Mi amante, el príncipe de jade.

Rival.

 

Después de esa noche, Silfi no pudo volver a soñar con Valeska, parecía que su imagen estuviera bloqueada en su cabeza, eso la hizo sentir frustrada porque la ensoñación era la única forma en la que ella podía estar tan cerca de él como quería, podía soñar con cualquier otra persona, excepto con el rey que la tenía obsesionada.

La noche en la que Lía entró por error al sueño de la princesa, se sintió extraña, estaba enojada, indignada y celosa, no volvió a intentar visitar los sueños de su esposo, pues se sentía mal con la situación y aunque trataba de disimularlo, sus expresiones faciales al delataban.

La emperatriz se encontraba desayunando con su esposo en el gran salón, los príncipes estaban con ellos, faltaba poco para que Aspen se fuera a sus clases privadas y para que la nodriza cuidara de Minerva, había muchos sirvientes a su alrededor para atenderlos en todo lo que necesitaran.

—Aun sigo pensando en el portal que abriste cuando tu madre estaba por dar a luz a Minerva, me sorprende que a tu corta edad hayas podido igualar los portales de tu madre, es evidente que heredaste cosas de ella, me pregunto qué habrás heredado de mí. —le dijo Valeska a Aspen mientras le alborotaba el cabello en forma de cariño.

—No sé bien como pasó, solo recuerdo haber estado preocupado por mi madre y no quería que nada malo les pasara a mis hermanos…pero al final, no pude hacer nada para salvar a Ban. —se dijo el príncipe con seriedad.

—Aspen…no digas eso, no fue tu culpa que Ban se haya ido al cielo, él estaba muy débil cuando nació, no fuiste tú cariño. — exclamó Lía con el corazón dolido al ver en su hijo esa mirada tortuosa de sentirse culpable.

Pero Aspen permaneció en silencio, su cara había cambiado, ya no sonreía y se veía deprimido.

—Tu madre tiene razón hijo, tu no tuviste nada que ver, la naturaleza es así, inexplicable, parece cruel pero siempre esta llena de sabiduría, probablemente si tu hermano hubiese sobrevivido, hubiera sufrido mucho por sus condiciones físicas y habría muerto poco después, eso hubiera sido más doloroso todavía, deja de pensar en eso ¿de acuerdo? Mírame, no es tu culpa.

De pronto, uno de los mayordomos los interrumpió, pues ya era hora de que Aspen se fuera a estudiar.

—Disculpe majestad, pero la institutriz esta lista para recoger al príncipe.

—Que rápido se fue el tiempo, ni siquiera a terminado de desayunar. —externó Valeska al ver el plato casi lleno de su hijo.

—Esta bien padre, ya no tengo hambre, estoy satisfecho.

—Pero no has comido mucho, ella puede esperar, termina tu desayuno.

—Te lo agradezco, pero debo ser responsable con mis actividades, gracias por el desayuno. —Aspen se puso de pie y se despidió de sus padres con una reverencia y se fue, dejando a Lía y Valeska con el corazón comprimido.

—Con su permiso alteza.

Valeska le hizo una señal con la mano indicando que podían retirarse y se fueron cerrando la puerta.

—¿Qué fue eso? —preguntó Lía con un nudo en la garganta y añadió. —no tenía idea de que se sentía así…

—Yo tampoco, he estado muy ocupado y no he pasado mucho tiempo con él, nunca me reclama ni me exige nada, por eso pensé que estaba bien, me recuerda a mí cuando era pequeño y eso me preocupa, me inquiera que se trague todo lo que siente y que se refugie en sus responsabilidades, aveces siento que no actúa como un niño de su edad, parece un pequeño adulto lleno de trabajo y responsabilidad y solo tiene seis años, no quiero que tenga una infancia como la que tuvimos Emir y yo. —expresó Valeska con seriedad.

—No es tu culpa, yo tampoco le di la importancia que debía, pensé que como era un niño, lo mejor sería no profundizar en el tema de su hermano, pero creo que me equivoque, Aspen ha sido afectado por lo que pasó, hablaré con él más tarde.

—Lo haremos los dos, las veces que sean necesarios para que su culpa desaparezca.

—Si. —Lía le dio un beso a Minerva por que la nodriza ya estaba esperando recibirla.

Valeska la abrazó y la llenó de besos y después se la llevaron a la guardería, quedando así completamente solos, el silencio se apoderó del ambiente al igual que la incomodidad.

—¿Qué sucede? Haz estado muy callada, te vez molesta. —le dijo el rey mientras la observaba.

—No es nada…

—Estás mintiendo, te conozco muy bien, sabes que no puedes esconderme nada.

—¿Vas a decirme que pasó en realidad entre la princesa y tú? —le preguntó nuevamente Lía mientras le lanzaba una mirada afilada a su esposo.

—¿Qué? ¿otra vez con eso? Creí que ya te había dicho las cosas. —le respondió Valeska con molestia.

—Lo hiciste, pero no fuiste completamente sincero.

—Tu desconfianza comienza a irritarme, mejor dime lo que realmente piensas, ¿crees que te fui infiel con ella? ¿Qué la traje al castillo para tener a mi amante cerca?

—Creo que pasó algo que no quieres contarme porque sabes que me voy a molestar. —le dijo Lía con un tono de voz alto que hizo enojar a su esposo.

—Ya fue suficiente, me voy antes de que tengamos una discusión de verdad. —Valeska se puso de pie y se fue de ahí muy enojado, dejando a Lía con ganas de discutir más, pero se contuvo, pues le daba pena decirle que se había metido a los sueños de Silfi y se resignó apretando sus puños.

Lía se fue y mandó a llar a su madre para conferirle lo que estaba pasando y para que le diera un consejo, esto extrañó a Beatriz ya que Lía procuraba no molestarla en su horario laboral, así que Beatriz aprovecho un espacio libre para encontrase con ella en los laberintos del palacio.

—¿Qué tiene que decirme para que me cite aquí? —se preguntaba Beatriz porque estaban en medio de los laberintos y pensaba que debía ser algo muy secreto y delicado.

Una vez que llegó al punto de encuentro, vio que Lía estaba sentada en una de las bancas.




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