Albafica se había entregado a los brazos de Teldrasil desde hacía mucho tiempo, él era a quién más frecuentaba, se había convertido en su amante, Azazel la despreciaba por que era una criatura que confundía el amor con la lujuria, creía que era una pésima representación del ángel de la fertilidad, Maori no era libertina ni superficial, si no salida, madura y con un corazón tierno, pero albafica era celosa, promiscua y sus pies corrían hacer lo indecoroso.
—Los guardianes de los cielos se han corrompido ¿en que momento nos convertimos en demonios llenos de carnalidad y pecado?—se preguntaba Azazel con una gran pena.
Albafica intentaba metérselo entre los ojos, pero no lo lograba, por eso se encaprichaba aun más con él, quería todo lo que Beel tenía, le había agarrado unos celos muy fuertes y como sabía que ella amaba a Teldrasil, más feliz se sentía cuando él la recibía en sus aposentos.
—Tu y yo somos iguales… —le dijo Albafica mientras acariciaba su pecho y añadió.—¿por que muestras interés en esa criatura inferior? No merecía que la nombraras santa, ni siquiera con ese titulo se le quita lo impura.
—Es verdad…tu y yo somos iguales, seres de luz que nacieron para ser venerados.—le dijo él recorriendo un mechón de cabello que tenía en la cara.
—¿Estás enamorado de ella?—le preguntó nuevamente su amante dejándolo mudo por unos segundos.
—¿Qué?
—No encuentro alguna otra razón para que le prestes tanta atención, incluso peleas con Azazel por su culpa.
—¿Como podría enamorarme de ese demonio? Tu lo dijiste, es inferior a mi, esta muy por debajo de mis pies.
—¿Entonces por que la miras con esos ojos? Incluso cuando te hablo de ella las pupilas se te dilatan…
—Jajaja ¿de que hablas? Eso es por que estoy viendo tu desnudez perfecta.
—¿De verdad?—exclamó Albafica con un puchero.
—Por supuesto, eres hermosa de pies a cabeza, si me enamorara de alguien sería de ti, eres una excelente amante y además pensamos de a misma manera.
—¿Entonces puedo matarla?
—¿Qué?
La cara de Teldrasil se endureció de repente, sus ojos parecían de fuego y su cuerpo se puso tan tenso como una piedra, apretó los brazos de Albafica tan fuerte que casi le rompe.
—¡Auch! ¿Estás bien? Me lastimaste…
—Lo siento Albafica…no me di cuenta.—le dijo Teldrasil fingiendo una sonrisa y añadió.—pero tienes prohibido tocar a mi santa.
—¿Por qué? Dijiste que no te interesa en lo absoluto.—exclamó Albafica con el ceño fruncido.
—Por que yo le quitaré la vida cuando crea que ya no me sirve.
—De acuerdo.—Albafija le dio un beso en la boca y quizo volver a entregarse a él, pero Teldrasil se apartó de su lado y ya no quiso intimar con ella.
—Estaré ocupado las próximas horas, puedes retirarte.
—Pero…
—Te llamaré cuando termine, mientras ve a jugar o divertirte.
—Lo haré.—le dijo Albafica con una sonrisa malicia y añadió.—déjame una marca en el cuerpo para pensar en ti todo el día.
—Como quieras.
Teldrasil le dejó moretones en el cuello y ella se fue contenta, descendió a la tierra para hacer de las suyas.
—Ahora si lloraras de pena jajaja.
Beel estaba agotada, ella solo había asesinado a cien hombres que se habían revelado contra los santos del cielo y fueron masacrados por su espada.
—El olor de la sangre ha penetrado mi nariz, hasta el punto de no poder oler otra cosa, mi cuerpo esta escurriendo de sudor y sangre, la sangre que le arrebate a estos hombres, tengo claro que soy una asesina y tal vez el titulo de santa no me quede, temo que ya no siento nada cuando le arrebato la vida a mis enemigos ¿en que me he convertido? —pensaba Beel con la mirada perdida.
Mientras terminaba de ejecutar a los últimos desdichados, una luz apareció detrás de ella.
—Mira cuantas vidas has arrebatado, las suficientes como para condenar tu alma al infierno, pero seguro que una criatura como tu no tiene remordimientos por lo que hace ¿o si?
Albafica le tocó la espalda manchándose de sangre y caminó a su alrededor mirándola de arriba a bajo con desprecio.
—Que aspecto tan horrible, estas escurriendo de sangre, eres desagradable, por más que te veo, no encuentro nada especial en ti, no termino de entender por que mi querido hermano Teldrasil te convirtió en su santa, eres repugnante, una asesina sin alma.
—¿Que hace aquí?—le preguntó Beel con seriedad y Albafica le quitó la mascara del rostro y al verla tan hermosa, se enojó aun más.
—Cabello, blanco, piel de leche, ojos rojos, labios suaves y rosados.—murmuró el ángel con desprecio.
Beel miró las marcas en su cuello pechos y hombros y Albafija agarró la mano de Beel y se la puso en el pecho.
—¿Que estás mirando? No me digas que te gusto ¿eres ese tipo de chica?
—No, déjeme en paz, tengo cosas que hacer.
—¿Tienes curiosidad por estas marcas? ¿Si quiera sabes lo que son?
Beel tragó saliva, tenía un mal presentimiento.
—No me interesa saber lo que son, aparéese de mi.
Beel le dio la espalda y avanzó, pero Albafica la detuvo con fuerte grito.
—¡Me las hizo Teldrasil!