Mi amante, el príncipe de jade.

Lazos de sangre.

El clima frío y desolado, le daba ese toque melancólico y visceral aquel crudo re encuentro, la voz de Emm hizo que el corazón de Beel brincara con gran desesperación, sus ojos se abrieron de golpe y un vacío se formó en la boca de su estomago, dejó caer las cabezas de sus presas y estas rodaron ligeramente hacia las piedras, el viento helado ondeó el cabello de la santa y a unos cuantos metros de ella, se encontraba su viva imagen, era ella en el cuerpo de un apuesto caballero.

Beel lo recorrió de pies a cabeza, por su porte y su vestimenta, era evidente que se trataba a de algún príncipe o alguien muy cercano a al realeza, su ropa dejaba en claro que era alguien importante, el aroma de Emm se impregnó en su nariz, era él, su hermano estaba frente a ella.

—Tu…—exclamó Beel con la voz temblorosa, no tenía frío, simplemente estaba en shock.

Ella no era la única que había sido afectada con aquel encuentro, aunque Emm no lo reflejaba, su corazón ardía en una perpetua agonía, Beel ya era un demonio adulto, se veía tan diferente ¿aun seguía siendo su hermana?

—¿Que quieres? ¿Que haces aquí?—le preguntó ella tratando de calmarse.

—Creí que estabas muerta…pasé todos estos años buscándote, nuestra madre te lloró cada día y cada noche… hasta que el alma se le secó y tu simplemente apareces sin importarte nada…—vociferó Emm apretando los dientes y añadió.—No sabíamos nada de ti, ahora te dedicas a ser una mercenaria ¡asesinaste a tus amigos! ¡Le arrebataste la vida a Vinland y Lilith! Dejaste huérfana a su hija…todo por ir tras de él…

—Cállate, tu no sabes nada de mí…no soy una asesina, me convertí en al santa de…—Emm las interrumpió abruptamente.

—¡Te convertiste en el títere de ese maldito cobarde! No eres ninguna santa Beel, te convertiste en una asesina, tus manos están manchadas con la sangre de dos inocentes a los que alguna vez llamaste familia.

Estas palabras causaron eco en el corazón de Beel quién casi se desploma, se agarró el corazón y sacó su espada.

—Debí poner más atención, debí ser más rápido que él, notaría tu comportamiento extraño, todo este tiempo ese infeliz te estuvo tentando a huir con él, dime algo, hermana ¿tu muerte fue una trampa? ¿Eras consciente de lo que nos harías si huyas con él? ¿Te marchaste sin importar el dolor que nos causarías? ¡No te quedes callada! Tu silencio es más cruel que tus actos, te exijo que me digas la verdad…me la debes…—expresó Emm lleno de rabia y dolor.

—Él me sacó de mi miseria, me dio una vida y un nuevo nombre, me libró de la esclavitud a la que esa bruja me tenía y por lo visto, tu sigues bajo su yugo, engañado por su hechicería, el señor Teldrasil no es mi…

—¡Ya basta! ¡Despierta de una maldita vez! ¿Realmente no sientes ningún tipo de remordimiento? ¡Estas matando de tristeza a nuestra madre!

Emm se abalanzó contra Beel con tal rapidez, que esta no tuvo tiempo de defenderse, quedando completamente sorprendida, Emm parecía una brisa veloz, le tiró su espada y la tomó por la espalda, sujetándola del cuello y los brazos.

—No me importa si es a la fuerza, pero te llevaré conmigo a casa.—le dijo él con voz firme.

—¡De ninguna manera! No pienso volver a esa prisión, no volverán a engañarme…—decía mientras forcejeaba con él.

—¿Que no te das cuenta que la que vive engañada eres tu? ¡Reacciona de una vez! ¡Ese bastardo te lavo el cerebro!

—¡Ya suéltame!.—gritó Beel a voz en cuello y por fin logró zafare de su hermano.

La pelea entre ellos comenzó a puño limpio, un salvaje enfrentamiento que parecía a muerte, pues cada golpe que ella le daba era preciso para arrebatarle la vida, pero para su sorpresa, Emm sabia defenderse muy bien.

—Tus golpes no me causaran ningún daño, se te olvida que de los dos, yo siempre he sido el más fuerte.

—¡Eso fue en el pasado! Aunque para serte sincera, no te recuerdo en lo absoluto, ni siquiera una buena historia de la cual reírnos.—exclamó Beel mientras le daba una patada en al cabeza, pero Emm la esquivó.

—¿Quién demonios eres? Tu rostro, tu aroma, todo me dice que eres tu, pero tu actitud..tu absoluto desinterés me confirma que eres una extraña, tu no eres mi hermana, Beel jamás dejaría sufrir a si a nuestra madre, ella nunca hubiera lastimado a su familia, ella nunca trataría de hacerme daño ¿quien eres tu? ¿Quien diablos es esta impostora que se parece a mi hermana?—se cuestionaba Emm mientras trataba de encontrar alguna respuesta.

Emm la tomó del brazo y la inmovilizó dejando su cara en el suelo mientras el le pisaba la espalda y jalaba su brazo hacia atrás.

—¡Ahhh! —exclamó ella con dolor.

—¿Dime quién diablos eres tu? Beel jamás actuaria de la forma en la que tu lo haces ¿acaso haz robado su identidad? ¿Profanaste su cuerpo inerte? ¿Eres alguna especie de espíritu parasito que se aferro a su cascaron? ¿Dime por que te comportas como nuestra enemiga? ¿Que te hicimos nosotros para que llegaras a odiarnos tanto?—la interrogaba Emm con gran dolor y desesperación.

Él dice que es mi hermano, yo sé que lo es…pero ¿por que me siento tan ajena a todo lo que dice? Habla de una mujer que no conozco, no me identifico con la historia que me esta contando…sin embargo…me quedo sin argumentos ante sus interrogantes, me pesa el alma cuando me reclama.

—¡Dímelo! Dime que realmente dejaste de amarnos… ¡insúltame en la cara dándome la razón a todo lo que yo te acuso! solo así podré dejarte ir… me convenceré a mi mismo que mi hermana ya no existe y que solo quedaste tu—le dijo Emm mientras le daba la vuelta y se subía encima de ella.

—¡Quítateme de encima! Maldi…. —Beel enmudeció en el momento en que las lágrimas de Emm le cayeron en la cara, entonces ella dejó de resistirse.

—¿Por qué? ¿Por que esta llorando?.—se preguntó ella confundida.

Emm reflejaba un dolor indescriptible, pero ella podía sentirlo en lo profundo de su alma, él estaba desecho.

—Yo…yo morí el día en el que desapareciste…me culpé a mi mismo por todo lo que había pasado, sigo creyendo que si te hubiera cuidado mejor, te habría salvado…es mi culpa…yo te fallé a ti…perdóname…no fui el hermano que necesitabas…tienes que detenerte…él te esta usando… ¿que fue lo que te hizo? Santa… ¿donde dejaste a mi hermanita?.—le preguntó Emm con gran dolor.




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