Mi amante, el príncipe de jade.

Un matrimonio inusual.

 

Las despedidas eran inevitables, dolorosas y llenas de sentimientos encontrados, pero eran necesarias, tras la partida de los herederos, nuestros amigos tuvieron que seguir su propio camino, el tiempo pasaba rápido y la vida seguía su curso.

En el territorio vampírico había una pequeña granja a nombre de la familia Alindor, Babani se había casado con Almond y se habían instalado en el territorio que Valeska les había otorgado con el dinero de Cicero, ambos trabajaban como miembros de las fuerzas especiales de los dioses gemelos, pero estaban tomando un descanso debido a que Babani estaba esperando una bebé.

—Bien, este ramo de flores se ve perfecto, Babani se pondrá muy feliz.—externó Almond mientras terminaba de amarrarlo.

El hombre más fuerte del mundo había ido a su campo a recolectar algunas verduras para el famoso estofado de pato de Babani, la tierra les había dado, papas, zanahorias y algunos rábanos, pero se había tomado el tiempo de sorprender a su esposa con un sencillo pero significativo ramo de flores silvestres.

Almond era un esposo muy dulce, atento y amoroso con Babani, la procuraba en todo y la consentía dandole masajes en los hombros y los pies, nadie creería que ese gigantón intimidante con rostro de asesino, fuera un tierno marido ejemplar.

—Oye ¿estas seguro de que es aquí donde vive la bruja Babani?—le preguntó un soldado a su compañero, iban en busca de la hechicera de cabellos verdes que era buena sanando a los enfermos, pues además de que era talentosa, no solía cocarles nada a sus pacientes.

No es que Babani fuera la única bruja sanadora, de hecho, la mayoría prefería pagarle a las aprendices para que aliviaran sus dolores, por que le tenían miedo a Almond, pues era muy intimidaste.

—Si, me dijeron que estaba en una pequeña granja, esta es la única en esta área, el rey les dio permiso de vivir aquí, no sé por que nadie más viene aquí, es gratis, tal vez no a todos les dicen la dirección exacta.

Los dos soldados eran novatos, se habían alistado en el ejercito infernal hacia cuatro meses atrás, ambos estaban torcidos y tenían fuertes dolores de espalda y cadera, pero les estaba haciendo su novatada, jamás les mencionaron al gigantón.

En el camino, se encontraron con un bulto que los dejó pensando y detuvieron el paso.

—No recuerdo que en la descripción haya venido una montaña.—dijo uno de los soldados confundido.

—Tal vez nos perdimos…

Almond se encontraba de espaldas y en cuanto escuchó la voz de los soldados, los volteó a ver y ellos juraron que unos ojos rojos como antorchas encendidas les había penetrado el alma, Almond se puso de pie lentamente y gruñó tratando de decirles algo y ellos salieron corriendo despavoridos.

—¡Corre más rapido! ¡Viene tras nosotros!—gritó uno de ellos aterrado.

—¡Dios mío! ¡Corre igual que un magrodo!

Los gritos de horror se escucharon por todos lados, aquel gigante los estaba persiguiendo sin quitarles los ojos de encima y corría cada vez más rápido.

—¡No creo que pueda lograrlo! ¡Ya no puedo correr más!—externó uno de los soldados agobiado, esta muy cansado.

—¡No te rindas amigo! ¡No dejaré que te coma!

—Lo lamento Marc, voy a dejar que acabe conmigo de una vez, sálvate tu y vive el sueño por nosotros, conviértete en un guerrero de las fuerzas especiales por mí y dile a Dasha que la amo.

—No le diré a mi hermana que la amas, saldremos juntos de esto.

—No hermano, sabía que tenía sobre peso, voy a morir, lo lamento…

De pronto, un resoplido caliente he invasivo les tibió la nuca, haciendo que tragaran saliva.

—Los atrapé…—dijo aquella voz monstruosa y sus ojos parecían los de un loco perturbado.

—¡Ahhhhh!.—aquellos gritos dejaron de ser los de unos soldados para parecer el de unas damiselas en peligro.

Almond los agarró de la cintura y se los llevó cargando uno en cada brazo, ellos estaban casi desmayados y un olor fétido le llegó a la nariz.

—No voy hacerles daño, pero si no los hubiera atrapado, se hubieran ido con su dolor acompañándolos.—les dijo Almond tratando de que aquel olor no lo hiciera bomitar.

—¿No va a comernos?

—No, los llevaré con mi esposa.—les dijo Almond mientras daba pasos agigantados.

Entonces el ruido de las cabras y las gallinas les indicaron a los soldados que ya habían llegado.

—¡Ya llegué preciosa!—exclamó Almond con voz fuerte, enseguida Babani abrió la puerta y el olor fétido le entró por la nariz y ella se la tapó enseguida.

—Cielos quién se ca….—Uno de los soldados la interrumpió avergonzado.

—Lo sentimos señora, nos hicimos del baño, de verdad necesitamos usar su baño por favor…—dijo aquel hombre conteniendo las lagrimas.

—Ni loca los dejo entrar a mi casa, ponlos en el suelo cariño.

—Esta bien.— Almond los dejó caer de golpe y Babani usó un hechizo de limpieza acuática y los encerró en una esfera de agua done los limpió por completo dejándolos relucientes.

—¿Como se sienten?—les preguntó Babani mirándolos fijamente.

—Como nuevos señora…—respondieron los soldados aliviados.

—Un momento…ya no me duele la espalda.

—Y a mí ya no se me traba la cadera jajaja.

—¡Estamos curados!—dijeron entusiastas al mismo tiempo.

—Mate dos pájaros de un tiro, aunque mi esposo casi los mata enserio jejeje.

—Lo lamento, todos salen corriendo cuando me ven, no fue mi intención provocar que se hicieran en los pantalones.—declaró Almond apenado.

—No se disculpe, fue nuestra culpa, nos asustamos cuando lo vimos, es que usted es muy alto jeje.

—Bueno, ya que soltaron todo lo que comieron el año pasado ¿no les gustaría llenar sus estómagos con estofado de pato?—les preguntó baban invitándolos a comer y ellos aceptaron al instante.

Así fue como los soldados se quedaron a comer con la peculiar familia de aquella granja, sin pensarlo hicieron dos grandes amigos, como baban ya estaba por dar a Luz, ellos se ofrecieron a limpiarle la casa como gratitud por haberlos sanado y Babani les dijo que podían regresar cuando quisieran y antes de irse, los soldados le pidieron algo muy especial aquel matrimonio.




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