Mi amante, el príncipe de jade.

La ira del cielo.

El ángel de la justicia yacía tirado en el suelo, contemplaba desconcertado todo el desastre a su alrededor, sus aposentos habían sido completamente destruidos, su cuerpo por fin se había regenerado por completo, sin embargo, no entendía por que el rostro le dolía tanto, era un ardor que le calaba hasta los huesos.

—Ese maldito…destruyó mi lugar sagrado…¿como se atreve a entrar en mi presencia sin previo aviso? ¿Por que diablos nadie lo detuvo? ¡Son unos incompetentes! ¡Malditos inservibles!

Teldrasil se arrastró hacia los pedazos de espejos que había regados por el pabellón y se acercó a ellos reflejando su desgracia, Teldrasil no podía creer lo que sus ojos estaban viendo, esta marcado por esa bestia.

—¡Ahhhhhhh! .—un grito desgarrador sacudió los cielos, hasta el ultimo rincón del firmamento fue aturdido por el horror que esa herida le provocaba.

Sus manos temblaban mientras se tocaba aquella cicatriz que estaba al rojo vivo.

—No…esto no es posible, mi rostro….¡ese bastardo me arruinó el rostro!—la reacción de Teldrasil fue espantosa, gritaba una y otra vez mientras maldecía.

Los ángeles eran vanidosos por naturaleza, eran las criaturas más hermosas, sublimes y etéreas de la creación, estaban orgullosos de su apariencia, de haber sido bendecidos con la pureza y la luz que los hacía perfectos, herir la apariencia de estos seres, era igual a estar muertos en vida, por eso Teldrasil estaba horrorizado.

—¿Por que no sanas? ¡Apresúrate maldita sea! ¡regenérate ya!

Todo el alboroto llamó la atención de sus hermanos, los cuales regresaban de sus diferentes labores, a excepción de Azazel que seguía en la tierra, pero Set fue el único que se atrevió a encontrarse con él, pues Sephora alegaba que Teldrasil necesitaba tiempo a solas para dimensionar lo sucedido, pues por los ángeles que habían escapado de la furia de Aspen fue que supieron lo que había pasado.

Una vez que Set el arcángel del amor y la compasión subió a los aposentos de su hermano, se quedó sorprendido de ver todo en ruinas.

—¿Hermano? ¿Te encuentras bien?—le preguntó Set mientras se acercaba lentamente.

—Vete, no te me acerques…no quiero ver a nadie.—le dijo Teldrasil quién esta derrumbado en el suelo con la mirada perdida.

La curiosidad fue más grande y extendió su mano hacía su Hermano inclinado hacía él y le descubrió el rostro, haciendo a un lado su cabello dorado y una vez que le vio la cicatriz este retrocedió asustado.

—¡Te dije que no te me acercaras!—exclamó Teldrasil a voz en cuello asustando a un más a su hermano.

—Es verdad…te hirió un titán ¿quien fue? ¿Quien lo hizo? ¿Fue la bruja? ¿Alguno de sus hijos?

—Jamás se lo perdonaré…esto no se quedará así…— declaró Teldrasil lleno de rabia y añadió tembloroso por tanto odio.—me importa un demonio que sea un titán…¡yo soy un dios! ¡Yo tengo e control! Haré que pague con lo que más ama…toda criatura tiene una debilidad…voy a encontrar la suya jajaja y entonces atacaré.

—¿Y tu hermano? ¿El demonio serpiente es tu debilidad?—le preguntó Set con el rostro entenebrecido.

Pensaba que la culpable de la locura de su hermano se debía a que Beel lo había corrompido de alguna manera y la despreciaba cada día más.

—¿Que quieres decir?—le cuestionó Teldrasil triándolo de manera sombría.

—Desde que te fijaste en esa aberración todo en ti se ha vuelto un caos, ella tiene la culpa de todo ¿por que no la matas de una vez? ¿En que nos beneficia su presencia? ¡Esa serpiente no es una santa! Es un ser lleno de pecado y corrupción ¿no te das cuenta? ¡Te ha infectado!—gritó Sent furioso.—¡mírate! Te ha traído demasiados problemas, mira a tu alrededor ¿como es posible que ese príncipe haya entrado a tu paraíso? Es demasiado peligroso para nuestra especie ¿y si decide asesinarnos?

—Mi santa no tiene nada que ver en esto…ella es de las mejores cosas que poseo, no te atrevas a insultarla por que te mato.—le dijo Teldrasil en un tono amenazante dejando a Sent lleno de colera.

—¿Por qué te empeñas en defenderla? No cambiaré mi pensar sobre ese monstruo.

—¡Que te calles! ¡Largo de mi vista!

Teldrasil usó su poder para sacar fuera a Sent sacándolo a las afueras como si fuera un perro.

Sephora estaba parado frente a él y le extendió la mano casi inexpresivo.

—¿Lo hiciste enojar? Te dije que lo dejaras asimilar su situación, estará marcado de por vida, tu mejor que nadie debes saber lo deprimido que estará en los próximos días, deja de entrometerte en sus asuntos, Teldrasl tiene la capacidad de lidiar con esto, por algo es nuestro líder.

—Ni siquiera puede distinguir la magnitud de daño que le hace la convivencia con esa desgraciada…no sabes cuanto la desprecio.

—Pareciera que estas celoso de ella, siempre haz sentido una fascinación por nuestro hermano, me atrevería a decir que es tu favorito ¿no será que te sientes amenazado por su Santa?

—¿De que estás hablando? ¿Como podría estar celoso de una bestia como ella? ¿Que no vez que lo esta contaminado?

—¿Y que es el pecado exactamente hermano? Ya no sé si lo que hacemos nosotros es exactamente motivado por la luz ¿de verdad no te sientes extraviado? ¿Hemos perdido el rumbo?—le preguntó Sephora muy pensativo, reflexionando en cada palabra.

—Eres un ser deprimido, naciente con la responsabilidad de guiar a los puertos, te la pasas envuelto en llanto, reclamos a l cielo, el inframundo, eso es lo que te ha dañado el cerebro, nosotros somos seres de luz, dioses celestiales creados para darle un equilibrio a este universo de maldad, deja d pensar en tonterías.

—¿Y si los malos somos nosotros?

Con esta pregunta, Sent no pudo evitar quedarse callado, pero no podía por ningún motivo darle la razón a su hermano, si no su corazón seguiría pensando en esa tontería.

—Necesitas un descanso, sal a los jardines, acuéstate con alguien, yo que sé, nunca debes olvidar que nosotros somos los buenos, me voy antes de que me contagies esa depresión espantosa.—le dijo Sent alejándose de su presencia.




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