Mi amante, el príncipe de jade.

El filo de mi espada.

Ella sabía que tenía un destino escandaloso, lleno de rechazos y adversidades, quizá debía aprender a estrecharle la mano a la soledad y volverse su compañera, tal vez estaba escrito que ella moriría sola, tenía claro que ser una santa no era un privilegio, si no una responsabilidad, ella era un demonio buscando redención, arañaba el suelo dejando sus uñas desgastadas mientras trataba de encontrar el lado bueno de su vocación y entonces él se le venia a la mente, sus hermosos ojos color violeta, esos que eran diabólicamente celestiales, que la miraban solo para desarmarla.

La hermosa Beel caminaba con su armadura negra puesta, la niebla le servia de estrado, como una espesa y frívola alfombra que le congelaba y le humedecía los pies, llevaba el cabello recogido en una coleta, dejando caer en su espalda una blanca y sedosa cascada que le combinaba perfectamente con la oscuridad que reflejaba su aura vengadora.

—Aun no se definir nuestra relación, si soy una esclava devota de su amo, o simplemente soy la víctima de un gentil verdugo, si mi señor me tiene un aprecio mayor al que se le tiene a un perro, o si me desprecia igual que un jinete a su caballo con las patas rotas, no sé si soy importante para él o si soy una más de sus espadas desenvainadas, si me sueña como yo lo sueño, si yo le causo algún desvelo, quisiera tener las respuestas a todas mis preguntas ¿seré el objeto de sus deseos? ¿Un ser divino como él podría fijarse en una criatura como yo? Me duele su ausencia, más de lo que me duele una herida causada por la espada, me tortura su falta de querer y su vengativa indiferencia me carcome ¿como le digo que estoy muriendo por su culpa? Me parece cruel lo que hace conmigo sabiendo que yo me muero de amor por él y aun con todo esto…me siento incapaz de reprocharle algo, por que aun con todo este sufrimiento, aun con toda esta soledad, sigo pensando que solo él me ama y a su vez, ¿me pregunto que es el amor para una criatura como yo?

Estos eran los pensamientos que invadían la mente de Beel, Teldrasil le causaba mucha ansiedad, depresión, inseguridad he insomnio, era como un veneno corrosivo que actuaba de manera lenta pero mortal, esta desesperada por recibir de él, una sola muestra de cariño, sin importar que tan simple y vacía fuera, Beel solo quería sentir que era amada.

Ella no era la única que lidiaba con todos esos pensamientos intrusivos y dolorosos, todos sus seres amados tenían sus propios remordimientos, la culpa les carcomía el alma, al igual que a ella, sin embargo, el hubiera no existe y aunque Emm se sentía culpable por no haber sido capaz de proteger a su hermana, el destino se encargaba de juntarlos nuevamente, pues sin importar que tan lejanos estuvieran, la sangre los llamaba.

El llamado a la cacería había sido embijado, nuevamente Beel había sido enviada a cortar la cabeza de los herejes, su próxima víctima se encontraba muy cerca de ella, se trataba de Losmajiel, un conde que aparentaba ser un hombre de Dios, religioso y devoto a sus creencias, era muy generoso en sus ofrendas y gracias a sus donaciones, se habían construido muchas escuelas y una hermosa y lujosa iglesia con acabados en oro y plata, era elogiado por lo desprendido que era cn sus riquezas y se volvió más famoso por el convento de monjas que había mandado hacer en honor a los dioses, todos los que lo conocían lo adoraban y hablaban bien de él, tenía una reputación intachable, sin embargo, era un lobo vestido de oveja.

Losmajiel era un hombre perverso que había encontrado el negocio perfecto disfrazando de caridad y devoción, aquel recinto que aparentaba ser un sagrado lugar religioso, era en realidad una cueva de engaños y abusos constantes, cada cierto tiempo se admitían a señoritas de quince años en adelante y eran puestas a disposición de las madres que las instruirían en el camino sagrado, pero una vez que pisaban ese lugar, eran traídas brutalmente a su verdadera realidad.

Pues escogían a las muchachas más agraciadas para ponerlas a disposición de Losmajiel, quién las llevaba a esa lujosa cabaña en las afueras de la provincia donde eran tratadas como ganado, entregadas a una bestia salvaje sin corazón, todo para divertir, complacer y entretener a su bestial comprador.

Las desafortunadas eran llevadas con engaños para un supuesto retiro espiritual donde si tenían fe, serían llevadas por los mismos ángeles a interceder por los más necesitados, trascenderían a la vida eterna y serían llamadas las nuevas virgenes encontrarían paz y vida eterna en el lugar de los dioses, siendo llevadas en un torbellino de luz al paraíso celestial.

Decían esto para desaparecerlas del mapa y no rendir cuentas de sus desapariciones, pues al ser entregadas a un vampiro adinerado y cruel, ninguna chica regresaba con vida de aquel lugar.

—Ay, si que fue una semana maratónica, descargue todas mis frustraciones y hoy me siento como nuevo jajaja.—exclamó Bermon, un cliente frecuente del conde Losmajiel, quién era un vampiro.

—Me alegro que se sienta mejor ahora, siempre tendrá chicas disponibles para que pueda divertirse y alimentarse.—le dijo Losmajiel con una sonrisa cordial.

—Lo sé, me siento mal de que soy un tanto brusco con tus chicas, la ultima no resistió y murió antes de que pudiera ser yo mismo.—describió Bermon con una expresión Sinica.

—Lo lamento, le traeré una más resistente para la próxima, no lo culpo, su sed es insaciable y lo entiendo.

—Por eso me agradas Losmajiel, a pesar de ser un humano, sabes reconocer tu lugar y tu discreción es asombrosa, sigue así y en menos de un año, te convertiré en una criatura de la noche jajaja.

—Espero ansioso ese día señor Be….—en ese mismo instante, Beel rompió la puerta con una patada y dejó a Losmajiel y Bermon acortados de palabra.

—¿Quién demonios eres tu?—le increpó Losmejiel iracundo.

—Sus días de sangre terminaron, ahora yo derramaré la suya en nombre del cielo, morirán al filo de mi espada.—les dijo Beel con voz profunda y ni siquiera les dio tiempo de defenderse, ambas criaturas terminaron decapitadas y Bermon se convirtió en cenizas cuando fue expuesto aun débil rayo de sol que apenas si se asomaba.




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