Aquella noche el cielo lloró desatando una gran tormenta, lamentándose por la muerte de dos lobos asesinados por la maldad del engaño, la mente de la santa estaba fragmentada, pero su corazón no y este agonizaba de dolor por la muerte de dos de sus seres amados, la crueldad de Teldrasil no tenía limites, decía apreciar a su diente de león, sin embargo no se tentaba el corazón a la hora de utilizarla para sus planes llenos de venganza.
El ángel de la guerra caminaba con aquel demonio herido en sus brazos, había sido difícil decidirse entre ella y el amor de su vida Carin, quien había ansiado ver desde hace mucho tiempo atrás, seguía igual de hermosa y aun que su rostro era diferente y ahora tuviera otro nombre, su cabello seguía siendo el mismo, rosado como los cerezos que florecen en primavera en las tierras lejanas, así de lejana era ella para él, a pesar de haberla tenido tan cerca, no pudo acercarse, por que Beel lo necesitaba.
—Lo siento…por favor…perdóneme…lo lamento…lo…siento…—deliraba Beel con una expresión de dolor profundo.
Azazel la miró con gran tristeza, le daba mucha pena verla en ese estado, ansiaba decirle que Teldrasil era el verdadero villano de esta historia, que la estaba utilizando para sus planes más sangrientos y ruines, pero sabía que Beel jamás le creería, no con ese maldito sello en su alma, el cual la segaba completamente.
—Eres la criatura más desdichada que conozco, la villana de una historia mal contada, con esto, tus familiares te odiarán, seguro que te creerán un monstruo, tu fama se extenderá hasta los confines más ocultos de la tierra, serás la asesina y nunca la heroína, ese maldito te ha manchado las manos de sangre, la sangre de tus seres amados, serás marginada y tu corazón se endurecerá debido al dolor amargo, pero yo estaré contigo, yo seré tu aliado, te acompañaré en el viaje mientras te diriges al tribunal donde los jueces serán tus propios seres queridos.
Azazel la recostó en el suelo encharcado por la insistente lluvia, la tormenta empapaba sus cuerpos tratando de cobijar la vergüenza, la culpa y toda esa pena.
—Esta es la segunda vez que te encuentro sufriendo bajo la lluvia… ¿como es que verte así no le duele? Él no te ama…mi hermano no conoce el amor.
Había dos formas de curar a una persona moribunda, con la sangre de un ángel o con el beso de la paz, Azazel escogió la segunda y acercó sus labios hacía Beel y ambos se iluminaron y al instante, Beel comenzó a sanar.
Poco a poco empezó abrir sus ojos, estaba confundida, desorientada, Azazel seguía teniendo sus labios unidos a ella, de repente Azazel abrió los ojos, se había quedado así de manera inconsciente y cuando vio que Beel ya había despertado, se alejó de ella de manera precipitada.
—Maestro… ¿Que hace aquí?—le preguntó Beel con una voz dulce y tierna.
—Te encontrabas inconsciente debido a la herida mortal que tenías en el vientre.
—¿Herida?
—Tuviste una pelea ¿recuerdas?
Después de unos segundos, Beel recordó y miró a todos lados.
—¿Que pasó? ¿Donde está mi señor? ¿Y los lobos?
—Tu…los asesinaste…—exclamó Azazel mientras levantaba con su mano derecha la piel ensangrentada de Lilith.
Al ver aquel pelaje el corazón de Beel se encogió y se agarró el pecho arrugándose la ropa.
—Si cumplí con mi misión…¿entonces por que me siento tan miserable maestro? Me siento morir…—exclamó Beel envuelta en lagrimas.
—No tienes que seguir con esto, si quieres abandonar la encomienda, yo te apoyaré, te convertiré en mi subordinada, no tiendes que hacer nada para ganarte mi favor porque ya lo tienes, no te obligaré a matar, no tendrás que demostrarme nada, no te echaré de mi presencia, yo mejor que nadie sé que tu alma no esta corrompida, hay seres de luz con más maldad que un demonio…eso lo acabo de descubrir.
—Dígame algo ¿El señor Teldrasil sabía que estaba herida?
—Si…
—¿Y aun así se fue?—le preguntó Beel con gran dolor.
—Yo lo mandé al paraíso por un buen rato, tenía que pensar en muchas cosas y solo lo haría si lo obligaba ha irse.
—¿Entonces no me abandono?
—Beel…¿El amor y la devoción que sientes por mi hermano es la de una hija aun padre? ¿La de una creación a su creador? ¿Es gratitud? O tal vez tu…
—¿Usted cree que los demonios se pueden enamorar? ¿Las criaturas tan viles como yo pueden llegar a sentir aquello que emociona el corazón de los mortales?—le preguntó Beel con la mirada apagada.
—Tu no eres una criatura vil…
—A pesar de haber cumplido con mi deber, me siento inmensamente culpable, usted me habla de abandonar este camino, pero no hay vuelta atrás, no hay redención para mí a pesar de ser la santa del señor Teldrasil ¿habré condenado mi alma en el momento de aceptar mi encomienda? ¿O será que es parte de mi restauración por ser un ser maligno? Me aferro a creer en mi segunda interrogante, pero por favor…no hablé de esto con nadie, el señor Teldrasil no debe saber como me siento, lleve usted mismo esa piel, el solo hecho de tenerla cerca me hace sentir miserable…—exclamó Beel conteniendo sus lagrimas.
—Eso es por que no estás hecha para eso ¿por que no lo abandonas?
—¿Qué?—Azazel le había dicho esas palabras refiriéndose a que Beel era demasiado noble para una carga semejante, pero Aquellas palabras fueron retorcidas por las inseguridades y las penas de la santa.
—Deja este teatro y vive en la verdad.
—¿Usted cree que no puedo hacerlo?—le preguntó Beel con dolor.
—No es eso, pero tu corazón es justo y noble.
—Maestro…esto es lo que soy una asesina, una santa que se venga de los enemigos de su señor, usted tiene razón, no puedo hacer esto debido a la estúpida nobleza.—le dijo Beel mirándolo fijamente.
—Beel, mi hermano te destruirá, no podrá encontrar el perdón si termina de corromperte.
—Me desharé de este corazón entonces, solo así dejaré de sufrir tanto….—Beel se convirtió en una serpiente Gigante y salió de su presencia como si huyera de él.