Mi amante, el príncipe de jade.

Lazos

El cielo seguía llorando a mares, dejando caer sus lagrimas incesantes sobre aquellas tierras bañadas por la sangre de los inocentes, regadas por el llanto de aquellos que mueren lentamente mientras esperan su turno para que la muerte los lleve al lado de sus seres queridos, Emm había caminado por varios días en busca de la asesina a la que llamaba hermana, él al igual que Beel, habían cambiado mucho, física, emocional y mentalmente, eran más fuertes y ya eran adultos, Emm era un hombre alto de cuerpo atlético y piel pálida, sus cabello negro le caía en la cara, sus preciosos ojos rojos le daban aires vampíricos, además de que se comportaba como alguien de la nobleza, se había convertido en un caballero, un guardián personal de la reina, su belleza era innegable, un mamaba negra que parecía un dragón cuando se transformaba en serpiente.

llevaba ropas negras y una especie de gabardina roja de seda encima que se amarraba con un listón, solo los miembros de la realeza usaban prendas rojas y al ser considerado un hijo de la gran bruja, tenía permitido usar esos colores vibrantes, Emm ya no sonreía, sinceramente su familia ya no recordaba la ultima vez que su risa se escuchó en el palacio, probablemente murió el día en el que le dijeron que su hermana había desaparecido dejando en su lugar un charco de sangre, las esperanzas de que estuviera viva eran casi nulas, sin embargo, él nunca perdió la fe y la buscó durante muchos años sin éxito.

Perder a un hermano es igual a perder un brazo o una pierna, vives sin una parte de tu corazón y todo te sabe a medias, piensas que si esa persona estuviera, todo sería más lindo el cielo sería más azul, el mar más salado y la comida más sabrosa, desde que Beel se fue, la vida para Emm empezó a desteñirse, desaparecieron los colores y los sabores, las alegrías y el llanto sustituyó a las risas, todo era amargo y siempre lo invadía un sentimiento de nostalgia y añoranza que lo desgastaba.

Ahora era un cuerpo vacío, caminaba motivado por el sentimiento de encararla, una asesina, esa era su hermana, la misma que había fracturado a su familia arrebatándole la vida a sus queridos amigos, dejó huérfana a una niña y le rompió el corazón a su madre postrando en una cama con el miedo de que en lugar de su dulce ama, despierte otra persona, una con el alma rota.

—No import cuanto tiempo me lleve, voy a encontrarte, aun si tengo que ir al abismo del mar te encontraré…—se dijo Emm con el rostro entenebrecido.

Por otro lado, Beel se encontraba con la espada desenvainada y con un costal repleto de acezas, las cabezas de sus enemigos, aquellos desafortunados que ofendían a Teldrasil eran masacrados por ella, la fama de la santa se extendió por todo el territorio y las criaturas se llenaron de miedo, la justiciera era cruel y sus manos siempre estaban manchadas de sangre, en su rostro difícilmente se veía una expresión humana, parecía que se había arrancado el corazón y lo había tirado en algún lugar lejano.

(Dias después del asesinato de Lilith y Vinland)

Beel se encontraba agotada, jadeante ante lo sucedido y el golpe fuerte que fue haber asesinado a esos dos lobos, se sentía morir, Teldrasil la orilló a convertirse en una villana cruel a la que ahora todos repudiaban, alejando de su familia y seres queridos, pintándola como su enemiga, le dio un ataque de pánico tan grande, que le faltaba la respiración, vomitó varias veces mientras transpiraba de manera excesiva, se convertía en serpiente y humana una y otra vez sin control, como si su poder estuviera desequilibrado, permaneció sumergida en una cueva húmeda y fría por días, llorando y lamentándose de algo que supuestamente estaba bien, odiaba ser todo lo que era, pero sentía que no tenía otra salida.

—Estoy cansada…no puedo más…¿quien soy realmente? ¿Donde esta mi hermano? ¿Realmente estoy sola? ¿Mi señor me ha abandonado? Ser una santa es igual a ser una condenada, cada muerte…cada cabeza cercenada…todo eso me quita una parte de mí…debo dejar de llorar, tengo que entregarme a mi llamado, odio sentirme así…odio la culpa, la soledad y mis cargos de conciencia…siento que voy a enloquecer por que tu me estorbas… tu eres el culpable de todo…tenerte dentro de mi pecho me hace débil, ojalá pudiera arrancarme el corazón y deshacerme de él para siempre, así viviría sin remordimientos, solo así viviría como una verdadera santa.

Beel gritó con todas sus fuerzas hasta que su garganta se desgarró, ni si quiera el fuego que tenía le daba calor, así que gritó hasta que se llenó de valor y trató de arrancarse el corazón, se rasgó el pecho una y otra vez he intentó meter su mano rompiendo sus costillas pero el dolor fue insoportable.

—¡Ahhhhhhhh!—gritaba Beel a voz en cuello.

—¿Que haces?—exclamó Azazel mientras veía la cruda escena, el arcángel había entrado de golpe, la había estado buscando con desesperación y entonces la tomó de las manos impidiendo aquel suicidio.

—¡Suélteme! ¡Quiero arrancármelo de una maldita vez! Me estorba…me duele…—decía Beel envuelta en llanto.

—¿Por que te lastimas de esa manera? ¿Que no piensas en las consecuencias? ¿A caso te quieres morir?—la cuestionó Azazel furioso.

—¡Si! ¡Me quiero morir! ¿Cual es el problema?

—¡No voy a permitir que te hagas daño! Ya fue suficiente, piensa con al aceza fría y no con el corazón mutilado…

Azazel envolvió con fuerza a Beel hendiéndola en sus brazos y esta se puso a llorar amargamente.

—¿Cuantas veces tendré que consolarte en mis brazos fingiendo que puedo reparar tu alma rota? —se preguntó Azazel en sus adentros mientras le daba algo de calma, él tenía una habilidad con la que podía sedarla de alguna manera, brindándole una sensación de paz y tranquilidad.

—Lo lamento…siempre me encuentra en mis peores momentos…—exclamó Beel mientras levantaba la mirada quedando sus ojos fijamente en los de aquel hermoso ángel.

—Soy tu mentor, es mi deber acompañarte aun en estos momentos, no importa cuantas veces te quedes atrapada en el fango, yo te buscaré y te sacaré de ahí.—le dijo él con voz gruesa.




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