Mi amante, el príncipe de jade.

Pesadillas de una princesa.

 

Los sueños eran un misterio, nada de lo que pasaba ahí podría considerarse una realidad, no importaba que tan real se sintiera todo, hay personas que encuentran en ellos un refugio, algunos las pesadillas los atormentan y es una tortura quedar inconscientes en la cama, a merced de los remordimientos y los castigos de la mente, pero para otros, es un paraíso donde todo es posible, cualquier cosa que desee tu corazón o tu inconsciente se verá reflejado ahí y no tendrá consecuencias.

Todos tus deseos pueden ser desbordados, se dice que en los sueños se conoce a la verdadera persona, homicidios, desenfreno, infidelidades, perversiones, todo puede ocurrir ahí, puede que en la vida real no seas nadie, pero en tus sueños vives todas las vidas que quieras, un rey, un héroe, un ser codiciado, la persona más importante, la criatura más hermosa, todo puede pasar porque no hay límites para aquellos que viven a través de los sueños, sin contar aquellos que poseen la capacidad sobrenatural de vivir sueños lucidos, ellos sin duda son los amos de la inconciencia realista.

Otra de las teorías es que los sueños no son más que espejismos de las vidas pasadas, o de los otros universos en los que existimos, cual fuera el caso, la ensoñación era el lugar perfecto donde nuestros deseos, placeres culposos y la frustración, daban rienda suelta, pues ahí no había moral, ni ley, solo tu y las infinitas posibilidades de ser quien tú quieras ser sin la consecuencia de ser juzgado.

—Hazme tuya, conviérteme en tu amante, quiero ser tuya. —exclamaba Silfi mientras se colgaba del cuello del rey.

—Mi esposa… —Silfi le calló la boca con su dedo anular y añadió.

—Ella no está aquí, podemos ser libres y hacer lo que queramos. —le dijo la princesa mientras lo besaba.

Los ojos de Lía se abrieron de par en par y su sangre comenzó a hervir.

—¿Qué esta pasando aquí? —preguntó Lía y desvaneció la imagen de su esposo quedando frente a Silfi la cual abrió los ojos de golpe.

—¿Qué hace usted en mis sueños? —la cuestionó la princesa frunciendo el ceño.

Lía no quería que nadie descubriera su habilidad para entrar en los sueños de las personas, así que no le quedaba más que fingir que era parte de alguna pesadilla.

—No importa, no eres real, así que yo mando aquí. —Silfi volvió a imaginar a Valeska y este apareció nuevamente y revivió la escena de besarlo una y otra vez, pero antes de que tocara sus labios, Lía lo desvanecía.

Silfi comenzó a frustrarse por que no podía culminar aquel beso y cerró sus ojos para concentrarse en cambiar de atmosfera y se encontraba ella en el castillo del reino vampírico, al lado de Valeska sentada en el trono de Lía, ella era la reina.

—¿Qué demonios es esto? — Lía miraba incrédula las fantasías descaradas de la princesa, no podía creer lo que veía, no solo Silfi añoraba a su esposo, parecía que también deseaba todo lo que ella poseía.

—¿Qué es lo que deseas mi reina? —le preguntó Valeska a Silfi mientras ella le daba la mano para que se la besara.

—Quiero estar siempre contigo, pero no podremos lograrlo hasta que la bruja sea expulsada del castillo, solo así seremos verdaderamente felices con nuestros hijos.

—¡Ya escucharon a su majestad! ¡echen a esa miserable bruja lejos de aquí! ¡córtenle la cabeza! —ordenó Valeska con firmeza mientras Lía veía su imagen de ella descalza y vestida con harapos, salir de la multitud y ser llevada a la fuerza mientras suplicaba por su vida.

—¡No! ¡por favor! ¡piedad!

—Trataste de meterte con el amor de mi vida, no habrá más piedad para ti, fuera de mi vista. —declaró Valeska y entonces se la llevaron de ahí.

Lía contemplaba todo apretando los dientes, estaba escondida detrás de una columna para que Silfi no viera nada raro y estiró su mano llena de enojo.

—Quizá cuando despiertes no seas muy consciente de lo que sueñas, pero eso no quita que tu corazón desee cosas que no te pertenecen, tendré que darte un escarmiento, así no volverás a soñar nunca más con esto.

Lía convirtió todo en oscuridad y transformó el sueño lúgubre de Silfi en una horrorosa pesadilla, en la cual aparecían demonios y fue tan espeluznante que Silfi despertó gritando del miedo.

—¡Auxilio! ¡socorro! —exclamó Silfi empapada en sudor, las lágrimas le caían de los ojos y estaba temblorosa, Beatriz sintió que el corazón se le salía del pecho pensando que las estaban atacando, pero al verla patalear y con la respiración agitada, corrió a ver que le pasaba.

—¡Princesa! ¿qué sucede? —le preguntó Beatriz extrañada.

—¡Ayúdame por favor! —Silfi se abalanzó a sus brazos rindiéndose ante ella, estaba sonámbula y calló desvanecida a sus pies.

—¡Despierta! Es solo un sueño, levántate. —le dijo Beatriz mientras la sacudía.

Esto le pareció muy extraño a Beatriz, sin duda esto no se trataba de un sueño cualquiera, estaba siendo torturada por medio de un hechizo extraño y poderoso, confundida por lo sucedido, usó su poder espiritual para ver más allá y notó que estaba siendo victima de un hechizo que solo Lía podía ejecutar.

—Un hechizo de ensoñación… pero, ¿por qué?

—¡Ahhhh! —Silfi pegó un fuerte grito y entonces despertó.

Aterrada, llorando y completamente perturbada, Beatriz tubo que calmarla con su magia.

—Jamás había tenido ese tipo de pesadillas, fue horrible, tan solo el hecho de recordarlo me llena de miedo…no puedo creer que después de soñar con algo tan hermoso, haya terminado metida en ese infierno. —le dijo la princesa a Beatriz mientras estaba envuelta en una manta tomando té.

—¿A que estabas soñando exactamente? —le preguntó Beatriz con curiosidad.

—Bueno…me encontraba en el bosque con el rey Valeska, nos besábamos, después me veía en el castillo, él me tomaba de la mano y me llenaba de lujos y ternura, yo era su reina y…




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