Mi amante, el príncipe de jade.

Bienvenida a la adultes

Ella nunca había amado tanto a alguien en sus vidas, no después que a sus padres, el príncipe se había convertido en su razón de ser, no solo cuidaba de ella, si no que no la trataba como a un familiar, si no como a alguien de la familia, la bestia, la calzaba, incluso dormían juntos desde hacía un mes, sus lazos eran tan estrechos que ella volvía a ser feliz gracias a él.

—¿Que es lo que siente mi corazón? Cada que pienso en él o alguien dice su nombre, mi corazón brinca de alegría, es como si las sílabas de su nombre tuvieran un encantamiento y cosquillearan en mi lengua para después huir a mi corazón ¿será por que lo amo? ¿Que tipo de amor es este?—se preguntaba Carin ruborizada, comenzaba a tener sospechas de estar enamorada de Aspen.

Mientras ella pensaba en todo esto, dos sirvientas llamaron a su puerta y los golpeteos a a puerta la hicieron brincar del susto.

—¿Señorita Carin? ¿Se encuentra en la habitación? Su majestad el príncipe, nos ha ordenado prepararle el baño y le traemos algunos vestidos nuevos.—dijeron las sirvientas con voz firme.

—¡Ay! ¡Si! Pasen por favor.—les dijo Carin con amabilidad.

—Denos un momento en lo que preparamos el baño.

—Claro, estaré sentada en el balcón, gracias.

Antes de que estas sirvientas fueran escogidas para servirle, refunfuñaron cuando la líder de las criadas las eligió, casi nadie quería atenderla, pues como no era de la realeza, sentían que no era digna de tanta atención.

—¿Por qué tenemos que atender a la mascota del príncipe? Es una cachorra revoltosa ¿que clase de mujer decente se transforma en un perro gigante y destruye los jardines del rey? Es el colmo que tengamos que ayudar a bañar a una huérfana.—dijo Firé, la criada asignada.—¿Acaso no pueden ordenarnos servirle a él mejor? ¿Te imaginas verlo desnudo? Cielos…es precioso, de pies a cabeza y dicen que su abuelo es igual de bello…y no se diga nuestro rey, es un delicioso pastel…

—Baja la voz pervertida, recuerda que esa mocosa es la protegida del príncipe, además esa muchacha también cuanta con el favor de la emperatriz, esta bien cobijada, que envidia le tengo… y claro que me encantaría servir al príncipe, al rey , al rey Emir, al señor de los cazadores y a todos los Romani, son un sueño…—añadió Prisca entre suspiros.

—Ojalá algún día tengamos esa suerte, mientras debemos conformarnos con servirle a esa mugrosa.—exclamó Firé con molestia.

—Ya me deprimí, apresúrate, quiero terminar lo antes posible.

La vida en el palacio era una competencia constante por querer ganar el favor de los miembros de la familia real, pero nadie peleaba por servir a Carin “la recogida” pues aunque contaba con la protección de la reina y el cuidado personal del príncipe heredero, la despreciaban por ser su familiar y llamaban “mascota”.

—¿No se ve más grande? Quiero decir…—Firé hizo un movimiento en sus pechos para dar a entender el aumento significativo que había tenido Carin.

—¿Se habrá puesto pedazos de tela? Ja, eso debe ser, nadie crece en esas tallas de la noche a la mañana, ayer era más plana que una tabla.—dijo Prisca con muecas despectivas.

—Pero…¿que Noes más alta?—volvió a preguntar Firé asombrada.

Ambas sirvientas miraron de re ojo a Carin y se dieron cuenta de que había crecido y una vez que estaba listo su baño, apreciaron aun más la belleza de aquella loba blanca, sus hermosos cabellos rosados le caían por su espalda blanca como la nieve que cubre la tierra en el invierno, tenía un cuerpo estilizado y sus facciones eran delicadas y refinadas, fue ahí cuando las sirvientas entendieron a su manera, por que el príncipe la tenía ta cerca de él.

—Maldición…es hermosa de pies a cabeza….

Por otro lado, el príncipe ya había terminado de arreglarse y se dirigió a la caballeriza donde tenían a los magrodos, los caballos infernales que montaban el rey y su familia y después de que uno de sus sirvientes lo ensillara, se encontró con su hermana minerva, la cual empezaba su recorrido matutino, sus criadas eran las más desafortunadas, tenían sus días contados, pues al rose de su mano, estas caían muertas, por eso su grupo de sirvientas nunca era el mismo.

La princesa supo de su hermano, cuando aquellas mujeres soltaron suspiros al aire y entonces lo vio.

—¿A donde va su majestad tan temprano? Que milagro que no te acompaña tu familiar el slime.—Minerva le decía así a Carin, por qué nunca se le despegaba a su hermano.

—¿Que haces aquí? ¿Vaz a montar?—le preguntó Aspen apenas mirándola.

—¿Por qué? ¿Quieres que vaya contigo? ¿O prefieres que vaya Carin?—le dijo ella mientras acariciaba a uno de los magrodos.

El Príncipe volteó los ojos para atrás mientras ella seguía hablando.

—No tengo nada que hacer, si quieres podría acompañarte…

—Rápido, ensillen un magrodo para mi hermana, iremos juntos a cabalgar en el bosque.

Los sirvientes tragaron saliva y ella notó su miedo.

—No se preocupen, llevo puesto el escudo protector de mi madre.—dijo ella con seriedad.

—Enseguida le enlistaremos uno princesa.

Minerva estaba emocionada de poder compartir tiempo a solas con su hermano, trataba de no mostrarse muy contenta, pues era orgullosa, cuando los dos estaban ya listos para salir, Carin fue corriendo hasta donde estaban ellos, con una sonrisa brillante agitaba las manos tratando de llamar la atención.

—¡Su majestad! ¡Su majestad! —decía ella llena de alegría.

El corazón de Minerva se sintió pequeño, se había resignado a que ella los acompañara, esto si él príncipe no decidía ir con Carin en su lugar, esta a acostumbrada a ser desplazada, pero él notó el desanimo en su rostro.

Carin les hizo una reverencia cuando se puso delante de ellos.

—¿A donde va su majestad?

—¿Que le pasó?—preguntó minerva asombrada.

—Despertó así, Carin ya dejó de ser una niña.—dijo Aspen mientras la miraba.

—¿Te gustaron los regalos que te hice?—le preguntó el príncipe al verla tan arreglada.




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