Mi amante, el príncipe de jade.

La princesa de la muerte

 

Ella era igual a la única rosa roja del jardín, como una flor resplandeciente en medio de la fría nieve, una rosa irresistible y llena de espinas, las personas no podían tocarla sin protección porque era peligrosa, demasiado Lindas sus mejillas, pero tóxica como el arsénico, un solo rose suyo te dejaba sin los nutrientes esenciales, te robaba la energía, la salud, era como la encarnación de la muerte, solo su padres tenían la capacidad de tolerar su doloroso abrazo, Valeska se había acostumbrado al malestar corporal de tenerla sentada en sus piernas, era un dios después de todo, su propia hija como colmo, la amaba, el dolor era placentero para él, todo con tal de no tratarla como un objeto tóxico.

Pero no todos tenían tal tolerancia al peligro que la princesa minerva representaba, su madre tenía que usar un hechizo de protección para poder convivir con ella, pero era igual que tener guantes que te quitaban la sensibilidad, era como besar una pantalla o un muro, similar abrazar a alguien de manera superficial, la reina Lía trataba de compensar todo eso con palabras llenas de amor y afirmación, pero en el fondo de su corazón, temía que Minerva se sintiera diferente, por que lo era, era la primer persona que conocía a la que no podías tocar con libertad, pues hacerlo significaba la muerte.

Muchos sirvientes murieron ignorando los rumores y las advertencias sobre “la princesa maldita” creían que solo era un cuento inventado por el rey para asegurar la integridad de su única hija, “El rey la ama profundamente” debe sentir celos de que alguien más la toque y por eso inventó ese rumor, se decían algunos ignorando el peligro al que se enfrentaban y su destino era morir de la manera más desagradable que jamas se hubieran imaginado, perecían travez “del toque de la muerte” o “el abrazo maldito”.

Incluso algunas sirvientas llegaron a suicidarse colándose a la habitación de la princesa  para dejar este mundo que tan cruel les parecía,  esto se salió de control, pues recogieron un total de quince cuerpos a los pies de la cuna de la princesa, la bebé rebozaba de salud y belleza cada vez que consumía la vida de aquellas mujeres, su crianza fue un reto para los reyes del imperio vampírico, tenían miedo de hacer las cosas mal y tratarla como aun monstruo.

Las personas comenzaron a tenerle miedo he inventaban todo tipo de rumores sobre ella, la llamaron “la bruja del toque” Minerva creció siendo temida, odiada, entre prejuicios, rumores y todo tipo de chismes sobre ella, decían que ningún hombre querría desposarla en el futuro.

Siempre será una princesa, jamás se convertirá en reina, ningún príncipe querría a un monstruo como ella, incluso en los reinos vecinos se conocía su secreto más intimo, aquel que no quería revelar a nadie por que era su cruz, su tortura y su mayor arrepentimiento del cual se culpaba todo el tiempo

“Yo maté a mi hermano” “es mi culpa que este muerto” “es mi culpa que mamá llore su muerte todavía” (se decía así misma en forma de castigo.

Valeska era el único que la abrazaba piel a piel, por eso Minerva a doraba a su padre, era su ejemplo más grande, lo amaba con devoción y lo respetaba más que a nadie en este mundo, creció siendo lejana de su madre, sentía vergüenza de ser la razón de uno de sus mayores sufrimientos, creí que entre más lejos, menos daño le causaría.

Como lo dije, Minerva era una hermosa rosa, una con espinas venenosas y mortales, no había criatura que no la admirara por su belleza y su gran parecido con su madre, pero Minerva sabía que todos esos elogios solo eran palabras de miedo disfrazadas de halagos.

—Se ve preciosa princesa, será la mujer más hermosa de la noche.—decían su servidumbre embelesados por su apariencia.

Minerva sonrió al verse y se dijo así misma:

—Espero te hayas convertido en un hombre digno del trono hermano, yo me he preparado para ser una reina.

La princesa salió de su habitación y con la espalda recta y la mirada fija al frente se dirigió hacia el salón principal donde estaban esperándola, ella y sus padres saldrían juntos a recibir a Aspen, aunque su defecto era evidente, había otros que reconocían sus virtudes, aquellas que solo obtienen los líderes que nacieron para gobernar el mundo y sus alrededores.

Decían que Minerva jamás bajaba la mirada, aun sabiendo que los que la miraban la despreciaban, les sostenía la mirada retándolos “ponme un dedo encima y entonces realmente me conocerás” decían que ella no conocía el miedo ni tampoco la duda, era tan valiente como hermosa, una dama hecha para llevar una corona y bromeaban en la corte diciendo “Si el príncipe heredero se descuida esta mujer puede gobernar en su lugar” creían que ella había heredado la astucia y el liderazgo de los dos reyes más grandes de la historia “Alejandro y Valeska de Romani”

Afirmaban sin freno en la lengua “La princesa Minerva es del rey Valeska” y “El príncipe Aspen es de su madre la reina Lía” asociando esto a que sus habilidades y carácter eran más similares a sus progenitores pero a la inversa.

Minerva conocía sus desventajas, era la segunda al trono, más sin embargo lucharía por convertirse en emperatriz si su hermano no daba la talla, era ambiciosa y soñaba en convertirse en la primera reina de todo.

—¡Atención! ¡Con ustedes la princesa minerva de Romani!—exclamó el vocero anunciando su entrada triunfal.

Todos voltearon a verla, a Valeska se le llenaban los ojos con solo verla, era su alegría, su ternura y era adicto a complacerla, él mismo se acercó a escoltarla del brazo hacia donde estaba su madre, Beatriz y Leonardo.

—Mi alegría esta completa cuando te veo hija, tu y tu madre son las mujeres más bellas del imperio y del mundo entero.

—Dicen que la princesa Isabela es la mujer más bella del continente.—exclamó Minerva para ver que le contestaba.

—¿Quien dijo eso? Le cortaré la cabeza. —declaró el rey ofendido.




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