Mi amante, el príncipe de jade.

Paraíso

Gia no sabía como describir la sensación que le dio escuchar la voz de aquel príncipe arrogante, era como si se le hubiera bajado la presión, como si un marea estuviera apunto de liarla al suelo, como si el corazón se le fuera a salir por la garganta o la sangre se le hubiera bajado hasta los pies, volteó enseguida y ahí estaba él con el ceño fruncido, exigiendo una explicación, por que él mismo no la tenía ¿como era posible que aquella niña estuviera pasándola tan bien?

—¿Así que te estás dando la gran vida? Creí que te estarías muriendo de hambre y sed, y yo que llegué a sentir algo de pena por ti, ja, supongo que este pan no es nada delante de todo este banquete que tienes por allá.—dijo Aspen con enojo, llevaba un pedazo de pan, para comerlo delante de ella y hacerla sufrir, pero sus planes se vieron frustrados al verla de tan buen semblante.

—Es usted…—susurró Gia con la cara pálida y los dedos fríos.

—Parece que haz visto un fantasma, ja, no te esperabas que fuera yo el heredero del imperio ¿verdad? El hombre al que golpeaste resultó ser tu futuro gobernante.

—Yo…¡lo lamento tanto!—exclamó Gia muriendo de pena.

—¿A eso le llamó pedir perdón?—le preguntó Aspen mirándola con desprecio.

—¿Qué?

—Golpeaste al príncipe heredero y lo hiciste sangrar ¿inclinar tu cabeza es todo lo que harás para disculpar tu falta, Mono salvaje?

—¿Me llamó mono salvaje?—le preguntó Gia ofendida y levantó el rostro y no se dio cuenta que lo miró feo.

Esto hizo crispar al príncipe ¿como era posible que esa chiquilla lo viera de esa forma?

—Quiero que te arrodilles.—le ordenó el príncipe y la atrajo delante de él con su poder y la obligó a arrodillarse.

—¡Ay!—Gia sintió que una gran fuerza la envolvía y controlaba todo su cuerpo, cuando menos lo pensó, ya estaba delante de el príncipe postrada como una plebeya.

—Así es como las campesinas como tú deben mostrarle respeto a un miembro de la realeza, ahora mírame a los ojos si te atreves.—Aspen hizo brillar sus ojos con todo su poder e intención de matarla, de obligarla a amarlo desconsoladamente y humillarla pidiéndole hacer todo tipo de tareas vergonzosas, pero Gia no parecía tener efecto alguno.

—No entiendo por que debo ser castigada….—murmuró Gia tratando de controlarse.

—¿Que dijiste mono parlanchín?

—¡No entiendo como puedo ser castigada y humillada por usted cuando lo único que hice fue huir de su vista lujuriosa! —gritó Gia con la cara roja como un tomate y después se tapó la boca con rapidez.

—¿Qué?—el príncipe se quedó pasmado y nuevamente sus orejas se pusieron rojas.

—Usted apareció de la nada y me tomó por la fuerza y además yo estaba…ya sabe…¿como esperaba que no quisiera salir corriendo de ahí? Si lo golpeé fue por instinto…no sabía que usted era el príncipe heredero, por favor perdóneme.—le pidió Gia con la cara caliente y la mirada en el suelo, pues le daba mucha vergüenza verlo a la cara.

—Esa no es la versión que yo tengo, yo me estaba bañando en el rió cuando de repente te pusiste a invadir el sonido natural con tu chillona voz de mono, me dio curiosidad saber que osada criatura estaba invadiendo mi espacio y entonces apareciste tú, un mandril que no dejaba de chillar.—recalcó Aspen quién no la soltaba del brazo.

—¿Por que me llama de ese modo tan despectivo?—le reclamó Gia con el ceño fruncido.

—Eres una salvaje, lanzas piedras igual que los monos ¿como debería llamarte? ¿Dama? ¿Señorita? Jajaja, ni lo sueñes, de seguro no sabes ni leer.

—Y usted no sabe como tratar a una mujer, ya suélteme.—Gia se sacó de él y le clavó la mirada con enojo.

—Claro que se tratar a una mujer, pero a ti te considero un animal.—le dijo el príncipe con enojo.

—¿Qué?—esto le dolió mucho a Gia y no pudo evitar sentir enojo con él.

—Ya dime por que estás viviendo de esta manera, hasta donde yo sé, eres una prisionera acusada de alta traición, a los criminales de tu clase, se les trata con crueldad y a ti te veo bastante saludable y sin un golpe o rastro de tortura ¿quién vino a ayudarte? ¿Acaso fue mi madre? Ja, ella es la única que puede darte todo esto sin que nadie se de cuenta ¿fue ella verdad? Responde y no te atrevas a mentirme.

—No, la emperatriz no hizo esto.—le respondió Gia mirándolo con enojo.

—Mentirosa ¿como explicas este paraíso?

—No soy una mentirosa, es verdad que ella vino a verme, pero solo me dio su consuelo y se aseguró de que no estuviera enferma y me sanó, a diferencia de usted, ella es dulce y comprensiva, cálida y amable, si no morí de hambre fue por ella, pero esto no lo hizo la reina…

—¿Y entonces? Ella y yo somos los únicos capaces de usar portales para movernos a donde queremos y trasladar cosas de un lado a otro sin ser vistos, mi madre es la única que puede ayudarte.

—Ya le dije que no, pero usted no me cree.

—¿Vas a decir que todo esto apareció de la nada?—le preguntó Aspen de manera burlona y con los brazos cruzados.

—Yo lo hice.—afirmó Gia sin apartarle la mirada.

—De ninguna manera, tu no pudiste hacer algo semejante.

—Claro que sí, yo lo hice, no quería pasar penas y menos cuando estoy recibiendo un castigo que no merezco, así que imagine esto y entonces apareció.

—Pfff ¿que tontería estas diciendo? Esto debe ser una ilusión.—el príncipe caminó hacia la mes ad comida y se acercó a la canasta de frutas donde había unas uvas y se paró a un lado de ellas.

—¿Que hace?—le preguntó Gia al ver que señalaba las uvas.

—Dame una.

—¿Qué? Pero usted esta justo al lado.—exclamó ella confundida.

—Dije que me la des tú en la boca, rápido.

—Pero…

Gia caminó a regañadientes y arrancó tres uvas de golpe y se las metió en la boca al príncipe y este casi se atraganta.

—¡Aquí tiene!—dijo Gia con la voz temblorosa.

—Así no, se más delicada cara de mono.

—¡Ya no me diga así!

—Te digo como se me de la gana!




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