas seguir con esto hermano? ¿de verdad crees que puedes confiar en un demonio vil como ella? — le cuestionó Sent mientras miraba con desprecio a Beel.

—Es más confiable de lo que crees, es leal y eso no lo consigues en ningún lado. —externó Teldrasil sin apartar la vista de ella.

—Utilizaste el hilo de devoción en ella ¿Qué pasará cuando tu hechizo se rompa? Nunca antes hicimos esto con un demonio.

—Pero funcionó ¿no? Mírala, hace todo lo que le digo y con una sonrisa en la cara, estoy seguro de que está enamorada de mí, eso hace que mi hechizo se vuelva aun más poderoso he irrompible, soy su vida entera. —externó Teldrasil con agrado.

—Esto es una locura, traer a ese animal al cuarto cielo no tiene nombre, se que me superas en sabiduría, pero no entiendo como esa basura puede…. —de pronto, Teldrasil enfureció y agarró a Sent del cuello y lo apretó con fuerza.

—Ya cállate imbécil, deja de cuestionarme, obedece y cállate, no se te olvide que yo estoy sobre ti y sobre todo lo que te rodea ¿Cuándo te he defraudado? —le preguntó Teldrasil mientras lo ahorcaba.

—Nu…nunca… —le respondió Sent mientras tosía.

—Ve a ver a quién enamoras ¿sí? Me pones de mal humor.

Sent se fue de ahí aborreciendo más a Beel.

—No sé que le ve…es un maldito demonio, un sucio engendro que solo corrompe nuestra pureza, la detesto, quisiera arrojarla al infierno ahora mismo, desde que ella apreció en la vida de Teldrasil este esta embobado, se delita en todo lo que hace por más mínimo que sea el resultado, se alegra y la llena de alabanzas, espero que pueda fallarle algún día para que la desprecie de una vez por todas.

Sent se fue al paraíso y su corazón se llenó de enojo, mientras tanto, Beel entrenaba arduamente y Teldrasil la ayudaba con las dagas, el arco y la espada, quería que Sent la instruyera con eso, pero él estaba muy celoso, así que Azazel aceptó ayudarla con la espada y comenzó los entrenamientos diarios sin falta.

—Azazel, pensé que te negarías a ayudarme con mi diente de león. —le dijo Teldrasil a su hermano una vez que se manifestó en un rayo de luz.

—¿Qué su nombre noes Beel? —le preguntó Azazel con seriedad.

—Me agrada más el sobrenombre que le puse, a ella parece gustarle también.

—Preséntamela, solo he escuchado rumores sobre ella. —exclamó el ángel de la guerra y Teldrasil llamó a Beel para que se detuviera y dejara su entrenamiento de lado.

—¡Diente de león! Descansa un momento, quiero presentarte a tu nuevo instructor, esta bien que entrenes con ángeles comunes, pero él es diferente, su nombre es Azazel, él es uno de los príncipes de este lugar, te estará enseñando a usar al espada de manera más precisa, me he dado cuenta de que tu sueles pelear como una bestia, pero él te ayudará a refinarte.

—Mucho gusto señor…

—¿En que te especializas? Por lo que escucho no peleas con armas ¿verdad?

—No, me siento más cómoda peleando cuerpo a cuerpo, mis garras me ayudan a rebanar todo más fácil.

—Deberías hacerme una pequeña demostración ¿te parece si peleamos? —le preguntó Azazel a Beel con una seriedad intimidante.

—¿Está seguro?

—¿Tienes miedo de lastimarme? Creo que tu deberías ser quién se preocupe por su integridad.

—Está bien. —Beel desvió la mirada hacia Teldrasil y cuando él le sonrió ella se sonrojó rápidamente, él amaba ponerla en ese tipo de situaciones.

—Muy bien, diviértanse entrenando, yo los vere desde aquí.

—No es necesario que te quedes hermano, puedes hacer tus deberes, yo me encargaré de todo. —externó Azazel tratando de alejarlo.

—No seas muy rudo con ella. —le dijo Teldrasil con una sonrisa y desapareció.

—¿Quieres hacerlo aquí o prefieres bajar a la tierra?

—¿Podemos bajar a la tierra? No quisiera romper nada. —exclamó Beel con timidez.

—De acuerdo, abrázate de mí.

—¿Perdón?

—Sujétate ¿piensas quedarte?

—No, ya voy…

Beel se aferró a Azazel y ambos descendieron a la tierra, la luz era tan brillante que ella debía mantener los ojos cerrados todo el tiempo porque podía quedarse ciega, Azazel sintió que Beel lo agarraba con tremenda fuerza, le daba mucho vértigo la manera tan veloz con la que bajaban.

—Ya puedes abrir los ojos. —le dijo Azazel y cuando Beel los abrió se dio cuenta de que estaban en un desierto, en algún lugar lejano, miraba a su alrededor asombrada.

—Ustedes pueden viajar a cualquier lugar ¿no es así? Es igual que con….es mejor no tratar de recordar a esa mujer. —dijo Beel apretando los puños.

—Pensé en traerte aquí porque no hay rastros de humanos cerca, tampoco hay mucha fauna así que, podremos pelear sin remordimientos, voy a ser claro contigo, no seré un maestro suabe, seré estricto, no te lo tomes personal.

—No se preocupe por mí, soy muy resistente. —le respondió Beel con una sonrisa.

Azazel no entendía la forma de ser de Beel ni la pureza que reflejaba, era difícil pensar que un demonio pudiera ser tan inocente, una parte de él se sentía mal de saber que Teldrasil planeaba corromperla para usarla en sus fines perversos contra Caryn y los nuevos titanes.

Así que aceptó convertirse en su maestro para estar más cerca de ella y evitar que Teldrasil cumpliera su propósito en ella, por nada del mundo iba a permitir que dañaran a Caryn, él prometió que en esta vida la protegería cueste lo que cueste y si eso implicaba dañar a Teldrasil o a Beel estaba dispuesto hacerlo.




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