La emperatriz por fin había despertado, Gia había logrado traerla de vuelta, la alegría de la familia real por ver de píe a Lía, no tenía fin, fue un recuento lleno de amor y gratitud, el corazón del rey por fin descansaba en los cálidos brazos de la mujer que tanto amaba.
—Por fin las cosas vuelven a tener sentido, te esperé despierto durante todos estos días, quería estar listo para ser el primero en escuchar tu hermosa voz y aquí estás amada mía.—confesó Valeska con una sonrisa cálida.
—Lamento haberte hecho pasar por todo esto, me alegra que hayas sido tu lo primero que mis ojos vean al despertar, mi amado esposo, dueño de mi corazón y mi alma.
El amor que existía entre Lía y Valeska era tan grande que se consideraban la vida del uno y del otro.
—¡Madre! —exclamó el príncipe Aspen con los ojos brillantes y se abrió camino para entregarse a los brazos extendidos de su madre, quién al escuchar su voz sintió que su corazón brincaba de alegría.
Aspen la estrujó entre sus brazos y dio varias vueltas con ella, rebosaba de felicidad al ver a su amada madre sana y salva.
—Regresaste…—susurró Aspen aliviado.
—Mi amado hijo…me hiciste mucha falta…—externó Lía entre lagrimas.
—Y tu a mi, La vida no es la misma sin ti.—expuso el príncipe mientras se llenaba con el cálido abrazo de su madre.
Minerva se quedó a una distancia prudente, se moría de ganas de abrazar a su madre, pero el miedo de lastimarla era aun más grande, así que se quedó atrás y solo sonreía tratando de contener las lagrimas, se había prometido controlar sus poderes para algún día vivir como una mujer normal.
Alejandro se percató de esto y sintió mucha pena por ella, era su nieta, sin embargo, debido a su tóxica condición, no habían convivido mucho, ya que si para los seres inmortales era peligrosa, para un humano era aun peor, incluso un solo abrazo sería mortal.
—Mamá…—susurró ella mientras la ansiedad se apoderaba de su alma.
Lía la miró con sus hermosos ojos esmeralda y la vio con mucho amor.
—Minerva mi amor…—le dijo Lía acercándose a ella de manera pacifica, ella se encontraba lista para preparar un hechizo de protección para que pudiera abrazar a su hija, pero esto era algo que odiaba Minerva, sin embargo, debía conformarse, aunque no sintiera su calor debido a esa espesa barrera.
—Mi princesa hermosa, verte me devuelve la alegría.—expuso Lía mientras la abrazaba.
—A mí también mamá…—Minerva no pudo evitar llorar, eran una mezcla de múltiples emociones y una de ellas, era la impotencia de no poder sentir la piel de su madre.
—Minerva…—Alejandro suspiró pensando en como debía sentirse su nieta, aislada de todos, metida en esa burbuja que le provocaba tanto dolor.
—Lamento profundamente que esto tenga que ser así, estoy privada del contacto con mis seres queridos…¿cuando será el día en el que por fin pueda sentir su abrazo?—se preguntaba Minerva en sus adentros y trató de disimular su inconformidad, pues no quería manchar la sonrisa de su madre con su tristeza.
—Si quisieras abrazarla, yo estaría ahí para aliviar el dolor y evitar la muerte.—le dijo Ginebra al oído, su poder curativo era muy fuerte, esto dejó pensativo a Alejandro quien quería intentar estar más cerca de ella.
—Ya resistí el dolor de la abstinencia, dudo que esto sea más doloroso, con tal de verla feliz…soy capaz de sufrir ese tormento otra vez, valdrá la pena si puedo verla sonreír aunque sea una vez.
Alejandro se había decidido y Lía pudo reunirse por fin con toda su familia, todos la abrazaron y lloraron llenos de alegría por verla de pie, estaban planeando celebrar su regreso todos juntos y la buena noticia de que la emperatriz había despertado, recorrió todos los rincones del imperio, el rey ordenó que todos los jardines rebosaran de flores coloridas y hermosas solo para ella y mandó acondicionar el castillo para que fuera digno de su esposa.
Mientras esto sucedía, Beatriz había reconocido a Gia como “el todo” la reina de todas las brujas, la bruja de la mente, aquella señal apareció en los cielos y todas las brujas fueron testigo de que la protagonista de la historia que se contaba en los aquelarres por fin había despertado.
—Es la señal…la reina a despertado…—se decían aquellas hechiceras con los ojos bien abiertos.
—Es ella….el todo…—murmuraban otras convencidas de lo que veían.
—¡Este acontecimiento debe quedar registrado!.—dijo una de ellas quien vivía en un altiplano y se dedicaba a crear todo tipo de pociones y de eso vivía, en su libro especial registro la fecha y la hora exacta en el que la señal se dibujó en el cielo, su nombre era Berea y tenía dos trenzas castañas y unos lentes grandes que ocultaban sus pecas.
—¿Y que tal si se trata de una impostora?.— cuestionaban algunas quienes seguían teniendo dudas en su corazón.
—No, este no es un hechizo cualquiera, es una confirmación…
Berea era muy disciplinada y todas las cosas extraordinarias las anotaba en su libro, ella no pertenecía a ningún aquelarre en especifico, por que vivía en un lugar muy alejado de las personas, incluso de otras brujas, era estudiosa y esperaba la llegada de la reina de las brujas, había quedado fascinada con la leyenda del todo y su mente no era capaz de comprender como una bruja legendaria podía tener tanto poder y aunque muchas de sus hermanas eran escépticas, ella si creía en esa entidad que llevaría a las brujas a una nueva era de dignidad y poder.
—¿Donde esta la tinta?.—Berea buscaba como loca su frasco donde guardaba la tinta con la que escribía en sus pergaminos, después de hacer un desastre, pudo anotar aquel acontecimiento, debo encontrarla, embarcarme en su búsqueda, tengo que conocerla…¡Lírica! ¡Nos vamos a una misión!
—Miau…—Berea tenía como familiar a un gato negro que tenía la habilidad de convertirse en una pantera muy grande, pero pasaba la mayor parte del día dormido y comiendo, amaba los mimos y que le cepillaran el cabello.