Mi amante, el príncipe de jade.

Perverso

Teldrasil era maligno y de corazón perverso, la luz que había en él, resultó ser oscuridad, tan malicioso y tenaz que se gloriaba en la discordia que ocasionaba, su trono eran las mentiras que sembrara en los corazones a los que después devoraba, veía con agrado como se destruían unos a otros, era inteligente, astuto, un lobo disfrazado con la piel de un tierno cordero, su belleza era solo superficial, su verdadera forma era la de un diablo, por dentro, Teldrasil era un peligroso dragón que estaba dispuesto a quemarlo todo con tal de ver el mundo arder.

—¿Beel? ¿Te refieres a mi santa? Su nombre no es Beel, si no diente de león ¿quieren verla? Puede que sus manos aún estén manchadas con la sangre de esos perros rabiosos jajaja.

—Ya cállate maldito…—Exclamó Emm apunto de explotar.—le temblaban los huesos, era capaz de intentar subir al paraíso solo para asesinarlo.

—Ah…ahora veo, tu eres su hermano gemelo, ya te recuerdo, eres igual de hermoso que mi diente de León, tan oscuro y salvaje, mira como tiemblas, estas apunto de desobedecer a tu ama con tal de hacerme algo de daño, es una lastima que no puedas acercarte a los cielos, ni con la punta de la nariz podrías acercarte a mí, este es mi cuerpo astral, soy como un fantasma jajaja, cuanta impotencia debes sentir en estos momentos, quieres rescatar a tu hermana, pero es imposible, yo jamás la soltaré, es mía y no pienso devolvértela a ti ni a esa maldita bruja a la que llaman reina.—declaró Teldrasil con una mirada repleta de desprecio.

—¡Ya fue suficiente!—Gritó Lía haciendo explotar la proyección astral de Teldrasil y este se rompió en miles de fragmentos vidriosos brillantes y mientras el aire se lo llevaba reía de manera psicópata mientras desaparecía.

—Emm…Lía…—Pronunció el rey del inframundo al verlos tan mal.

—¿Quien es ese miserable? ¿Como se atreve a faltarle el respeto a mi madre?—preguntó Aspen enardecido.

—No es más que un cobarde, creí que seguiría escondido en su coladera…el maldito se acaba de declarar nuestro enemigo.—Exclamó Valeska con el ceño fruncido.

—Pues a mi madre nadie la insulta.—dijo Aspen y entonces abrió nueve portales en total y desapareció paulatinamente.

Todos podían ver como avanzaba traspasando cada uno de los portales que abría hacia el cielo.

—¡Aspen! —exclamó Lía al ver que su hijo se alejaba, pero esta tan desconcertada y afectada por lo sucedido que no pudo detenerlo a tiempo.

—¡Principe! —gritó Leonardo preocupado.

Valeska abrió los ojos de golpe y abrazó a Lía para llevársela con él, invitándola a abrir un portal para que pudieran salir de ahí lo antes posible, pues ella estaba temblando.

—Leonardo, tienes prohibido regresar sin mi hijo.—le advirtió Valeska mirándolo con fiereza y antes de desaparecer con su amada, les ordenó a todos.—¡Unanse al ejercito del rey del inframundo y encuentren a Carin!

—¡Si majestad!—respondieron ellos con claridad.

—Lía…¡Lía!—Gritó Eira al ver que estaban por llevársela.—Beel no es un monstruo…—exclamó casi en forma de susurro cuando vio que Lía se desvanecía en los brazos de su esposo y entonces el portal se cerró dejando a Emm con el rostro entenebrecido.

—Emm yo…—Eira dio tres pasos hacia él y después paró en seco al ver que no estaba listo para ser razonable.

—Si el príncipe Aspen no lo mata, entonces yo lo haré, encontraré a Beel y la obligaré a regresar a casa.

—No puedes salir en ese estado, ven conmigo, hablaremos al respecto.

El ejercito infernal se puso en guardia apuntando a Emm con sus espadas, pero Eira les impidió lastimarlo y entonces él habló:

—¡No me toques! No puedo regresar al castillo con las manos vacías…¿como se supone que la vea a la cara sabiendo que no pude traerle a su hija?—le preguntó Emm a su amigo y añadió.— ¿Que clase de hombre sería si permito que mi madre siga llorando así? No puedo soportarlo, ella la esta matando de dolor.

—Si te vas, tu la matarás de tristeza…no seas tan cruel.—le dijo Eira casi suplicando.

—A dios, amigo.—le dijo Emm y este desapareció entre la neblina como un viento siniestro, un soplido demoniaco con tonalidades grises.

—¡Emm! ¡Emm!—gritó Eira desgarrándose al garganta.

—Eira, mi amor…regresemos, estás muy mal, debes descansar.—le dijo Medea mientras lo sostenía.

—No puedo…no quiero…no soportaré perder a Emm también.—confesó el rey Allen de dolor.

Entonces Hades se acercó a él inclinándose ligeramente hacia él y le dijo:

—No lo hará majestad, él regresará, me encargaré de eso, usted regrese a casa, yo dirigiré a sus hombres por usted, su alma esta quebrantada y es peligroso quedar a merced de ese ángel demente, deje que yo corra el riesgo por usted.—exclamó el príncipe Hades con inteligencia y sutileza.

Recibir la bendición del rey para una misión tan importante, reflejaba su favor y su confianza, un acierto que lo beneficiaría en el futuro, no solo su reputación mejoraría, si no que esta era la oportunidad perfecta para mostrarse como el único príncipe capaz de soportar las cargas del imperio, le daría fama, respeto y la admiración de muchos, lo cual le convenía bastante.

Sin lugar a dudas era Denise el que debía estar ahí parado delante de su padre asumiendo su responsabilidad, sin querer había quedado como un cobarde, un príncipe frágil y eso Hades lo usaría a su favor.

Eira miró sus ojos incandescentes, anhelantes de un si y entonces aceptó, puso su mano en el hombro de su sobrino como señal de confianza y le dio su bendición.

—Encuentra a Carin y tráela de regreso a casa.—le ordenó Eira y entonces desapareció.

—Lo haré, querido tío.—Hades levantó la mirada clavándosela en la espalda mientras observaba como se desvanecía junto a su reina y entonces se quedó a cargo.

—Esperamos sus ordenes majestad ¿por donde comenzamos?—le preguntó su ejército y Hades sonrió de lado diciendo:

—Iremos por la llanura, invoquen un Cancerbero, necesitamos su olfato para encontrarla.




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