Mi amante, el príncipe de jade.

La prisionera del rey vampiro.

 

Silfi temblaba de pies a cabeza, por más que trataba de controlarse, su cuerpo estaba gritando auxilio sumergido en un estado de shock, no era que le dolieran las muertes de su padre y su esposo, al contario, estaba agradecida de que hubiesen desaparecido de esta tierra, pero la manera cruel en la que el rey de todo había terminado con sus vidas era lo que la aterrorizaba, sabía por boca de él que ella sería la siguiente.

—Ahora tu vas alimentarme. —estas fueron las palabras de Valeska mientras se aproximaba a ella como un depredador hambriento.

Ni siquiera puedo abrir la boca…las palabras no me salen de la garganta, mi cuerpo esta rígido y puedo sentir como el sudor me cae como gotas debido al estrés y el miedo que me produce tener frente a mí a un dios oscuro, un rey que no parpadea ni piensa dos veces antes de matar a su enemigo, está claro que no es un héroe, si no un villano.

Silfi se descubrió el cuello mientras el corazón le palpitaba en la garganta, parecía un conejo blanco aterrorizado y esto le causó gracia al rey y sin titubear le clavó los dientes, haciendo que las pupilas de la princesa se le dilataran del impacto.

Valeska respiraba sobre su cuello frenéticamente y se aferró a ella con tanta fuerza que si continuaba apretándola podría terminar por romperle las costillas.

—Por favor no me mate…se lo ruego, lléveme con usted, conviértame en su concubina, no soy su enemiga, no planeo revelarme ante usted como mis parientes, aunque sea la princesa heredera del reino élfico, yo jamás me convertiré en su enemiga, no podría hacerle eso a mí Salvador… —externó Silfi con lágrimas en los ojos, el dolor era insoportable, Valeska se alimentaba de ella y era similar a ser devorada por un animal.

Valeska podía sentir el profundo miedo de sus víctimas, era un aroma agradable y adictivo, pero no quería matar a Silfi, pues era un trofeo y una advertencia para todos los elfos que tuvieran alguna intención escondida en el corazón de revelarse contra él, aquella, marca en el cuello no sanaría, sería la señal de su señorío sobre ella y sobre toda su raza.

—Lo sé. —le dijo Valeska con una sonrisa perversa y la sangre de la princesa le escurría por la barbilla y añadió mientras se limpiaba. —encadenen a la princesa, a partir de hoy será una prisionera en el castillo.

Todo esto dejó perplejos a varios de sus acompañantes, especialmente a Silfi, Galadriel y Beatriz, quienes fruncieron el ceño desconcertados.

—Su prisionera… —susurró Silfi desconsolada y su mirada se apagó.

—¿A que se refiere exactamente? ¿pensará llevarla como concubina? Eso sería lo más lógico si ha decidido dejarla con vida ¿Qué se trae entre manos el rey? Espero que esta decisión no traiga problemas con Lía, puede mal interpretar este acto y creer que su esposo ha traído otra mujer en su vida cuando ya había decidido no tener más amantes. —se dijo Beatriz así misma mientras le colocaba unas cadenas a Silfi en los pies, el cuello y las manos.

—Este es un destino cruel para cualquier miembro de la nobleza, especialmente para una mujer a quién le han arrebatado todo, su reino, su dignidad y sus esperanzas…no puedo asegurar que su vida será mejor de lo que fue aquí, desconozco cuales sean las verdaderas intenciones del rey, él actúa de maneras misteriosas, pero siempre en bien de su imperio y su familia ¿debería estar tranquilo? ¿o quizá sea bueno preocuparme un poco? Se muy bien que al aceptar convertirme en miembro de las fuerzas especiales de los dioses gemelos firme un contrato de lealtad y devoción hacia ellos, renunciando a mis propios dioses, mis creencias, mis raíces, mis costumbres y mi etnia, no soy más un elfo libre, le pertenezco a los dioses gemelos y el reino vampírico es mi hogar ahora, pero aun así… ¿esta bien que mi corazón se haya encendido con una chispa de esperanza gracias a esta princesa? ¿y si ella es la clave para que mi pueblo pueda volver a ser independiente?

Todas estas cosas pasaban por el corazón y la cabeza de Galadriel, más allá de un patriotismo, se trataba de un amor profundo enraizado por lo que alguna vez conoció, antes de ser capturado por el ejército de los dioses gemelos, él y su familia vivián tranquilos bajo el régimen de su gobernante, ene se tiempo el abuelo de la madre de Silfi era su rey y esa princesa sin esperanzas, era la única heredera directa del linaje de aquel reino perdido en manos de al guerra, la conquista y la devastación territorial de Valeska.

Galadriel apretó los puños y se colocó atrás de ella al igual que Beatriz pues eran los responsables de vigilarla y asegurar que no se suicidara como la mayoría de prisioneros intentaban cada vez que eran capturados, pues terrible cosa era caer en las manos del rey de todo.

Valeska se fue de ahí dejando a aparte de su ejercito para que buscaran exhaustivamente algún sobreviviente del grupo de traidores y lo aniquilaran, también para limpiar los escombros usarían a los mismos ciudadanos de Aberlord para reconstruir todo, los habitantes estaban aterrados con todo lo que había pasado, el mensaje había quedado claro, nadie podía burlarse del dios Valeska, aquellos que tenían la osadía de provocarlo y traicionarlo recibirían como castigo una muerte dolorosa y sus acciones traerían pena y castigo a todo el pueblo o provincia en general.

—¿Está listo para ir a casa mi señor? —le preguntó uno de sus mayordomos y Valeska asintió con la cabeza.

—Si, asegúrense de que todo lo sucedido llegue a oídos de las provincias de Persiro y Majná, que todos sepan que la princesa esta en mis manos ahora.

—Como usted lo ordene majestad.

Y así sucedió, la noticia llegó tan rápido como la pólvora y todos se llenaron de miedo he incertidumbre, aquellos que apoyaban a los ancianos y opositores de la provincia de Aberlord, tuvieron que postergar sus planes de revelarse juntamente con ellos, sería una estupidez que se levantaran en armas sabiendo lo que había pasado con la provincia hermana.




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