Mi amante, el príncipe de jade.

La reina durmiente.

Parecía una rosa roja tendida en su lecho de muerte, no habría los ojos, tampoco se quejaba, más mantenía una expresión de dolor que la forzaba a mantener fruncido el ceño, su perfume era la desesperanza y la causa de su infortunio, un corazón roto, hecho pedazos por sus muchos sufrimientos, dolores causados por la injusta vida y el demonio al que alguna vez llamó hija, la sorpresa de haber visto los cuerpos inertes de sus amigos terminó de robarle el alma, ver a su hija desenvainar su espada para arrancarle la piel a su familia, fue lo que la orilló a permanecer en ese intrigante estado de sueño, la reina estaba sumergida en un sin fin de pesadillas que la atormentaban, nadie podía despertarla, ni si quiera Beatriz que intentaba todo para liberar a su hija de aquel calvario.

—General, Lord Emm esta de regreso, el rey a autorizado que visite a su majestad la reina.—exclamó uno de los guardias en turno y Beatriz levantó la mirada hacia la puerta y asintió con la cabeza poniéndose lentamente de pie.

—Con su permiso.—dijo Emm mientras mantenía la mirada en el suelo.

—Pasa, tu madre te espera.—expresó Beatriz con una notable tristeza, tenía ojeras por que no había dormido bien por cuidarla.

En cuanto Emm levantó la mirada y vio a su madre tendida en esa cama, el corazón se le encogió, la preocupación se apoderó de él he inmediatamente se acercó a su madre, se sentó en la cama y tomó la mano de Lía y la besó.

—Ya estoy aquí mamá…—declaró Emm con la voz entre cortada.

—¿Puedes quedarte un momento con ella? Necesito buscar algo.—le preguntó Beatriz con el ceño fruncido.

—Por supuesto, vaya a descansar, yo me quedaré con mi madre toda la tarde.

—Gracias.—Beatriz salió de los aposentos de la reina y se sorprendió al encontrar a Albatros alegando con uno de los guardias para que la dejaran pasar.

—Ya le dije que vengo con Lord Emm, seré de gran ayuda para él en el cuidado d ella reina.

—Ya le dije que no puede pasar sin la autorización del rey o la general, las visitas son restringidas, solo pasan los hijos de la reina o sus padres.

—Pero yo soy como de la familia, yo eduqué a la princesa Isabela de Romani y ahora estoy de vacaciones por eso vine aquí.

—Váyase antes de que me obligue a echarla a la fuerza.

—¿Que esta pasando aquí? —preguntó Beatriz mal humorada y el guardia se encogió de hombros al verla.

—Señora, no es nada, esta vampiresa quiere estar a la habitación de la reina, pero…

—¿Que haces aquí Alvatros? —le preguntó Beatriz con seriedad.

—¡General! Solo quería prestar mis servicios para asistir en lo que pueda para la mejoría de nuestra reina, como sabe estoy trabajando en el castillo del norte, pero he pedido unos días libres para encantarme con lord Emm, escuché que la reina estaba mal de salud y que la visita de su hijo podría ayudarla a mejorar, quiero que sepa que estoy a su servicio, solo eso.—le dijo Alvatros con una reverencia.

Beatriz la miró de arriba a bajo, Alvatros era atrevida en muchos sentidos, pero no era una mala persona, así que después de recorrerle el cuerpo entero, le dio la siguiente orden a la guardia real.

—Déjenla pasar, es inofensiva, además de sus deslices, su reputación es buena.

—Entendido general.

—¡Gracias! Me portaré bien lo prometo.

—Solo te dejé pasar porque puedes asistir al Lord, así que se útil o te las verás conmigo ¿entendiste?—le advirtió Beatriz fulminado con la mirada.

—¡Por supuesto!—respondió Beatriz de manera efusiva y a la vez tragó saliva.-Maldición…todo lo que se dice de ella es verdad, es aterradora, sus ojos te penetran el alma y además es hermosa, con razón es el amor platónico de los guerreros, una reina en todos la extensión de la palabra.

Alvatros entró en la habitación con cuidado y en el momento en el que vio a Emm recostado al lado de su madre, se conmovió profundamente, pues él sollozaba, esta muy triste de ver a Lía en esa condición.

—Despierta mamá…abre los ojos por favor…—exclamó Emm con la voz entre cortada.

—Emm…—Alvatros, se sentó en un banco de manera silenciosa y le hizo compañía durante toda la tarde.

Por otro lado…

—Esto es absurdo, debe haber una manera de sacarla de esa pesadilla ¿pero como? ¡Nada de lo que hago funciona!.—gritó Beatriz mientras aventaba un jarrón que estaba delante de ella, esta llena de frustración, por más que intentaba, nada hacia que la reina despertara.

Y cuando iba a mitad del pasillo, los gritos de Lía sacudieron el castillo una vez más, revolcando las viseras y el corazón de quienes la amaban.

—¿Que esta pasando?—preguntó Alvatros con intranquilidad, pues la reina gritaba desgarrándose la garganta a causa de las pesadillas.

—¡Mamá! ¿Que te sucede? ¡Mamá!—exclamó Emm aferrado a sus manos, verla en ese estado le partía el corazón y al instante, el príncipe Aspen y la princesa Minerva entraron a la habitación por medio de un portal.

Los gritos de Lía hicieron que Beatriz se detuviera a medio camino y se doblara cayendo al suelo de golpe mientras se tapaba la boca para que nadie la viera llorar.

—Vamos a encontrar la forma de traerte de vuelta…lo juro.—se dijo Beatriz a si misma mientras sollozaba.

Los príncipes al ver a Emm de regreso se aliviaron pensando que su presencia calmaría un poco a su madre, pero al escuchar nuevamente esos gritos desgarradores, se angustiaron profundamente.

—¿Que le pasa a nuestra madre?—les preguntó Emm alterado.

—Ah estado así desde hace días, desde que regresó del entierro de Lilith y Vinland, esta así por culpa de esa bastarda mal agradecida, la asesina de tu hermana la tiene en ese estado critico.—le dijo Aspen mientras lo fulminaba con la mirada.

—Ya basta, no es momento de pelear, eso no ayuda en nada.—añadió Minerva con seriedad, sin apartarle la mirada su madre.

—Es verdad que mi hermana ha hecho cosas imperdonables, pero…es bajo la manipulación de Teldrasil, él…—Aspen lo interrumpió tajantemente.




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