Mi amante, el príncipe de jade.

Una loba solitaria.

Ellos eran mis padres, esos cuerpos desmembrados y desollados eran todo para mí, mi amada familia, la lluvia había arrastrado su sangre diluyéndola en sus aguas encharcadas, el cielo lloraba conmigo, mis gritos se ahogaban con el ruido de los relámpagos que destrozaban las compuertas celestiales, esto no era una pesadilla, el corazón me brincaba deseando atravesar mi pecho ¿donde estaban sus suaves pelajes? ¿Quien se los había llevado? ¿Quien le había quitado la vida a mis padres? ¿Quién me había dejado en la miseria?

—Papá…mamá…lo lamento, lo siento, no pude salvarlos…no pude, soy demasiado débil…¡Háblenme! ¿Por que no me responden? Sus cuerpos están fríos, ya no puedo sentir su corazón ¿que voy hacer sin ustedes? Tengo miedo…—exclamó Carin mirando a todos lados desconfiada, la oscuridad la rodeaba cobijando con su abrazo siniestro.

Carin dejaría de ser una cachorra en unos meses, aunque su apariencia era la de una joven adulta, su edad demoniaca aun equivalía a la de una niña de quince o catorce años, pero era esencial la cercanía de sus padres para que le enseñaran a cazar por si sola, a defenderse y valerse por si misma, ella no conocía el mundo humano, era extraño y ajeno para ella.

Con su hocico movía los cuerpos fríos de sus padres y se acurrucó con los cadáveres de sus progenitores mientras se deshacía en llanto.

—¡No me abandonen! ¡Regresen a mi lado! Por favor…aun los necesito, quiero seguir durmiendo entre ustedes, quiero que me acicalen y me llenen de su saliva el pelaje, quiero correr a su lado por los desiertos de arena negra del inframundo, quiero sentir sus cuerpos cálidos y sus muchos consejos…aun teníamos mucho por vivir, no me será suficiente vivir de recuerdos, los amo…mami…papi…los amo…—decía Carin entre lagrimas.

Era una tradición enterrar a los muertos en el lugar donde morían, pues se decía que las almas de los caídos encontrarían más fácil el camino a la reencarnación o al descanso eterno si ya eran almas muy viejas, así que Carin cavó una fosa donde colocó a sus padres y después de tapar su tumba con su hocico raspado emitió un aullido melancólico que resonó en aquellas tierras entristeciendo a la naturaleza.

Carin huyó de aquel bosque dejando su corazón enterrado junto a sus padres, la hermosa loba blanca correa sin rumbo, completamente desorientada, agotada y llena de dolor.

—Algún día atrapará a su asesina y le haré pagar por todo el daño que nos hizo, les prometo que vengaré su muerte.—exclamó Carin mientras lloraba rompiendo el viento con su cuerpo al limite.

Carin perdió la cordura esa misma noche, no pensó en regresar al inframundo, sentía que ya no quedaba nada para ella en aquel lugar que solo la mataría de tristeza.

—Ya no pertenezco a ningún lugar, estoy sola, no tengo a nadie, este será mis castigo por no haber sido capaz de salvar a mis padres.—se decía Carin mientras corría de manera desenfrenada.

Por otro lado, Lía se encontraba caminando entre los pasillos del gran castillo cuando de repente, aquel aullido llegó a su corazón clavándosele como una flecha, la reina se detuvo de golpe y como si se tratara de una maldición, su magia sensorial pudo escuchar todos los gritos de Carin, los aullidos de Vinland, y las ultimas palabras de Lilith.

La emperatriz calló al suelo agarrándose el pecho y emitió un grito desgarrador que sacudió todo el reino vampírico y sus alrededores.

—¡Noooooooooo! ¡Lilith! ¡Vinlan! ¿Por qué? ¡Ahhhhhhhhhhh!—la reina se desgarró la garganta entre sus lamentos.

Todos en el castillo sintieron como su piel se les erizaba debido al llanto de Lía, Valeska se alarmó en gran manera al igual que sus hijos y estos acudieron a Lía a toda prisa.

—¿Que sucede madre?—preguntaron sus hijos con el corazón acelerado.

—¡Lía! —Valeska se arrodilló a los pies de su esposa, pues ella estaba postrada en el suelo llorando amargamente.

—Mamá…—Exclamó Minerva al verla tan quebrantada y sintió pena por ella.

—¿Quién te a lastimado? Dime quién s atrevió a romper tu corazón y lo haré pagar por cada lagrima que haz derramado.—exclamó Aspen enardecido.

—Vinlan y Lilith….ellos han muerto…¡Los asesinaron!—gritó Lía ahogándose en su llanto.

—¿Qué?—Valeska sintió un gran vértigo y al instante, Lía se desmalló, la impresión fue tanta que perdió el conocimiento.

—¡Mamá!

—¿Lilith y Vinland están muertos?—preguntó Minerva en shock…Lilith era como una madre para ella…

—Aspen, trae a tu abuela, manda a un criado a que le avise lo que ha pasado, es mejor que su madre descanse un poco, debemos averiguar que ha sucedido y tomar cartas en el asunto.

—Si padre.—Aspen se fue con el ceño fruncido, odiaba ver sufrir a su madre, esto no lo dejaría pasar.

Valeska se llevó a su esposa en sus brazos hasta su habitación, estaba muy pensativo, sabía que Lía no se recuperaría tan fácilmente de ese golpe tan duro.

—Vinland y Lilith están muertos… tus seres amados, tu amigo y tu madre, tu familia, no puedo concebir lo que siente tu alma por que nunca he perdido a un ser amado, pero si algo te ocurriera a ti o a nuestros hijos, Amis padres o a mi hermano, seguro perdería la cabeza y el alma también, juré protegerte, pero siempre terminas herida, algo no estoy haciendo bien, perdona mi incompetencia.

Entonces Valeska se acordó de Carin y se detuvo en seco.

—Su cachorra… ¿donde esta ella?

Valeska le debía mucho a Lilith, por el simple hecho de haber criado y cuidado a Lía en el tiempo que vivió en el inframundo, la loba blanca fue una madre, una amiga y un refugio para ella, Valeska esta seguro que sin ella, Lía no habría soportado ese infierno, sobrevivió por las muchas veces que Lilith arriesgó su vida por ella el inflando cuando era una niña pequeña, así que si, el rey de todo lamentaba la muerte de esos lobos y su corazón se entristeció.

—Voy a proteger a su hija, de la misma forma en la que ustedes cuidaron de mi esposa…lo juro.




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