La santa se sentía al borde del colapso, después de ver que las amenazas parecían no dar resultados, optó por ignorarlos, pensaba que entre más fingiera no importarle su existencia, más pronto se resignarían y regresaría todo a la normalidad, pero su paciencia esta apunto de extinguirse, pues por más que los despreciaba, ese par más se aferraba la idea de convertirse en sus seguidores.
—Aqui tiene señora, cortamos estas manzanas para usted, puede comerlas todas, nosotros ya comimos.—le dijo el ninja con amabilidad.
—Te construimos una choza para pasar la noche belleza, nosotros cuidaremos tus sueños desde afuera.—exclamó Eren con emoción.
—¿Quiere que lave sus ropas?
—¿Quieres un masaje en los pies belleza?
—Respira…pronto se irán…—pensaba Beel en sus adentros y su respiración comenzaba a agitarse.
Una tras otra, cada palabra, cada acto de servicio la exasperaba aun más, hasta que ya no los soportó.
—¡Señora!
—¡Belleza!
—¡Ay ya cállense! ¡Me tienen harta! ¿Por que diablos me siguen a todas partes? ¿No tienen nada mejor que hacer? Nunca había conocido criaturas tan insistentes, no me dejan sola ni un momento, adonde quiera que volteo, ustedes están ahí, sus ojos grandes de foca y sus actos odiosos que ya me tienen fastidiada… ¿Que no saben quién soy? ¿Son ciegos o que?.—les preguntó ella furiosa.
—Es la mejor guerrera que he conocido.—le dijo el ninja con orgullo.
—Eres excelente con la espada.—añadió Eren con el pecho inflado.
—Usted es magnifica.—insistió el hombre misterioso.
—Preciosa.—dijo el aspirante cazador.
—¡Ay! ¡entonces tal vez decirles lo que soy haga que se larguen de una vez por todas!—exclamó ella con frustración y enojo.
Así que Beel se les puso en frente y agarró su mascara y una vez que se la puso, la piel del ninja y la de Eren se les erizó hasta la nuca.
—Mírenme bien, yo soy la santa del dios Teldrasil, una asesina del cielo que arrebata las vidas de aquellos que pecan contra él, estoy segura de que ya han escuchado sobre mí y lo cruel que puedo llegar a ser.—les dijo ella con fiereza.
—Yo ya subía que usted era la santa, es verdad que su nombre lleva un gran peso y que es famosa por sus hechos sangrientos, la llaman “la asesina de los dioses” “ el fantasma del viento” “ la espada sangrienta” entre otros apodos, sin duda verla con su espada, su traje y esa máscara, me hacen saber que usted es un peligro, pero, no soy quién para juzgarla, yo también soy un asesino y diferencia de usted, yo no lo hago por el cielo…si no por dinero ¿con que cara me atrevería a juzgarla?.—declaró el ninja mientras se descubría el rostro.
Este era un acto único y significaba mucho, pues los ninjas difícilmente revelaban su verdadera apariencia, pues lo único que dejaban a la vista, eran sus ojos.
—Mi nombre es Ishika y solo a usted le revelo mi rostro en se ñam de confianza.—le dijo Ishika con sinceridad.
Ishika era un joven de veintidós años aproximadamente, muy joven, de piel blanca y ojos negros, era bien parecido y usaba una coleta que se amarraba como un moño, usaba unas marcas negras debajo de los ojos, por que eso le daba identidad como un ninja solitario y que trabajaba solo, Beel se quedó impactada de ver aquel acto, no entendía como aquel chico podía tolerar la idea de permanecer a su lado.
—Usted y yo somos iguales.—le dijo Ishika mirándola fijamente.
Por otro lado, Eren se quedó tieso ¿como es que nunca le pasó por la mente? Ese cabello blanco, su aspecto sobrenatural, sus ojos, ella era Beel, la hija de la emperatriz. Aquel demonio que le había roto el corazón y la había sumergido en aquella terrible pesadilla, esa hermosa santa, era enemiga de su familia, no solo de la reina, si no de la familia imperial y los Romani.
—No puede ser…—Eren no sabía como reaccionar, esta frente a la traidora.
Sin embargo, no se sentía con el derecho de juzgarla, si fuera el demonio cruel que dicen las malas lenguas, ya los habría matado a los dos desde el primer momento, sin embargo, Eren podía ver que Beel no era tan mala.
—Ja, no puedo creerlo, ni si quiera esto te hizo dudar, debes estar muy loco ¿y que hay de ti cazador? ¿Aún quieres seguirme?—le preguntó Beel con ironía al verlo con esa expresión.
Eren no se atrevía a decirle quién era, que no era un simple cazador, sabía que le habían lavado el cerebro y no recordaba nada, después de todo ¿que le diría? Oye santa, yo conozco tu verdadero nombre, eres la hija adoptiva de la emperatriz, conozco tu historía y sé que asesinaste a dos de tus amigos en nombre de aquel villano que llamas ángel, le partiste el corazón a tu madre y casi le quitas la vida por causa de la tristeza, haz causado dolor y pena a tu familia y tu cabeza tiene un precio.
No, eso sin duda sería devastador, algo dentro de Eren se avivó como las llamas, sabía lo que tenía que hacer, así que se i inclinó Delan te de Beel y le dijo con voz fuerte.
—A mí no me importa quién seas, yo también te seguiré, sin embargo, debo arreglar unos asuntos antes de acompañarla en su viaje, por favor, te suplico que me esperes, regresaré, te buscaré y me uniré a ti, debo despedirme de m is padres y regresaré después de mi compromiso. (Eren se refería al baile del príncipe) debía encontrar la manera de zafarse o de reunirse con Beel después de aquel evento.
Así que le juró que volvería y se acercó a ella como un caballero para darle algo como muestra de que la volvería a ver.
—Toma esto, velo com o una prueba de que volveré.
—¿Yo para que quiero esto? —le preguntó confundida.
—Por que volveremos a vernos, si lo pierdes, me darás un beso en su lugar.
—¿Qué?—Beel se irritó mucho y cuando estaba apunto de golpearlo, Eren se despidió de ella, llamando a su yegua ventisca y añadió mientras subía a su lomo.—¡Cuida bien de esta belleza Ichakuta!
—¡Es Ishika idiota!—le gritó el ninja indignado.
—¡Como sea! ¡Si algo le pasa te golpearé!