La ciudad de los cazadores era uno de los territorios más fructíferos y sustentables, Alejandro había logrado construir un hogar para todos los valientes que se habían sometido a la abstinencia y para los osados en combatir a los seres sobrenaturales que sometían a los débiles sin compasión alguna, el señor de los cazadores comenzó con unos cuantos hombres y su familia para establecerse en aquellas tierras, la tierra prometida donde comenzarían de nuevo después de abandonar Valle de cobre
Su liderazgo y fortaleza lo llevaron a ver más allá y convirtió las llanuras en una ciudad próspera, de la tierra hizo casas, de las piedras murallas y de la nada formó su legado, era respetado y admirado por su gente, les dio un hogar a los fugitivos, a los desvalidos les dio un propósito, engendró a los dioses de esta tierra y señoreo aun sin poseer la corona, Alejandro de Romani era un ejemplo a seguir y sus zapatos eran muy grandes para llenarlos y Reynar lo sabía muy bien.
—¿Estás bien?—le preguntó Lucia a su esposo al verlo tan pensativo.
Habían ido a cabalgar como de costumbre para pasar tiempo juntos, lo hacían cada que podían y se sinceraban el uno al otro.
—Mira todo esto, no hay lugar que no hayamos recorrido que mi padre no haya plantado, incluyendo el bosque que nos rodea, cada árbol, cada piedra, su mano le dio orden a todo esto.
—Tu padre es increíble, sin él nuestro hogar no existiría, su liderazgo es admirable, inquebrantable, pero eres su hijo, tu llevas su sangre, todas sus virtudes te las ha transmitido, eres noble, audaz, compasivo y…—Reynar la interrumpió con el ceño fruncido.
—Pero no soy como él, tengo miedo de no estar a su altura, mi padre ha permanecido joven y fuerte, pero hemos hablado de su retiro, él y mi madre quieren fungir más como consejeros y no tanto como los líderes de nuestro pueblo, él confía en mí.
—¿Y entonces por qué estás tan deprimido?
—Por que yo no confío tanto en mi.—exclamó Reynar cabizbajo y añadió.—no sé si podré liderear a nuestra gente como lo hace él.
—Te he visto arriesgar la vida por nuestro pueblo, una y otra vez sin titubear, nuestra gente te respeta y te reconoce, saben que pueden confiar en ti, ya haz liderado a los guerreros, acompañaste a tu padre al frente en la batalla con el dios de la destrucción, nunca te acobardaste, a pesar de que tu no eres inmortal, peleaste al lado de tus hermanos y nos llevaron juntos a la victoria, ojalá puedas ser menos duro contigo mismo.—le dijo Lucia mientras tocaba su hombro y añadió.—ojalá te veas como yo te veo, el hombre más extraordinario de todos.
Reynar se acercó a ella y le besó la mano.
—Tengo que ir a entrenar a los de nuevo ingreso, esta temporada se inscribieron muchos jovenes deseosos de convertirse en héroes, supongo que es una necesidad masculina después de todo, pelear, golear, sangrar, salvar el mundo.—dijo Reynar con una sonrisa ligera.
—Te amo, sacúdete de todos esos pensamientos intrusivos, te haré sentir bien esta noche.—le dijo Lucia sonriente.
—Ya me siento jejeje.
Lucia y Reynar se despidieron con un beso y ella se fue cabalgando en su caballo blanco, era la hora de preparar a comida y pasar el rato con Eren jugando, ya que era un niño muy intrépido y travieso.
—A trabajar.—Reynar le jaló las riendas a su caballo y se fue al entrenamiento donde él y Sasha impartirían la apertura de bienvenida a los aspirantes para convertirse en cazadores.
—Parece que este año tendremos mucho trabajo.—le dijo Sasha a Reynar ayudándolo a ensillar su caballo.
—La profesión de Cazador es más popular en estos días, hay mucho trabajo.
—¿Y que haremos con los estafadores? Han habido quejas de tipos que se hacen pasar por uno de los nuestros, o los famosos grupos de cazadores independientes que usan nuestra bandera para conseguir trabajos y lucrar con nuestra imagen para hacerse famosos, vendrían siendo lo mismo.—externó Sasha mientras caminaba a su lado.
—En el calor de la batalla quedan al descubierto, no cuentan con el entrenamiento requerido, no están capacitados para morir por una buena causa, esos usurpadores no son más que unos cobardes que huyen antes de morir, ahí se delatan, no son capaces de luchar por los más débiles.
Una vez que llegaron a donde se encontraban los aspirantes, un fuerte grito los sacó de sus laureles.
—¿Quieres asustarlos tu o lo hago yo?—le preguntó Sasha a Reynar y este sonrió de lado y respondió.—hazlo tu, siempre debe haber un instructor bueno y uno malo.
—¿Tú serás el instructor bueno?
—No, tu serás la mala y yo el peor jajaja.
—Me parece bien.—Sasha carraspeó la garganta y gritó a todo pulmón.—¡Muy bien aspirantes! ¡Se acabó su relajada vida de mierda! ¡Pongan mucha atención por que no repetiré ni gastaré mi saliva en vano! ¿Por que están aquí?—les preguntó Sasha con voz fuerte.
Nadie sabía que contestar, pensaban que debían decir las palabras correctas.
—¿Disculpe señora? —preguntó un desafortunado minotauro.
—¿Que no escuchaste becerro? Si no te sirven esas malditas orejas te las arranco de una vez.—Sasha agarró una daga y se acercó al minotauro para intimidarlo y este tragó saliva.
De pronto, una voz se asomó de entre la multitud.
—Estoy aquí para dar mi vida por los más débiles, para defender al desvalido, para socorrer a los que no pueden pelear por si mismos.—expresó un hombre de cincuenta y cinco años de edad, tenía un ojo inservible y se veía más grande de lo que era en realidad.
Todos lo miraron sorprendidos, dudaban que alguien como él estuviera siendo parte de los aspirantes.
—¿El asilo esta del otro lado señor.—le dijo Sasha mirándolo extrañada.
—Disculpeme señora, pero no busco un refugio de ancianos, tengo cincuenta y cinco años de edad, aun puedo pelear y mantener el ritmo.
—¿Como te llamas? Le preguntó Reynar mirándolo con detenimiento.