Mi amante, el príncipe de jade.

Desastre

La hermosa Silfi estaba más preciosa que nunca, tenía una obsesión por conseguir la perfección física, tanto se aferraba a ser la más bella que se sometía a todo tipo de tratamientos cosméticos, magia arcana elfica que le aseguraba una juventud más duradera y una dieta estricta en vegetales y frutas, no se permitía comer carne excepto en ocaciones especiales y ni hablar de las cosas dulces, pues no quería que nada dañara su piel suave y tersa, cepillaba sus largos cabellos blancos con cerdas suaves que le daban sedosidad y brillo, no tenía ninguna cicatriz y se gloriaba de la fama que tenía su belleza, se decía que no había criatura más esplendorosa que ella en el reino elfico, su competencia en encanto y popularidad, era la princesa heredera Isabela de Romaní a quién también elogiaban por su exquisita apariencia y era la protagonista de un sin fin de canciones y poemas que recorrían los cinco reinos.

—La vida vuelve a ser justa conmigo, ya antes le quitó la vida a mis opresores, sin embargo me llevó a los brazos asfixiantes del rey de todo quién se negó a reconocer la autonomía de mi pueblo, pisoteó mis derechos de ascender al trono como la única reina de mi imperio y colocó me cabeza bajo sus pies para serme gobernando, pero ahora la justicia vuelve a darme una oportunidad de arrebatar a aquello que me pertenece, la reina ha caído en cama, sus pecados la han sumergido en una eterna pesadilla y el rey esta devastado, esta es la oportunidad que estaba esperando, la vida me la esta poniendo en las manos y voy a tomarla, yo seré la nueva emperatriz y el mundo estará a mis píes.— Se dijo Silfi mientras apretaba aquella invitación que anunciaba el baile de debutantes de todas las mujeres en edad casadera que se llevaría acabo en tres meses exactos.

—Este evento se llevará acabo en el cumpleaños del príncipe heredero, Aspen de Romani majestad, deberíamos aumentar los rituales de belleza para que sobresalga de entre todos esas mujeres simples.—le dijo Tula, una de sus criadas de confianza.

—Pongan más flores aromáticas al agua, me gusta como huele cuando se hierven los pétalos con su esencia, no hay mejor encanto que una piel perfumada, a los hombres les gusta oler a aquello que no pueden tocar, eso estimula todos sus instintos, hace que se obsesionen más rápido, por el olor se entra en la mente de un hombre, sin pensarlo te piensan con el aroma que les recuerda a su fantasía, es un secreto que te servirá en el mundo de la seducción Tula.

—Gracias majestad, seguro que ni el rey, ni su hijo se resistirán a sus encantos, ningún varón podrá ignorarla.—le dijo su sirvienta mientras le untaba un aceite hidratante en el brazo.

—No no lo harán….—susurró Silfi mientras se relajaba.

Para ser honesta, había estado esperando la oportunidad de volver a ver a ese rey despiadado, el solo hecho de pensar en él, hace que mi corazón lata con violencia, el recordar la textura de sus labios, lo fríos y subes que eran, su aura maldita, la forma salvaje con la que habla, todo eso hace que lo extrañe aun más, me muerdo los labios in darme cuenta, sé que no le fui indiferente, se perfectamente que me veía como mujer, pero su lealtad matrimonial fue un obstáculo para que él y yo pudiéramos llegar tan lejos como la pasión lo quisiera, si lo hubiera conocido antes que ella, él me habría escogido a mí, por que yo amo su villanía, no soy como ella, yo jamás lo hubiera obligado a volverse bueno, lo habría amado con toda su maldad y lo habría aceptado con todos sus pecados, hubiera sido una mejor reina, estoy segura de eso…

Por otro lado, la situación de la emperatriz ya había llegado a todos los oídos de los habitantes de los distintos reinos, se rumoraban cosas como “La emperatriz del imperio vampírico esta en su lecho de muerte” “su majestad enviudará pronto y no tardará en buscar una nueva reina” “la bruja esta bajo su propia maldición y condenará a la nación con ella”

—Los rumores que se dicen sobre la emperatriz son muy crueles, aquellos que decían amarla inventan cosas terribles sobre ella, pero aunque yo no la conocí, mi madre me dió una idea diferente sobre su majestad, ella es dulce como la miel que escurre de los panales, abundante y fresca, con un corazón bondadoso y misericordioso, ella terminó con la guerra, salvó nuestro universo de caer en las garras del dios de la destrucción, ahora que lo pienso de este modo…la emperatriz es como una hermana para mí, pues nos crió la misma madre, para ella, mi mamá era suya también.

Carin se encontraba afligida por la triste situación en la que Lía se encontraba, a pesar de que ella y la loba se conocieron cuando ella era muy pequeña, no tiene recuerdos claros de nuestra heroína y ver la tristeza en el semblante casi imperceptible del príncipe, la hacía desear verla aunque fuera por un momento.

—Hasta ahora, el príncipe no me ha mandado al hogar de los familiares, me tiene a su lado desde el día en el que me convirtió en su compañera, no digo que soy su esclava por que él me hace sentir una persona normal, creí que me pondría hacer tareas imposibles, pero hasta ahora solo me ha dejado hacer lo que yo quiera, pero con esta tristeza que se respira en el ambiente, no hay mucho que quiera hacer, a excepción de poder hablar con ellos…me pregunto si me odiarán ahora que soy un familiar…

A pesar de que Carin y Aspen ahora estaban unidos por un contrato familiar y compartían por así decirlo la misma alma, no habían convivido mucho, pues el príncipe estaba bastante ocupado con la situación de su madre y todo lo que conllevaba ser el futuro heredero de su reino, así que Carin se sentía sola y triste de saber como ayudarlo.

Carin se encontraba caminando en los jardines, llevaba puesto el mismo vestido desde que Aspen la encontró, aunque estaba limpio, se veía viejo, rasgado y desgastado, además nunca usaba zapatos y tenía los pies sucios por que siempre estaba descalza, llevaba el cabello suelto y aunque era muy sencilla, se veía preciosa.




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