Mi amante, el príncipe de jade.

La mujer del emperador.

 

Y por fin las trompetas anunciaron que mi esposo el rey, estaba de vuelta, mi corazón se llenó de alegría con la idea de volver a verlo, extrañaba sus besos, sus abrazos, su cuerpo, aquellas caricias que me llenaban el alma, Valeska se había tardado más de lo estipulado, siempre que salía mi corazón se llenaba de angustia, sabía que al ser el rey más poderoso tendría muchos enemigos que querían todo lo que él había conseguido, cuando supe que se dirigía a una de las provincias élficas, me imaginé que no sería una visita amistosa, si no una amenaza a la corona, aun así, mi esposo está de vuelta, victorioso como el hombre fuerte que es, y aquí me encuentro, esperándolo con los brazos abiertos para recibirlo.

Lía tenía puesto un vestido de color verde de la más alta calidad, hacia que su belleza y figura resaltaran, además llevaba el cabello suelto, porque Valeska amaba como lucia su melena rojiza, una vez que las puertas principales se abrieron y el rey se asomó montado en su magrodo negro, los ojos de Lía brillaron llenos de entusiasmo.

Valeska la miró y sonrió instantáneamente, hizo una señal con su mano para que sus hombres se detuvieran mientras él se bajaba de su magrodo para ir a saludar a su reina, Silfi sabía que alguien importante estaba obstruyendo el camino y entonces tuvo la osadía de clavar su mirada al frente y sus ojos se abrieron de par en par en el momento en el que vio a la preciosa emperatriz correr a los brazos de su amado.

—¿Quién es ella? —preguntó Silfi deslumbrada por la dama que se veía delante.

—Ella es la reina, la esposa legitima del rey. —le dijo Beatriz quién veía con agrado a su hija.

—La emperatriz…

Está era la primera vez que me quedaba boquiabierta con la belleza de otra mujer, nunca me sentí inferior o menos atractiva que otra hembra, siempre estuve segura de mi aspecto físico, sabía que era hermosa, de pies a cabeza, no tenía defecto alguno, podía no tener, seguridad, amor, verdad o propósito, pero si tenía belleza y era asombrosa, pero después la conocí a ella, a la mujer de los cabellos de fuego y entendí por qué el rey estaba tan obsesionado con ella, había dos tipos de colores extraños en el cabello, el color blanco y el rojizo, ambas teníamos la extrañeza de poseer cosas tan llamativas.

Tenía el cabello largo y ondulado, brillante y ondeaba como las llamas de una fogata a la luz de la luna, su piel era blanca como la leche y su figura era deleitante a la vista, con razón el rey la tenía en sus pensamientos, no pude evitar contemplarla como si fuera una diosa, sabía que éramos iguales, ambas de la realeza, las dos éramos hermosas, pero yo tenía que convertirme en la mejor opción, en algo tentador para acercarme al rey de forma permanente.

Silfi la contempló detenidamente, tratando incluso de no respirar tan fuerte, para poder concentrase en aquello que tenía enfrente, Valeska cargó en sus brazos a Lía y la llenó de besos mientras le decía lo mucho que la había extrañado y esto llamó mucho la atención de la princesa.

—¿Por qué le muestra afecto en público? ¿Qué no le importa que todo el mundo se entere que ella es su debilidad? ¿y si sus enemigos descubren su punto débil? ¿Cómo es que la trata con tanto respeto y admiración si solo es su consorte? —se preguntaba Silfi sin encontrar una respuesta convincente.

En una de las vueltas que Valeska le dio a Lía, ella, desvió la mirada hacia la dirección donde se encontraba su madre y le sonrió llena de alegría, pero en cuanto vio unos cabellos blancos su corazón se aceleró.

—¿Beel?

Lía sintió que el corazón se le salía del pecho, por unos escasos segundos, ella pensó que Silfi era Beel, se hizo muchas historias en su cabeza y creyó que la tardanza de Valeska se debía a que quizás le había traído de regreso a su hija, pero mientras Beatriz estaba bajando del carruaje a Silfi y vio sus orejas, su corazón se rompió.

—¿Quién es ella? —le preguntó Lía con voz casi indescriptible.

—Es la princesa del imperio Élfico, es una larga historia, pero te la contaré después de hacerte mía un par de veces, no pude dejar de pensar en mi bella esposa y estoy incontrolable.

Valeska cargó a Lía en sus brazos y se la llevó con él, la princesa Silfi miró hacia atrás y ambas cruzaron las miradas.

—Mira por donde caminas princesa o vas a tropezarte. —le dijo Beatriz a Silfi y esta regresó a la realidad.

—Lo lamento…estaba distraída.

—Pues reenfocate, te llevaré a tu residencia, permanecerás en una de las habitaciones hasta que el rey decida que hacer contigo.

—¿A dónde se fue el rey? —le preguntó Silfi con curiosidad.

—Se fue a cortar flores con su esposa.

—¿A cortar flores?

—¿Qué? ¿quieres que te explique lo que fueron hacer? Si tenemos suerte sus gritos no llegaran hasta este lado del castillo.

—¿Estaremos hasta el otro extremo? —preguntó Silfi, al ver que la distancia entre ella y el rey era demasiada.

—Creme, es mejor que dormir entre la pestilencia de una celda mal oliente.

—Tiene razón…

Silfi fue llevada por Beatriz a una recamara lujosa, aunque no lo suficiente como para recibir a una princesa, tenía su propio balcón, una bañera, jardines a su alrededor y ropa limpia.

Silfi miraba sombrada la hospitalidad que estaba recibiendo, sabía que debía estar agradecida, pues no se imaginaba dormir en una cama esta noche.

—Estoy segura de que tiene todo lo que necesita, le recomiendo tomar un baño, hemos viajado mucho y el sudor le transpira por los poros.

—Tiene razón, me muero por tomar un baño y también deseo dormir y descansar ¿usted donde dormirá?

—Para mi mala suerte debo vigilarte, pasaré la noche contigo, pero antes iré a ver a mi esposo, tu estarás bien vigilada, recuerda que si intentas escapar te mataré yo misma.

—¿Tiene esposo? —preguntó Silfi impresionada, pues no se la imaginaba en una relación amorosa y añadió. —¿Qué piensa hacer cuando lo vea? —la princesa le preguntó esto porque no sabía de que más platicar y estaba muy nerviosa.




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