Ninguno de ellos sabía lo que estaba pasando, en un abrir y cerrar de ojos, ambos sintieron que el alma se les unía, como si sus corazones se les hubieran entre lazado, era un calor inexplicable, una sensación cálida y abrazadora, aquel beso selló lo inevitable, Gia y aspen se habían vinculado de manera irremediable y no podían hacer nada al respecto.
—¡Ay! ¿que me haz hecho?—preguntó el príncipe apartándose de su lado de un brinco mientras se agarraban el pecho, pues su corazón estaba como loco.
—¿Usted que me hizo a mí?—exclamó Gia sintiendo como su corazón quería salírsele del pecho para irse con él.
—¡Yo no te he hecho nada! —le dijo el príncipe con la cara enrojecida.
—¿Y entonces?
—¿Entonces que?—la cuestionó Aspen alarmado.
—¿Por que me siento así?—Gia también estaba muy sonrosada de las mejillas, no podía ocultarlo pues sus ojos brillaban más que las estrellas.
—¿Y yo que voy a saber? Donde me hayas lanzado un hechizo raro…—refunfuñó Aspen con el ceño fruncido.
—Usted también es un brujo ¿y si el que me hechizó fue usted?
Gia había roto el hechizo de protección que la emperatriz le había puesto para protegerla de sus poderos psíquicos y al hacerlo, la vinculación tubo lugar de manera inmediata, esta ya había intentado romper la pared que dividía a Gia de la colección con aspen, por eso se tenían atraídos el uno al otro y no sabían por qué.
Como estaban tan apenados y abrumados, ambos regresaron al palacio y una vez que pisaron ese lugar, huyeron el uno del otro sin dirigirse la palabra.
El príncipe apareció en su alcoba por medio de uno de sus portales y se desplomó sosteniendo del barandal de su balcón con todas sus fuerzas, tanto que lo rompió.
—¿Que diablos me pasa? ¿Por que me siento de esta forma? ¿Por que de repente esa bruja me es tan tentadora? Maldita sea…que no sea lo que pienso…no pude haberme vinculado de ese mono parlante…preferiría cortarme las manos antes de sentir deseo por esa insolente…
El Principe pasó esa noche en vela por causa de la imagen sublime que su mente había capturado de Gia, mientras la sostenía en sus brazos después de haberle dado ese beso y él no era el único que se sentía de esa forma, Gia se encontraba en sus aposentos dando vueltas por todos lados, lleno de aquí para allá envuelta en una ansiedad inexplicable.
—¿Que me está pasando? ¿Por qué no puedo dejar de pensar en ese beso? ¿Desde cuando están sexy? ¡Ay no! ¿Que estoy diciendo? Solo estoy confundida por que me sorprendió con ese beso, el muy atrevido me dio mi primer beso….esos labios rojos, subes y frescos…tan suaves…jejeje ¡ay que no! ¡No pensaré de esa forma! Me iré a dormir, esto se me pasará en la mañana y volveré a verlo como lo que es, un vanidoso engreído que me repugna hasta los huesos.
Así pasaron la noche la reina de las brujas y el príncipe de jade, inmersos en sus muchos pensamientos, agobiados por todo lo que estaban sintiendo.
Carin tenía la costumbre de dormir con el príncipe, pues al ser su familiar la consideraba un ser muy cercano y le tenía un gran aprecio, Carin se despertó en el momento en el que escuchó todas las quejas de su amo, no entendía que decía, pero se veía bastante abrumado.
—¿Principe Aspen? ¿Se encuentra bien?—le preguntó la loba blanca mientras se acercaba a él con pasos apresurados.
Pero Aspen no la escuchó, seguía murmurando miles de cosas mientras apretaba los dientes con frustración.
Entonces, Carin extendió su mano y tocó la espalda de su amo y este pegó un brinco.
—¿Le pasa algo mi principe?
—¡Carin!
La loba blanca jamás había visto al príncipe en ese estado, así que se preocupo mucho por él.
—¿Que sucede mi señor? ¿Que le preocupa tanto?—le preguntó ella mientras lo miraba con ojos de cierva.
—Lamento haberte despertado, se me olvidó que estaba dormida.—le dijo el príncipe agitado.
—Ya casi amanece, lo estuve esperando, pero me venció el sueño, siento su corazón turbado, nunca antes lo había visto así ¿de verdad está bien?
—Si, no es nada, mi mente se hizo ideas extrañas, pero ya se me pasará.—explicó aspen mientras se llevaba las manos a la cabeza.
—¿Quiere que le prepare un té? ¿Que sobe sus hombros?
—No, intentaré dormir un poco.
—Me recostaré junto a usted, así velaré por sus sueños.
—No, ya te dije que no podemos dormir juntos, tu ya eres una mujer.
—¿Y eso es malo? Usted y yo solíamos dormir juntos…—expresó Carin con un puchero.
—Es por que yo soy un hombre y soy peligroso.
—¿Peligroso?
—Tu cuerpo es el de una hembra adulta, no quisiera faltarte al respeto, por eso es mejor que cada quién duerma en su cama, mandé que trajeran una para ti justo a mi lado.
Carin abrazó al príncipe con fuerza y añadió:
—A mi me gustaría dormir con usted… solo por esta noche, verá que así dormirá mejor.
Aspen no tenía ganas de seguir convenciéndola de dormir en su cama, así que se recostó agotado y ella se puso a un lado de él mientras acariciaba su cabello negro y le cantaba una canción de cuna.
El Principe fue cerrado sus ojos lentamente deseando quedarse profundamente dormido.
—Mi Principe…cuanto lo amo, lo amo más de lo que puedo explicar…esto debe ser amor…por que yo siempre estoy pensando en usted.—se dijo Carin en sus adentros y se sintió plena porque estaba junto al príncipe.