Mi amante, el príncipe de jade.

Alma en pena

El viento podía ser un aliado en los días de calor, pero en el frío y desolado imperio vampírico, era un verdugo cruel que susurraba todo tipo de cosas hirientes, se dice que el imponente rey se encerró en su alcoba después de haber contemplado por segunda vez aquella criatura que contenía el alma de su hijo fallecido.

—¿Pudieron resolver lo del intruso?—preguntó Magnolia quién enguanto vio a su esposo se acercó a él para abrazarlo.

—Si, no hay nada de que preocuparse.—le respondió el bello Emir con una sonrisa tranquilizadora.

—¿Que era lo que estaba atacando el castillo?—añadió Ginebra quién no veía a su esposo, solo a sus hijos quienes se reunían con sus esposas.

—Era nuestro hijo, Ban…—se escuchó una voz dulce, pero frágil, era Lía quién miraba a travez de los ventanales que daban a unos hermosos jardines, tenía la mirada fija en ese lugar.

Ginebra calló en cuanta de lo que estaba pasando y se afligió profundamente por su hijo y su nuera, Magnolia, Lucia y ella, se acercaron a lía y la abrazaron con empatía.

—Lo lamento hija, no se que decirte, no me imagino lo que deben estar sintiendo en estos momentos.—le dijo Ginebra mientras sostenía su mano.

—Es semejante a tener una montaña oprimiendo nuestro pecho, apenas si podemos respirar, la asfixia nos recuerda que perdimos a nuestro amado hijo.—explicó Lía mientras las lagrimas caían rodando por sus mejillas.

—¿Puedo preguntarte algo hermana?—le dijo Reynar mientras se acercaba a ella con calma y añadió.—¿Como es que Aspen logró convertir a Ban como su familiar? Valeska afirmó que no será difícil de contener, no es yagual a Carin, que es consciente de sus actos.

—Reynar.—-Lucia lo miró dandole a entender que estaba siendo indiscreto, pero Lía le dijo que estaba bien.

—Se que parece un acto cruel, no esperamos que lo entiendan, pero fue la única manera de evitar que nuestro hijo se extinguiera, murió en mi vientre porque Minerva tocó su cuerpo, eran mellizos, venían en diferentes bolsas, pero la de ambos se rompió al momento en el que iba a darlos a luz, fue ahí donde el destino de Ban se escribió, murió antes de que pudiera ver la luz.

Mientras Lía contaba esto, la princesa Minerva escuchaba detrás de la puerta, su corazón se estrujó y frunció el ceño apretó los dientes y se fue de ahí para que nadie la viera.

Lía continuó hablando mientras todos escuchaban atentamente.

—Aspen solo hizo lo que sus corazón creía correcto, mi hijo no quería que perdiéramos del todo a Ban, así que tubo que usar su poder para convertirlo en su familiar, usando todos los sentimientos de ira, frustración y confusión que habían en él y así formó su cuerpo físico, uno incapaz de ser coherente, manejado únicamente por esos sentimientos salvajes, es nuestro hijo y a la ves no….¿lo entienden?—Lía comen<ó a llorar a voz en cuello, a este punto, no pudo controlar sus emociones y un nudo en al garganta se le formó a sus seres queridos.

—Lo lamento, no debía haberte preguntado, soy un idiota….—expuso Reynar con culpa, pero Lía negó con la cabeza y lo abrazó para hallar refugio en él.

—No me puedo imaginar como debe sentirse Valeska, por lo menos Lía expresa como se siente, pero mi hermano es una roca, jamás se sabe que pasa por su cabeza, pero la expresión que vi en su rostro cuando tenía a Ban frente a frente, me lo dijo todo, Valeska esta sufriendo…nuestro padre debe estar con él en estos momentos, debería ir más tarde para ver como está…—pensó Emir mientras un suspiro melancólico se escapaba de él.

Alejandro llamó a la puerta, no sabía si su hijo lo recibiría.

—Hijo ¿puedo pasar? Solo quiero sentarme a tu lado.—le dijo el señor de los cazadores y las puertas se abrieron para recibirlo.

—Tu no necesitas mi permiso padre, soy el rey del mundo, pero el tuyo no.—expresó él con desanimo.

—Aun si no quisieras recibirme lo entendería, si quieres estar solo dímelo y me iré.

—No…quiero estar contigo ahora…

Era un hombre adulto, un rey que imponía respeto he infundía temor a sus súbditos, pero para Alejandro, Valeska se convirtió en un niño en esos momentos, estaba sentado en el suelo, recargado en una columna fría, con la mirada en el lujoso azulejo que reflejaba sus tristezas.

—Muy bien, entonces me sentaré junto a ti.

En cuanto Alejandro se sentó, Valeska recargó su cabeza en su hombro, buscando consuelo en su padre.

—¿Por que si me siento tan destruido no puedo llorar?—le preguntó el rey con la mirada perdida.

—Aveces el dolor es tan grande que no se sale en forma de lágrimas, muchas veces se expresa en forma de enojo he ira, en ocaciones se viste de miedo.

—Yo siento que me asfixio, estoy lleno de enojo todo el tiempo, pero hoy…hoy no me siento un rey…me siento como un hombre desdichado…un tipo fracasado…un pobre bastardo que no es capaz de salvar a quien ama…

Valeska se puso de pie con gran rapidez y agarró varios jarrones y los azotó contra el piso y todo lo que tenía a su alcance lo destruía.

—Si soy un dios….¿como es posible que no tenga el poder para salvarlo? ¿De que me sirve ser tan poderoso si no fui capaz de librarlo de ese destino aberrante? ¡Odio todo esto! ¡Maldigo el día en el que la muerte se lo llevó! ¡Maldita sea! Estoy tan enojado….—la voz de Valeska se cortó, un nudo se formó en su garganta bloqueándole las palabras y las lagrimas comenzaron a salir de sus ojos, una tras otra mientras el se desgarraba la ropa y se golpeaba el pecho.

Alejandro sintió que el corazón se le encogía y al ver a su hijo tan dolido el sentimiento de apoderó de él también, pues Valeska esta deshecho.

—Quería verlo crecer…—sollozó el rey ahogándose en un llanto perpetuo y continuó hablando recargado en una columna dejando ir toda su carga.—si alguien me hubiese dado a elegir entre su vida y la mía, se la hubiese entregado sin pensar…con tal de verlo feliz…me duele el alma…me odio a mi mismo por no haber podido vencer a la muerte y arrebatarle a mi hijo de sus frías manos…me detesto hasta los huesos y nunca me voy a perdonar el hecho de verlo convertido en un montón de sentimientos rotos…




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