Mi amante, el príncipe de jade.

El gigante de piedra

Sus manos delgadas y pálidas sostenían aquella roca parlante, la misma que miraba anhelante la oportunidad de saber quien era, hacía tanto que era una piedra, que ya no recordaba su verdadera forma, perdido en una realidad ajena a la que no pertenecía le hizo perder su propósito ¿quién era él? ¿Quién lo había maldecido? ¿Por que aquella criatura cruel lo habría sumergido en la completa agonía de la soledad?

—¿Estas listo para volver a ser tú?—le preguntó Gia a su amigo con una sonrisa tierna.

—Estoy nervioso… ¿y si lo que era antes me resulta tan ajeno que en mi debilidad comienzo a extrañar esta forma? ¿Sería muy absurdo verdad? Pero…solo me conozco así…—expresó Edmond con tristeza.

—Aveces, nos acostumbramos al fracaso, a la derrota, nos creemos lo que la gente mala nos dice, eres feo, eres extravagante, no vales la pena, confórmate con lo que eres ahora…pero, tú eres más que esto, estoy segura de que tu verdadera forma es impresionante, tanto, que amarás conocerte a ti mismo.—expresó Gia llenándole el corazón de confianza a Edmond.

—Gracias por lo que me dices Gia.—le dijo Edmond conmovido.

—le ayudaré a marcar una línea del tiempo en su frente, para después ver su pasado mediante un hechizo de proyección.—le dijo Calipso y Gia asintió con la cabeza.

Al instante, una marca brillante resplandeció y la vida de Edmond comenzó a proyectarse a la vista de todos.

Los ojos de nuestros amigos se abrieron curiosos, especialmente los de Gia, ella estaba segura de que su amigo era extraordinario, pero el momento de la tragedia de su pasado les borró la sonrisa de la boca.

Caía fuego del cielo como si se tratara del fin del mundo, columnas de humo se habían apoderado del firmamento, contaminando el oxigeno, la tierra se veía muy vieja, como si recién hubiese sido dada a luz, había criaturas que jamás habían visto huyendo del fuego abrazador y entonces, Edmond recordó su pasado.

Había una bruja vestida de negro, con una gabardina que le cubría hasta los pies, ella flotaba en el cielo sosteniendo un báculo de madera con una gema oscura que expedía penumbras, sus cabellos negros y sus ojos brillantes reflejaban una maldad absoluta, sus rostro mantenía una sonrisa amplia, estaba complacida con el caos que había provocado.

Su nombre era Perséfone, la bruja del abismo, poderosa y hábil en cualquier arte oscura, era una bruja de las sombras, la cual estaba peliando con una raza nunca antes vista por nuestros amigos “los gigantes de piedra” parecían estar en una guerra, en la cual, ella estaba ganando.

Los gigantes de piedra ya habían sido maldecidos antes por la misma bruja, así que la idea de que Edmond fuera un hombre de piedra fue descartada, tuvieron que ir más allá de sus recuerdos, al momento exacto donde todo comenzó y entonces descubrieron que Edmond no pertenecía a este universo, si no que provenía de uno muy parecido, donde también existía la magia.

El provenía de “Ermindad” un universo que había sido destruido por esta malvada bruja, su poder era inmenso, porque se había alimentado de seres de luz durante mucho tiempo, los hombres de piedra, originalmente eran una especie de ángeles que cuidaban de los animales, la naturaleza y los seres débiles, eran benevolentes, fuertes, tan altos como los robles y no poseían un cuerpo físico.

Pero un día, esa bruja malvada decidió convertirlos en su fuente de energía, no podía poseerlos a menos de que estos tuvieran un poder físico, así que se las ingenió para contener su poder en una prisión cómoda para ella y después de una ardua batalla, los maldijo convirtiéndolos en hombres gigantes de piedra y uno a uno los cazó, para consumirlos por completo, ella ganó la primera batalla, y casi aniquiló aquella raza, pero unos pocos lograron escapar y se escondieron por mil años de ella.

La bruja los buscó por cielo, mar y tierra, hasta que finalmente, los encontró, en las montañas más escondidas fue hallarlos y la segunda guerra tuvo inicio, solo eran diez hombres de piedra y Edmond era su líder, luchó incansable por la liberación de su pueblo, pero no fue suficiente, la bruja los absolvía sin piedad, haciéndose más fuerte.

Así que en su frustración, los vio partir uno a uno, muriendo en el cuerpo corrompido de aquella bruja perversa, Edmond era el único sobreviviente, la bruja ya estaba irreconocible, su cuerpo no había soportado tanto poder y esta apunto de explotar, así que en un acto desesperado por esconder a Edmond, lo maldijo una segunda vez y lo convirtió en una simple piedra parlante.

—Con esto…nadie sabrá donde encontrarte…¡yo regresaré y consumiré tu vida y entonces seré inmortal! —dijo la bruja quién estaba apunto de reventar debido a tanto poder.

—Tu codicia acabará contigo…esa será mi venganza, tu autodestrucción…pagarás por haber arrasado con mi pueblo.—le dijo Edmon entre lagrimas.

—Voy a regresar…te encontraré…en esta vida, o en la otra, reencarnaré de alguna forma donde la maldad sobreabunde y entonces volveré por ti.

Edmond fue enviado a la cuarta dimensión, la más árida y desolada de todas y lo condenó a vivir por miles de millones de años en la soledad de un mundo extraño, la bruja explotó destruyendo su mundo y todo quedó en el olvido, hasta que Gia lo encontró.

—Mi querido Edmond…lo siento tanto…—Gia sentía tanta pena por su amigo, que no tenía palabras parea reanimarlo.

—Mi hogar…mi pueblo…—expresó Edmond entre lagrimas de dolor.—no pude salvarlos.

—Resististe hasta el final…fuiste el ultimo en mantenerte en pie, no te rendiste, luchaste por ellos sin importar que pudieras perder tu vida.—le dijo Gia conmovida.

—Y aun así no pude salvarlos, la bruja del abismo los absorbió a todos, el mundo que conocía ya no existe, estuve atrapado durante tanto tiempo en esa dimensión que incluso siento que no soy yo el que vivió esta historía, no merezco estar vivo.—recalcó Edmond llorando amargamente.

—¡No digas eso Edmond! Nada de lo que pasó fue tu culpa, por favor…perdónate a ti mismo, abre los ojos y mírate, fuiste muy valiente y aunque no pudiste salvar a tu pueblo, jamás te rendiste y estoy segura que ellos lo saben.—le recalcó Gia con los ojos llenos de lagrimas y añadió.—vuelve a tu verdadera forma, amigo mío.




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