Mi amante, el príncipe de jade.

Una herida permanente.

La rabia era incontrolable, esa criatura despreciable había hecho algo inconcebible, el honor de la reina era inmanchable, Aspen jamás permitiría que alguien se metiera con su adorada madre, así que en un arranque de ira, abrió varios portales y se adentró a lo desconocido en busca de aquel blasfemo.

Teldrasil no se esperaba una persecución, mucho menos una intromisión a su lugar sagrado, así que en el momento en el que Lía destruyó su cuerpo astral, este quedó sentado en su trono con mucha jaqueca.

—Maldita bruja…me fastidio con su ataque ¿como demonios pudo romper mi proyección astral? La cabeza me va a explotar…maldita sea, esa perra me las va a pagar.—exclamó Teldrasil mientras se agarraba la cabeza.En ese instante, uno de los querubines que cuidaba las puertas llegó corriendo a su presencia.

—¡Señor! ¡Mi señor!—gritó el querubín mientras agitaba las alas.

—¿Que diablos quieres? ¡Deja de gritar como un histérico buitre y déjame descansar! ¿Que no ves que no me encuentro muy bien inútil?—le cuestionó Teldrasil mirándolo con un profundo desprecio.

—¡Es urgente señor! ¡Uno de los titanes ha entrado al paraíso!—exclamó el querubín con gran desesperación.

—¿Que?

—La sangre se le bajó hasta los pies al regente del buen juicio y la justicia, Teldrasil se quedó perplejo, no sabía que sensación lo estaba invadiendo, pero cuando levantó el rostro, ya era demasiado tarde, Aspen ya se encontraba delante de él sacando su mano de aquel portal verde esmeralda y lo agarró del cuello a una velocidad descomunal y lo bajó de su trono azotándole la cabeza en el suelo.

Los ojos de Teldrasil brincaban desconcertados, sus pupilas se dilataron y ni si quiera tubo tiempo de pronunciar una sola palabra, no sabía ni lo que estaba pasando con él, el príncipe aspen lo tenia sacudiendo las calles de cristal iluminado donde lo restregaba.

—¿Que está pasando? ¿Que hace él aquí? ¿Por que es tan fuerte?— se preguntaba Teldrasil en sus adentros mientras lo destrozaban.

—Hiciste llorar a mi madre…jamás te lo perdonaré.—le dijo el vástago del rey con una voz gruesa y profunda, Teldrasil tragó saliva y Aspen lo agarró de los cabellos y lo azotó contra las columnas d oro una y otra vez hasta que las destrozó.

Todos los querubines, los ángeles guardianes y las bestias espirituales se quedaron boquiabiertos al ver como Tledrasl estaba siendo tratado, trataron de interferir, pero Aspen se los impidió, asesinando a cualquier valiente que se atreviera a interrumpir su momento glorioso, esta extasiado por humillarlo de esa manera, la mascara que llevaba puesta no dejaba a relucir la gran sonrisa que tenía en el rostro.

—Asqueroso pajarraco, sacas lo peor de mí y me encanta jajajaja, me fascina escuchar tus gemidos de dolor, amo la manera en la que te retuerces, eres una gallina, un pedazo de excremento que ensucia mis pies.—le dijo Aspen lleno de euforia.

Una vez que el príncipe heredero estampó la cabeza de Teldrasil contra un muro plateado, este se quedó incrustado con su cabeza metida en el concreto, colgando como si se tratara de algo insignificante.

—No…¿Como diablos entró este demonio a mi santuario? ¿Por que no pude sentir su presencia?—se preguntaba Teldrasil tratando de salir de ese agujero.

—Ven aquí gallina, aun me siento bastante molesto contigo, quiero despedazarte con calma, no me importa pasar una eternidad jugando contigo.

—No puedes….Una criatura como tu no debe…—Teldrasil usó sus manos para salir de ahí, esta temblando de rabia, enardecido por lo que ese pecador le había hecho y añadió con un fuego emanando de él.—¡Eres una escoria llena de perversidad! ¿Como te atreves a estar en mis aposentos sin permiso maldito hereje?

Teldrasil se congeló al instante y enmudeció en el momento en el que vio como el aura de Aspen era tan maligna como la del dios de la destrucción, era incluso más invasiva y perversa que la de aquella criatura ancestral.

—Tú…

Aspen estaba delante de él, quitándose la mascara lentamente y mientras lo hacía revelaba su belleza siniestra, era la criatura más hermosa sobre la faz de la tierra, tanto que Teldrasil se sintió horrendo a su lado.

Dejó ver su sonrisa placentera, sus ojos eran brillantes, preciosas esmeraldas que le recordaban a los ojos de aquella bruja, era el hijo del objeto de su desprecio, descendiente del rey de todo a quién no podía destruir aunque se lo propusiera, él era un titán de sangre pura y sus piernas temblaron llenas de miedo.

—Largo de aquí demonio…

—¿Por que me miras a si? ¿Ni si quiera tu, un ser celestial tan luminoso había visto jamás a una criatura como yo? ¿Mi belleza te resulta abrumadora? O quizá tienes miedo de lo que puedo hacerte, pues sabes bien lo que soy y yo también, mi padre asesinó a Maori, el ángel de la fertilidad cuando le cortó las alas ¿tu eres igual de inferior?

Al instante Aspen apareció detrás de Teldrasil y le jaló el cabello hacía atrás enredándoselo en el puño para someterlo mejor, haciendo que su cabeza se inclinara bruscamente hacia atrás dejando su cuello expuesto.

El Principe Aspen se acercó lentamente a su oreja y apretó aun más fuerte su cabello forzándolo a estar muy inclinado.

—¿Quieres ver lo que le pasa a las criaturas que se atreven a mirarme a los ojos? —le preguntó Aspen con una sonrisa hermosa.

—¿Que?

El Principe lo atrajo hacía él quedando frente a frente y sus ojos verdes comenzaron a hechizarlo.

—Quiero que te lastimes…—-susurró Aspen mientras una luz verdosa iluminaba los ojos violetas de Teldrasil y este respondió completamente embelesado.

—Si señor…

Aspen sonrió perversamente mientras Teldrasl comenzaba a mutilarse a él mismo, se arrancó los dedos con la boca, se sacó los ojos y se arrancó la lengua, todo esto mientras Aspen se sentaba a observarlo.

—Ahora arrodíllate ante mí ángel de la justicia, por que yo me convertiré en el soberano que rige todo lo que existe.




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