Mi amante, el príncipe de jade.

Al acecho.

Había una serpiente en el edén que observaba todo a su alrededor, excusándose en el conocimiento y la comprensión, pues era una criatura nueva que recientemente había llegado a este mundo, Albafica era meticulosa y muy inteligente, a diferencia de Maori, ella era malicia pura desde su nacimiento, la curiosidad le había ganado, no entendía que tenía ese demonio de especial para que su hermano mayor le diera tanta importancia, tenía días mirándola en secreto desde las alturas, Beel se encontraba en el primer cielo, el cual era como un hermoso jardín o un bosque, verde y lleno de flores hermosas, no había nada de oro, plata o piedras preciosas en ese lugar, parecía el mundo humano, solo que las cosas eran más claras y los arboles nunca se secaban, pues la muerte no llegaba a ese lugar y tampoco la enfermedad o la calamidad, las criaturas que ahí vivían, parecían ser inmortales, Albafica pensaba que Beel no encajaba ahí, la detestaba en silencio, así que se acercó a ella con precisión, astuta como una serpiente y con todo el deseo de morderla.

Beel seguía sollozando, le dolía haber dejado a su hermano herido y el evidente acto de insensibilidad que Teldrasil había hecho con ella al dejarla sola de nuevo, Beel se tapaba el rostro y trataba de no hacer mucho ruido para que nadie la escuchara.

—¿Por que lloras?—le preguntó Albafica quién había aparecido delante de ella en cuclillas.

—No estoy llorando.—respondió ella avergonzada.

—¿No sabias que la mentira es un pecado? Quítate las manos de la cara, ningún alma debería llorar en el paraíso, no importa que este sea el más bajo de todos.

Albafica le quitó las manso del rostro y al verle la cara, ella se quedó perpleja, pues a pesar de que Beel era un demonio, era muy hermosa, tanto asquee se quedó muda unos segundos.

—¿Quién es usted?—le preguntó Beel al ver que no le era familiar.

—Mi nombre es Albafica, soy la reencarnación de Maori, la que alguna vez fue llamada el arcángel de la fertilidad, ahora yo ocupo su lugar como al hermana menor.

—¿Y que quiere de mi?—le preguntó Beel confundida.

—Quería conocerte, todos en los diferentes paraísos hablan de ti, el demonio que nuestro líder convirtió en una santa, no pendes que un demonio podría portar semejante honor, debes estar muy agradecida.—le dijo Albafica mirándola con recelo.

Al ser un la regente de la fertilidad, también poseía el encanto de la feminidad, la sensualidad y la belleza, tenía todos los atributos que una hembra o mujer debían poseer físicamente, aun así, Beel la hacia ver muy sencilla y eso le molestó gravemente.

—No deben decir nada bueno, todos aquí me odian.

—Todos excepto mis amados hermanos Azazel y Teldrasil ¿que les diste para que te brindaran su favor?

—¿Disculpe?—le preguntó Beel con el ceño fruncido.

—No te hagas la inocente conmigo, se muy bien que eres un demonio y los de tu clase están llenos de depravación y corrupción, nada bueno debe salir de tu boca, además eres como una callejera a la luz de la luna, de esas que esperan a sus víctimas para que caigan en su trampa, las criaturas como tu arden en el infierno por la eternidad.—le dijo Albafica mientras la miraba fijamente.

—¿Por que me dice todo esto?

—Tu no eres digna de portar el titulo de santa, no mereces pisar esta tierra, eres una extranjera, una criatura despreciable que debe estar recluida en el averno, todos tus encantos son pasajeros, eres como una red llena de trampas mortales, tarde o temprano mis hermanos se darán cuenta del poco valor que tienes y te dejarán caer como a un ángel caído, llagarás a la tierra como una estrella agonizante y jamás verás la luz.

—No te toque, aléjese de mí.—le exigió Beel mientras le aventaba la mano, pues Albafica le estaba acariciando el cabello y las mejillas.

—¿Esto lo causó mi hermano no es así? El te golpeó y te hizo sangrar, creo que no te ve de la misma forma que tu lo haces jajaja, al contrario de mi que tengo su aprobación en todos los sentidos.

—¿Su aprobación?—le preguntó Beel alarmada.

—Soy la única diosa entre tantos dioses llenos de deseo, he amado a cada uno de mis hermanos como las mujeres aman a los hombres, eso es algo que Azazel y Teldrasil jamás buscaran en ti, tu eres solo su espada y yo, el deseo que los lleva a l verdadero paraíso.

Albafica se acercó tanto a Beel que la acorraló contra un el árbol de golpe.

—Hasta este árbol tiene más valor que tu y eso que hay muchos como el.—Albafica besó inesperadamente a Beel dejándola perpleja y le susurró al oído con voz amenazante.—¿sabes que significa este beso?

—Es el beso de la muerte…—expresó Beel desconcertada.

—Si…algún día te echaremos de este lugar, tenias razón en algo, nadie te quiere, y yo menos, así que aléjate de mis hermanos o te arrepentirás.

—¡Espera un momento!

Albafica desapareció de la presencia de Beel y ella frunció el ceño molesta.

—Sus amenazas no significan nada para mi.—declaró Beel mientras apretaba los puños.

—Entonces haré que lo valgan.—añadió Albafica mientras le mordía una oreja y entonces si desapreció.

—¡Ahhhhh!—Beel lanzó un arañazo al aire y se enojó con todo lo que Albafica le había dicho.

Por otro lado, Emm por fin había llegado al reino vampírico a acompañado de Alvatros quien no se le despegaba, una vez que le anunciaron su llegada al rey, este salió a recibirlo furioso.

—Estoy de vuelta majestad…—Valeska lo recibió con una fuerte bofetada que dejó a Emm con el golpe en la cara.

—La mujer a la que llamas madre esta tendida en una cama ¿como te atreves a irte sabiendo que su debilidad es el bienestar de sus hijos?—le increpó Valeska enardecido.

—Lo lamento, fui un ingrato, solo queria confrontar a mi…hermana…

—Ella no merece que la llames así, es una asesina y por su culpa mi esposa esta delirando, vive en una eterna pesadilla, llegó el momento de que decidas a quién protegerás, a esa enemiga nuestra o a tu madre.—le dijo Valeska mirándolo con mucho enojo.




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