Habían pasado quince años desde la ultima vez que nuestros amigos se vieron amenazados por su enemigo, a partir de ese momento vivieron atentos a cualquier movimiento que Teldrasil y sus hermanos pudieran hacer en contra de ellos, a la espera de cualquier amenaza sin importar lo minúscula que fuera, siempre alertas, cuidando la vida y la integridad de los más vulnerables, las princesas y los príncipes, futuros herederos del imperio Romani, especialmente Lía y sus hijos, quienes eran considerados como los últimos tres titanes de su mundo, por ese tiempo, Caryn nunca salió a la superficie, no conoció el exterior debido a que ella era el blanco de toda esa discordia, el tiempo fue agotador para nuestros héroes, pues Teldrasil no actuó contra ellos durante todos esos años, eso los llenó de confusión he incertidumbre, Teldrasil se deleitaba en el suspenso que les propiciaba, pues no sabían ni el día ni la hora en la que su espada sería desenvainada.
—Duerman tranquilos amigos míos, coman y beban en paz, sigan enriqueciéndose, que les cortaré el cuello cuando menos se lo esperen, llénense de confianza y disfruten del tiempo que les queda, para mí el tiempo no es una espera, lo que para ustedes es un año, para mi solo son minutos, por eso no se angustien, no velaran a ningún ser querido, sus manos no enterrarán a sus seres amados, aun no.—decía Teldrasil mientras los observaba y sonreía lleno de satisfacción.
Así fue como nuestros amigos vivieron ese tiempo, cuando vieron que Teldrasil no se pronunciaba, decidieron dejar de vivir a la defensiva, se prepararon, entrenaron y siguieron cada uno con sus vidas, convirtiéndose en el linaje más poderoso y rico que jamás hubiera existido.
El ejercito de los dioses gemelos se había fortalecido aun más, eran innumerables, incontables todas sus hazañas, temidos y respetados por pertenecer a los dioses gobernantes de la tierra, Beatriz Alayon los dirigía con mano de hierro, era conocida por su fuerte carácter, decían que había nacido para la guerra o para gobernar el mismo infierno, así de temida y respetada era por todo tipo de guerreros, la gran bruja negra era una leyenda en el campo de batalla.
Leonardo permanecía en su puesto de principal consejero del rey Valeska, él he Igorif eran sus hombres de confianza, pero siempre había candidatos que anhelaban un puesto similar, decían que estar cerca del rey te daba poder he influencia y era verdad, por eso el rey no aceptaba a cualquiera para meterlo a su círculo más cercano y esto llenaba de celos y resentimiento a muchos en la corte.
Lía se propuso ser más que una Reyna de adorno y le pidió permiso a Eira para visitar el inframundo de vez en cuando y entrenar en sus habitas más heridas y peligrosas, el inframundo era el lugar perfecto para abrir portales y pelear con todo tipo de demonios, no quería estancarse , necesitaba explorar todo su poder y de lo que era capaz para estar lista el día que Teldrasil intentará levantar su mano contra sus hijos.
El día que Lía se apareció afuera del castillo de Eira y le avisaron que lo mandaba buscar, su corazón brincó de golpe, se quedó perplejo, la ultima vez que la vio fue el día de su boda con el rey de todo, no hablaron mucho y no quería ser una piedra de tropiezo para ella o Valeska, pensó que no volverían a verse, por eso no supo como reaccionar.
—¿Majestad? —le preguntaron sus hombres al verlo congelado.— ¿quiere que le demos algún recado a la reina del mundo exterior?
—¿Qué? No, iré yo mismo hablar con ella, que nadie me interrumpa.
—Como ordene majestad.
Eira se dirigió a ella lleno de emociones inexplicables, ansioso, emocionado, nervioso, inseguro y más, su separación fue muy dolorosa para ellos, haber sido su familiar y abandonarla fue como arrancarle una parte intima de su corazón, alguna vez ella fue su todo, su mundo entero, hubieran tenido la historia de amor perfecta de no haber sido por el caprichoso destino que los separó, simplemente no debían amarse, eso estaba fuera del guión, de lo correcto, condenados a un rotundo fracaso y aun corazón roto.
Y aun que los dos habían encontrado a su pareja destinada y eran muy felices, nadie podía borrar lo que algún día fueron, ni siquiera ellos, tanto amor no pudo desaparecer con los años, o se transformaba o crecía aun más, su amistad sobrepasaba el limite del tiempo, su hermandad era inevitable, al igual que al confianza que se tenían el uno al otro.
Lía sabía que Eira siempre la apoyaría y la ayudaría, él era una de las primeras personas en las que pensaba cuando estaba en problemas y Eira sabía que Lía jamás lo defraudaría, eran confiables el uno para el otro, seguían siendo almas cósmicas, pero con un giro distinto, más que simples amigos, eran entrañables, como dos personas que disfrutaban de una intima amistad inseparable, ellos siempre serían una familia junto con Vinland y Lilith.
Cuando las puertas se abrieron, los ojos de ambos se llenaron de lagrimas y corrieron abrazarse.
—Lía…
—Eira…
¿Cuanto habían estado conteniéndose? Pensando que era pecado si quiera dirigirse la palabra, recordarse con añoranza, extrañando todas sus aventuras, todos esos momentos que los hicieron tan felices.
—¿Que haces aquí? ¿Esta todo bien? ¿Te hizo algo ese vampiro?—le preguntó Eira mientras la revisaba.
—No, no es eso, Valeska me trata de maravilla, no me quejo…bueno, pasó algo con una princesa elfa, pero ya pasó jeje.
—¿No me digas que se atrevió a serte infiel?—preguntó Eira furioso.
—Ella hizo de todo para seducirlo, pero Valeska se mantuvo firme por mí, por un momento pensé que me había engañado, pero él jamás me faltó.—le dijo Lía con una sonrisa.
—Siento que haz vivido muchas cosas desde que nos alejamos, hasta tuviste otra hija, Minerva.—externó Eira con tristeza.
—Ahora tengo dos hijos, aunque yo siento que tengo cinco…—respondió Lía con la mirada llena de añoranza.