Mi amante, el príncipe de jade.

Deseos

 

la piel suabe y tersa de aquella princesa era iluminada a la luz de las velas, la desesperación la había llevado a tomar decisiones fuera de su comodidad, sabía que lo único que tenía para defenderse ante aquel tirano, era su belleza, su apariencia era lo único que podía salvarla de la muerte, el rey de todo era un ser perverso que claramente no tenía remordimientos en hacer que Silfi presenciara la muerte de sus compatriotas, los gritos de horror de los elfos que se ahogaban en su propia sangre mientras los vampiros les desgarraban la garganta con los colmillos, las suplicas y los ruegos no escuchados, hicieron que la princesa buscara una salida rápida a su desconcertante destino.

—Haré lo que tenga que hacer para sobrevivir a mi cruel destino, me rehusó a ser uno más de sus bocadillos, aun si me toca ir en contra de mis creencias, yo me encargaré de salvar mi cabeza, ay algo que todo hombre desea y es el placer de poseer a una princesa dispuesta hacer cualquier cosa por complacerlo, me convertiré en la amante etdel rey de los vampiros y así podré vivir un día más.

Silfi miró ardientemente a Valeska, sus pupilas se encontraron y ella comenzó a respirar de manera acelerada, se bajó la manga de su vestido dejando al descubierto su cuello y sus hombros y se puso de pie y se dirigió al bosque, haciéndole una clara invitación de seguirla, Valeska sonrió de lado mientras la miraba adentrarse a la oscuridad, la luz de las velas hacia que su mirada pareciera fuego, brillante y rojiza como los rubies, así que se puso de píe y la siguió.

Silfi tenía el corazón acelerado, nunca había estado con un hombre, menos con un dios de la oscuridad como él, Legnas jamás la tocó, su experiencia era nula, así que no sabía que más hacer, una vez que su piel se le erizó hasta la nuca, supo que el depredador ya estaba detrás de ella.

—Me has seducido durante toda la noche y ya me tienes aquí, sin embargo, tu respiración agitada me indica que estás llena de miedo ¿Qué es lo que buscas realmente? —le preguntó Valeska susurrándole detrás de la oreja.

Era tan hermoso que Silfi se puso nerviosa enseguida, jamás había conocido a un hombre tan varonil y atractivo, era tan malo que eso lo volvía irresistible.

—Por favor tómeme…hágame suya esta noche, se lo ruego, tome posesión de mí… —le dijo Silfi mirándolo de manera añorante, sus ojos azules brillaban candentes y sus mejillas se sonrojaban, ella era muy hermosa.

—¿Quieres que te tome como mujer? No podrías soportar mi vigor, te mataría provocándote daños irreparables, soy muy agresivo, tanto como un animal hambriento.

—Resistiré, lo prometo, no moriré, quiero ser suya.

Valeska la acorraló contra un árbol y acaricio su rostro y su pecho con su dedo anular.

Le clavó una mirada afilada y penetrante, que ella sentía que se derretía en sus brazos, no sabía si era miedo o deseo, pero él podía mirar muy dentro de ella, Silfi comenzó a desabrocharse el vestido, dejando en claro que estaba dispuesta a llegar muy lejos.

—¿Qué quiere que haga? —le preguntó con una mirada sumisa y una voz suabe y añadió. —no tengo experiencia, pero si usted me guía, haré mi mejor esfuerzo.

Valeska la miró de arriba abajo y se acercó a ella, Silfi pensó que iba a besarla y cerró los ojos y sus labios estaban apunto de rosarse, este era un juego peligroso, una tentación para un rey que había estado acostumbrado a tener a miles de mujeres solo para él, un hombre que tenía tantas concubinas como oro, uno que tenía el lívido tan alto como su ego.

Una princesa estaba ahí, como una manzana dulce y fresca, dispuesta a ser devorada por sus crueles instintos, el rey comenzó a oler su perfume, era una mujer deseable, pero entonces, su mente comenzó a llenarse con los recuerdos de su hermosa reina, todos sus pensamientos eran de lo bella que era su sonrisa, el color de su cabello, el tono de su piel sus ojos verdes esmeralda, ella, y solo ella, lo hacia frenarse ante sus propios impulsos.

Lía, su ratoncita, la mujer que lo volvía loco, la madre de sus hijos, el amor de su vida, nadie lo acusaría si tomaba a la princesa como mujer, no había ley que lo condenara, nadie estaba viéndolos, pero, por más hermosa que fuera Silfi, no estaba ni cerca de competir con su preciosa humana.

—No eres ella… —susurró el hermoso rey mientras se mordía los labios y retrocedía.

—¿Qué? —Silfi no entendía lo que estaba pasando, estaba segura de que el rey la encontraba atractiva, su cuerpo no podía disimularlo, aun así, el al rechazó. —tómeme majestad, se lo suplico…béseme, acarícieme, conviértame en su mujer.

Le suplicó Silfi mientras se abalanzaba a sus brazos y cuando intentó besarlo, él la frenó de golpe.

—Soy un hombre casado, ya tengo a mi mujer.

—Pero usted es un rey, puede tener a las mujeres que desee, no hay falta en que encuentre sus placeres en otros brazos fuera de su emperatriz, pasemos juntos la noche, será nuestro secreto más íntimo. —le decía Silfi con insistencia.

—Mi esposa es la mujer más brillante que existe, ni siquiera tú con toda tu belleza puedes acercarte a sus encantos, ella es única entre tantas humanas, de sus labios brota miel, en sus brazos hay calma, su regazo trae vida, ella es la luz que me redirecciona cuando mi maldad empieza a dominarme, es el sol de mis mañanas, la razón por la que me mantengo firme en mis convicciones, es mi reina, la madre de mis hijos, es mi sueño hecho realidad, mi paraíso aquí en al tierra, es mi dueña, mi recompensa, aunque quisiera, no podría traicionarla, tan solo ahora que tu desnudez esta en todo su esplendor, solo puedo pensar en ella y lo hermosa que es a la luz de la luna, sería un estúpido si con un beso tuyo la hago llorar, ella es el amor de mi vida, la única mujer que quiero tocar, solo ella es digna, solo ella me puede complacer.

Valeska se fue de ahí dejando sola a Silfi y ella se tocó la cara cuando sintió que las lagrimas le caían por el rostro.




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