Mi amante, el príncipe de jade.

Un invasor indeseable.

 

El viento sacudía las copas de los arboles, silbaba fuerte como si anunciara al enemigo, Alejandro tenía un dicho que transmitía a todos sus cazadores “El viento puede convertirse en tu mejor aliado si aprendes a escucharlo” se cuela sobre los tejados, se mezcla entre las voces de sus enemigos, puedes saber de donde viene, pero no a donde va, es astuto, ligero, impredecible y es libre, sin importar cuantas veces intentes retenerlo, este se deslizará entre tus dedos, acariciando sutilmente tu cara para demostrarte que es indomable, aun así, puede circular a tu favor, porque nunca deja de moverse.

El viento trajo un aullido escalofriante esa noche, alertó a los centinelas, despertó a los niños, asustó a los que apenas se estaban durmiendo y puso en guardia a los guerreros que se disponían a descansar.

—¿Escuchaste eso? Sonó como un lobo…—dijo uno de los centinelas que escuchaba atento para poder saber si estaban en peligro y si debían alertar a la ciudad.

—No creo que un lobo tenga la capacidad de aullar de esa forma tan profunda.—exclamó el compañero tratando de entender lo que estaban escuchando.

—Espera, no hagas ruido, algo se aproxima…parece una montaña veloz.

—¿Que? Dame eso, quiero mirar yo también.—el centinela agarró los binoculares y enfocó su mirada hacia las colinas y efectivamente, algo se aproximaba a gran velocidad, corría en cuatro patas y no parecía del todo humano.

—¿Que es eso? ¿Un humanoide? ¿Algún quebranta huesos?

—No….es…

Ni si quiera terminaron de hablar cuando Feliz pegó un gran salto y les salió al encuentro, escalaba las murallas arañando con gran facilidad, clavaba sus garras en las paredes y eso le ayudaba a saltar los muros de manera rápida, los centinelas tocaron las campanas y las trompetas para advertirle a su gente lo que esta pasando, pero tan pronto como feliz entró a la ciudad de los cazadores, los degolló.

—¡Licantropo! ¡Un hombre lobo ha entrado a la ciudad!—gritaban los centinelas que se encontraban del otro lado, eran varios grupos de vigilantes, distribuidos en líneas especificas de la ciudad que cuidaban los puntos más vulnerables y visibles, donde podían observar a todo aquel que se acercaba, ya fuera un animal, un humano o un ser sobre natural.

Las campanas, las trompetas y las luces de bengala avisaban el tipo de problema al que se estaban enfrentando, dependiendo el color, se consideraba el tipo de peligro en el que se encontraban, en los cuatro sectores se lanzaron bengalas de color rojo brillante, que daban a entender que estaban siendo invadidos por una fuerza mayor.

—¿Que esta pasando?—se preguntaban los habitantes desconcertados.

—¡Vuelvan a sus hogares y no salgan! ¡Que ningún civil se exponga! ¡Repito vuelvan a sus casas y aseguren bien las puertas!—gritaban los soldados que estaban encargados del orden publico.

—Ay demasiado alboroto señor ¿realmente cree conveniente que nos quedemos sin hacer nada?  Quizá podamos ayudar en algo.—le dijo un padre de familia mientras sostenía un hacha.

—Créame, ayuda más manteniendose a salvo, cuide la integridad de su familia y déjenos a nosotros correr el riesgo.— le respondió el guardia dejando segura a la familia.

En el momento en el que escucharon las alarmas, Alejandro salió de su mansión de la mano de Ginebra, acababan de terminar sus Ena romántica por motivos de su aniversario y fueron interrumpidos por todo el alboroto.

—¿Un intruso? ¿Quién sería capaz de profanar esta ciudad si sabe que esta llena de cazadores y soldados experimentados?—preguntó Ginebra con el corazón acelerado.

—Un tonto que ignora las advertencias.

—¿Algún sospechoso?

—Tenemos muchos enemigos, sería difícil decidirme por un solo nombre.—le respondió Alejandro soltando un suspiro, realmente quería pasar una noche tranquila con su hermosa esposa y disfrutarla por lo menos dos días seguidos de repetidas muestras de amor.

—¿Quieres que me quede aquí? ¿Voy al sanatorio por si se ofrece mi servicio?—preguntó Ginebra ignorando la gravedad del asunto.

—La señal fue de un solo enemigo, pero fue una bengala roja, quieres ecir que es peligroso, quédate aquí, si llegamos a necesitar tu poder serás escoltada hasta el sanatorio.

—¿Vas a estar bien?

—Por supuesto, ya sabes que siempre me mantengo con vida para volver a verte.

—Te amo Alejandro, cuídate por favor.

—Yo también te amo, espérame aquí, regresaré a terminar lo que empezamos.—exclamó el hermoso Alejandro con una sonrisa dulce.

Alejandro y Ginebra se despidieron con un beso y enseguida llegaron Reynar y Lucia montados en sus caballos, estaban listos para la batalla.

—¡Papá! Trajimos a tu caballo, estamos listos para defender el frente, la criatura que saltó los muros es un hombre lobo, al menos es más parecido a eso que aun humano.—declaró Reynar apurado.

—No alboroten a toda la ciudad, que los novatos vayan a cuidar a los civiles junto con los soldados, aun no están preparados para enfrentarse a un ser sobrenatural, que solo permanezcan atentos si se presenta alguna otra amenaza, yo seré quien lidie con este asunto.

—¿Estás seguro? Yo puedo ir por ti, quédate con mi madre.—le dijo su hijo mirándolo fijamente.

—No, esta cosa me acaba de interrumpir en un momento especial con mi esposa, no lo voy a dejar pasar.

Lucia le entregó a su hijo Eren para que Ginebra pudiera cuidarlo en su ausencia y ella lo recibió con agrado.

—Abuela, no me dejan pelear con ellos, traje mi espada conmigo.

—Eso es por que aun eres pequeño, pero algún día lucharas con tus padres y tu abuelo, pero ahora debes permanecer a salvo.—Eren abrazó a Ginebra y ambos se metieron a la mansión la cual estaba bien resguardada por su escolta.

—Gracias por cuidarlo.—le dijo Lucia con una sonrisa.

—Cuídense mucho por favor.

—¿Estás segura de que no quieres quedarte con Eren y Ginebra? —le preguntó Alejandro quién no quería exponerla.




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