Mi amante, el príncipe de jade.

El curso de la vida

 

El curso de la vida y sus muchas posibilidades era inevitable, las cosas tenían que continuar como estaban predestinadas a suceder, nuestros amigos habían vivido muchas aventuras a lo largo de los años, desde que el rey de todo despertó, los seres sobrenaturales lo hicieron con él, el mundo vio por primera vez un mundo desconocido, lleno de criaturas mágicas y poderosas, ahora la humanidad era consciente de la existencia de este mundo fantástico y los dioses que lo regían.

Nuestros héroes han librado muchas batallas, incluso sobrevivieron a la extinción de su universo derrotando así al dios de la destrucción apodado “la bruma oscura” regalándole al mundo años de paz y prosperidad, pero así como las adversidades no son eternas, tampoco la tranquilidad puede quedarse para siempre, la maldad acechaba como un león rugiente y hambriento a nuestros amigos, motivados, por el odio y la venganza, se preparaban para un día enfrentarse a los héroes cara a cara.

—¡Ahhh!—se escuchó un gritó que resonó en el cuarto cielo, se trataba del único demonio capaz de permanecer en uno de los siete paraísos de los seres celestiales, el único ser que fue aceptado por el lugar santo, se trataba de Beel, una serpiente albina demoniaca, un demonio bélico preparado para la guerra y la destrucción.

Estaba siendo entrenada por el arcángel supremo Teldrasil y por sus otros hermanos, convirtiendo a Azael en su maestro principal, el ángel de la guerra estaba convirtiendo al demonio en una vengadora celestial, una especie de santa justiciera que se encargaría de ejecutar a los pecadores que su amo Teldrasil le ordenara.

Sus entrenamientos eran arduos y agotadores, tanto que había días que Beel no podía seguirse manteniendo de pie, sus músculos se quemaban y se endurecían de lo agotados que estaban, sus manos y las palmas de sus pies sangraban por las ampollas que se reventaban debido a la fricción con el suelo y las armas, pero debido a su poder de regeneración de reptil, podía sanarse.

—No puedo más…—exclamó Beel después de caerse de rodillas debido al extremo cansancio que sentía.

Per Azael logró agarrarla y la sostuvo en sus brazos, la mirada de ambos quedó prensada, Beel no podía ni con su alma.

—Lo hiciste bien, te haz ganado un descanso, si no, tu cuerpo no se regenerará.

—Gracias…

Beel era muy hermosa, tanto que Azael comenzaba a apreciar sus rasgos físicos, como esos enormes ojos brillantes y llenos de pestañas blancas, Beel ya se había convertido en una adulta, el tiempo que había pasado en el cuarto paraíso la había ayudado a que su aspecto no fuera demoniaco, por ejemplo, no le crecieron cuernos o cola, parecía una humana, solo que sus ojos y sus colmillos delataban su verdadera naturaleza.

Azazel era un maestro muy exigente y estricto, obligaba a Beel a dar su cien por ciento, la había convertido en una guerrera extraordinaria.

—lamento que tenga que sostenerme, pero no puedo mover mis músculos.—le dijo Beel a su maestro mientras lo miraba a los ojos.

—Esta bien, no te preocupes.

—¿Le molesta si cierro los ojos un momento?

—Adelante.—le respondió Azazel mientras la contemplaba, era verdad que los ángeles eran de gran belleza, pero Beel no se quedaba atrás, se veía tan pulcra y delicada, aunque para nada era débil solo ten su apariencia frágil y femenina, sus pechos eran grandes y redondos, su cuerpo tenía curvas y buena forma debido al ejercicio que hacia, era como una amazona o una princesa guerrera.

Parecía inevitable no encariñarse de ella, aunque Azael se negaba a verla con cariño, prefería odiarla antes que estimar a su alumna, pero al verla tan indefensa y en sus brazos, notó leo color rosado de sus labios y su hermosa palidezca demás de que tocarla se sentía reconfortante.

—Oye ¿ya te dormiste? Te dije que podías descansar no dormirte en mis brazos.

—Lo siento..no puedo ni mover un solo dedo.

—Pues entonces te dejaré aquí tirada.

—Bueno…—Exclamó Beel haciendo un puchero.

De pronto, Teldrasil apareció de repente y frunció el ceño cuando los vio tan cercanos.

—¿Ya terminaron el entrenamiento?—les preguntó el arcángel con una sonrisa forzada.

—Ya, pero su cuerpo no responde, eso pasa cuando llevas tu cuerpo al limite.

—Entiendo, sin duda es una alumna ejemplar, tiene mucho talento, me atrevo a decir que podría superar a muchos de nuestros guerreros en batalla, me gustaría verla enfrentase a nuestros mejores soldados para ver su avance ¿que dices?

—Es una buena idea, mañana podríamos organizar un enfrentamiento amistoso.

—No, que sea real, si no de nada servirá.

Azazel no entendía como Teldrasil podía poner la integridad de Beel en juego con la mano en la cintura, él podía ser tan cruel en muchas maneras…

—Si tu lo dices.—le respondió Azael con seriedad.

—Bien, dámela, yo me haré acerco de ella, vete hacer tus actividades, se que eres un dios muy ocupado.—le dijo Teldrasil sonriente.

—Procura que descanse y coma bien.—le aconsejó Azael antes de retirarse y miró a su discípula por unos escasos segundos y desapareció, al instante Teldrasil borró la sonrisa de su boca y se regresó toda su atención hacia Beel.

Mi hermoso diente de León, te haz quedado profundamente dormida, pareces una rosa blanca plantada en mis manos, tan radiante y perfumada que no puedo resistirme a arrancarte de ahí.

—Teldrasil le dió un beso y se la pegó al cuerpo, la adoraba, aun en su perversidad ella era suya, no importaba cuanto deseara contenerlo, al final su deseo le respiraba por los poros.

Por otro lado, en el reino del norte, donde el rey Emir y la reina Magnolia de Romani gobernaban, se encontraban recibiendo a su hermano el rey de todo para ponerse al día he intercambiar ideas para el re abastecimiento de un sector de aldeas que colindaban en ambos territorios para ayudarlas a prosperar y en un futuro cercano poder sacar madera de los bosques que pensaban plantar.




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