Tenerla en sus brazos era igual a poseer un gran tesoro, se veía tentado a nunca soltarla, a cuidarla por siempre, se quedó con ella hasta el alba, cuando el sol apenas pintaba el cielo con sus delicados destellos, se fue antes de dejarse dominar por su deseo de besarla, así que Azazel salió para tomar aire fresco, hacia frío y la neblina estaba en todo su esplendor dejando a la vista un paisaje húmedo y misterioso, Azazel era muy atractivo, como se espera que sea un hombre de guerra, perfecto y simétrico, fornido como lo es un roble en todo su esplendor, tenía el cabello blanco normalmente, pero en realidad su cabello era rojo, casi guinda, pero no le gustaba, ya veía demasiado color rojo en la sangre que derramaba, así que cuando se encontraba solo, dejaba el encanto que daba la ilusión a su albinismo y dejaba ver su verdadera belleza.
—Debo ser cuidadoso, si sigo acudiendo a ella me perderé en mis impulsos, estuve apunto de besarla ¿que le hubiera dicho si mis labios se posaban en los de ella como un jilguero se posa en las ramas de un amplio follaje? ¿Que me pasa?—se regañaba Azazel mientras fruncía el ceño y se soltaba el cabello para volver hacerse una coleta.
El apuesto arcángel tenia el cabello muy largo y eso lo hacia ver muy hermoso, parecía una rosa en medio de un mar de neblina, su espalda era ancha y marcada por los músculos que reflejaban su disciplina, era muy alto y de buen ver, usaba brazaletes de oro y collares con piedras preciosas, Beel se despertó de golpe al no sentir el calor de su maestro, entonces se levantó con rapidez y salió disparada a buscarlo.
Cuando salió de la cueva lo vio ahí parado, con su cascada de fuego callándole por su amplia espalda, era tan hermoso que sentía que no podía dejar de verlo.
—¿Maestro?—preguntó Beel adormilada, se talló los ojos pensando que se trataba de un sueño, pero mientras más lo miraba, más irreal le parecía y se quedó quieta mientras sus ojos se llenaban de él.
De pronto, las frías manos de Beel lo hicieron brincar del susto, estaba metido en sus pensamientos cuando ella lo tocó.
—¿Señor Azazel?—Beel esta confundida por ver su cabello con otro color y Azazel se quedó perplejo.
—¡Beel! ¿Que haces despierta? Me asustaste.—expresó mientras tragaba saliva.
—Su cabello ¿que le pasó?—le preguntó ella con sorpresa.
—Ah, es mi tono natural, lo tiño de blanco por que no me gusta su color.—exclamó apenado mientras retrocedía, por que ella estaba muy cerca.
—¿Qué? ¿Por que? A mi me parece que es hermoso…por alguna razón el cabello rojo me causa mucha paz.—expresó Beel con voz suave.
—A mí no, me recuerda a la sangre que se derrama en los campos de batalla, estoy asqueado de este color espantoso.—declaró Azazel con molestia.
—Me recuerda a mí, un demonio que busca parecerse a los humanos ¿no es irónico? Nunca estamos conformes con nada, si somos una cosa, deseamos ser otra y nunca estamos plenos hasta que nos aceptamos tal como somos, yo nunca seré una mujer que pueda dar a luz y tener una familia y usted no puede fingir que su cabello es blanco, no le voy a decir que ya logré acepar mi realidad, aveces sigo luchando con los mismos complejos, probablemente hoy mi corazón añore todo lo que mencioné, pero…creo que podríamos trabajar en aceparnos tal como somos, no esta mal ser así ¿verdad? Es decir…esto es lo que nos tocó.
Azazel la miró fijamente y soltó un suspiro, después de haber escuchado semejante lección de aceptación, tomó una decisión radical.
—No tienes nada que envidiarle a una humana, tu eres única en todos los sentidos, eres un demonio con más humanidad que muchas personas que conozco, tu corazón es noble, aunque quieras arrancártelo creyendo que es un defecto, eso es lo que te hace mejor que cualquier otro demonio y cualquier otro humano, solo que al igual que yo, tus heridas te nublan el entendimiento.
—Yo quería animarlo a usted y el efecto fue lo contrario, usted siempre dice las palabras que necesito escuchar, debería ser el arcángel del consejo o algo así jajaja.—le dijo Beel soltando una ligera risa.
—Si prometes que no volverás a menospreciarte y si me juras que no volverás a intentar sacarte el corazón, te prometo que nunca más volveré a teñirme el cabello de blanco, me aceptaré tal como soy, sin importar cuanto me cueste, ver lo bueno en este cabello rojo.—le propuso Azazel con una mirada llena de fuego.
—Esta bien, me gusta su cabello tal como es.—lee dijo Beel mientras sonreía con dulzura.
Azazel no se pudo contener y abrazó a Bell pegándola contra su pecho, ella se quedó sorprendida y su corazón comenzó a brincar, no sabía que estaba sucediendo.
—Beel…yo…
—¡Azazel!—gritó una voz desde el cielo, se trataba de Teldrasil, quién lo había mandado llamar de golpe y con un fuerte voz en cuello, llevándolo con rapidez al cielo, haciendo que un rayo de luz se lo llevara separándolo de los brazos de Beel.
—¡Maestro!—gritó ella confundida y se quedó sola otra vez.
Azazel apareció de inmediato ante la presencia de su hermano, Teldrasil se encontraba sentado en su trono y el arcángel de la guerra se manifestó muy inconforme.
—¿Por que me traes de esa manera a tus aposentos? —le preguntó Azazel levantando la mirada y clavándosela de golpe a su hermano, cuando sus ojos se cruzaron, se dio cuenta del semblante que Teldrasl tenía, esta furioso, se le notaba en el aura, aunque tenía una apariencia tranquila, lo estaba matando con la mirada.
—¿Que estabas haciendo?—lo interrogó mientras apretaba los dientes.
—¿Por que me miras así? Que seas mi hermano mayor no quiere decir que estoy obligado a rendirte cuentas de nada, pero por lo que veo, sigues con la mala costumbre de observarme mientras paso mi tiempo libre.
—Ultimamente frecuentas mucho a mi santa y quiero saber por que…—insistió Teldrasil conteniendo su rabia.
—Fue mi aprendiz por varios años, es mi deber asistirla cada vez que pasa por situaciones difíciles, crisis existenciales que tiene por tu culpa ¿es preocupación lo que veo en ti? Jaja, no lo creo ¿Celos tal vez? No entiendo por que eres tan posesivo con ella si solo le hace daño tu presencia, deberías alejarte de Beel de una vez por todas.