Mi amante, el príncipe de jade.

Separación.

 

Mi bebé fue llamada “la bruja del toque” los rumores se esparcieron rápidamente y no faltaban los supersticiosos y cobardes que inventaban todo tipo de rumores en contra de mis hijos, decían que estaban bajo una maldición, que llevaba la vida de unos engendros demoniacos, fue inevitable que cobraran fuerza y credibilidad para las mentes débiles, todo se convirtió en un eco desgarrador para el sueño que yo tenía para ellos, para la esperanza de mi familia, uno de mis retoños iba a ser cortado de raíz, mi pequeño cedro sería cortado por el hacha cruel de la vida.

No hubo medico que me diera un diagnostico favorable, ni si quiera mi madre con toda su experiencia fue capaz de devolverme la esperanza, al séptimo mes de embarazo ya cargaba con un hijo muerto en mi vientre, aquella noticia me partió en dos.

—Lo lamento majestad, no se pudo hacer nada, su bebé ya se fue…lo siento mucho. —le dijo el medico a Lía y ella se soltó a llorar amargamente mientras el rey la consolaba.

—¿Por qué? ¿Por qué tenia que morir mi bebé? Ay no….mi bebé se murió… —sollozaba la reina con un gran dolor en el corazón.

—Tendremos que practicarle una extracción, el parto será prematuro, no podemos dejar al bebé muerto en su estómago, podría causarle una infección grave, necesitamos su autorización para provocarle dolores de parto majestad.

—Hagan lo que tengan que hacer, pero cuiden la integridad de mi esposa y mi bebé. —declaró Valeska con dolor en la mirada.

—Por supuesto mi señor.

Esa noche, Lía dio a luz a sus gemelos, la vida y la muerte, a su hijo lo llamó Ban y a la pequeña princesa la llamaron Minerva, el primero en salir fue el niño muerto, estaba completamente azul y no querían que Lía lo viera porque podía ser un golpe muy duro para su corazón.

Pero ella se reusó a dejarlo ir tan fácilmente, su corazón se aferró a él con todas sus fuerzas.

—¿A dónde lo llevan? ¡No lo parten de mí! —gritó Lía destrozada.

—No es lo mejor mi amor, ya sufriste demasiado. —le dijo Valeska conmovido.

—Si no lo cargo ahora, la tierra me lo quitará para siempre…mis brazos sentirán su ausencia y solo por una vez, me gustaría que mi hijo se fuera sabiendo lo cálidos que son los brazos de su madre, aunque ya no me escuche, quiero decirle cuanto lo amo, es todo lo que pido…

—Valeska le dio la orden al medico que le entregara el bebé a Lía, en cuanto lo vieron las lagrimas cayeron de sus ojos, no importaba que tan fuerte se viera el rey, por dentro estaba dolido, aunque quién más sufría era Lía, él también sentía que le habían arrancado una parte de su corazón, así que no pudo evitar acercarse a él para abrazarlo por primera y última vez.

—Que el cielo te reciba con júbilo, que toquen las trompetas y toquen el arpa en tu honor, de ahora y por la eternidad será tu hogar y jamás experimentaras el dolor, nuca enfermarás, nadie te hará llorar, no sabrás lo que es que te rompan el corazón, ese será nuestro más grande consuelo, que siempre estarás a salvo, te preguntarás como es que tu padre cree en esas cosas, pues tu madre es la responsable de eso, gracias a ella creo en un paraíso a donde van los ángeles como ustedes, personas sin maldad que merecen vivir en un edén, lamento que no podamos pasar más tiempo juntos…lamento que no te veré crecer.

Valeska agarró su manita y estaba rígida y fría, Lía se sentía llena de dolor, las palabras no le salían solo las lágrimas fluían como un rio infinito.

Entonces los dolores volvieron a ella, Minerva estaba a punto de nacer, sin soltar a su bebé, Lía pujó con todas sus fuerzas, hasta que el llanto de la pequeña princesa anunció su llegada a este mundo.

—¡La princesa ha nacido! ¡es saludable y hermosa como su madre! —declaró el medico y Valeska se sintió aliviado, como Lía estaba tan agotada por el parto, fue él quien recibió a Minerva.

Él había escogido ese nombre en honor a su madre, pues sonaban muy parecidos, pero no quería copiar el nombre de Ginebra porque pensaba que su madre era única al igual que su hija y por eso escogió ese nombre.

Una vez que la tubo en sus brazos y vio lo parecida que era a su madre, la amó profundamente, esa pequeña bebé se convirtió en la luz de sus ojos y se enamoró por segunda vez.

Minerva tenía el cabello rojo y sus ojos eran azules como el cielo en primavera, se aprecian a los ojos de su padre Alejandro.

—Eres tan hermosa hija mía, eres mi alegría en medio de la tristeza, te cuidaré como a una rosa delicada, seré tu protector y tu refugio, te bendigo mi amada Minerva, princesa de mi imperio y dueña de mi amor.

—Mi bebé… —susurró Lía estirando su mano hacia Minerva y Valeska se la acercó cuidadosamente.

Lía la miró detenidamente, Valeska tenia miedo de que la despreciara o la culpara por la muerte de Ban, pero en cuanto se la acercó, Lía la besó aun a pesar de su dolor.

—Te amo bebé…no te culpo por nada, estoy agradecida de que estes aquí…

Así fue como el nacimiento de la princesa Minerva de Romaní se dio, su llegada se vio eclipsada por la muerte de su hermano Ban, pues no podía haber fiesta ni tambores, pues, aunque estaba la alegría de tenerla, al mismo tiempo se llevaría acabo un funeral donde despedirían al pequeño Ban, quien no logró ver la luz.

Aunque la reina estaba recién aliviada, pidio que le hicieran un hechizo de sanación y así lo hizo su madre, quería estar lo mejor posible para despedir a su bebé, los últimos tres días, el reino vampírico se vistió de luto, la lluvia, el clima frío y hostil parecían darle sus condolencias a los reyes que permanecían con un semblante resignado.

Fueron días tristes para el imperio, Lía lloró tanto que se quedó sin lágrimas, durante esos tres días ayunó y no comió ni bebió nada, solo hacia plegarias por su hijo, todos pensaban que se había vuelto loca.

Se encerró en la torre donde llegó en sus días como candidata a guardiana de los dioses gemelos y ahí descargó su dolor, algunos decían que se escuchaban gritos desgarradores que retumbaban las paredes del castillo, todos pensaban que la reina había perdido un bebé, pero ella sentía que había perdido la vida.




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