Mi amante, el príncipe de jade.

Conflicto interior

El pueblo había recibido a la princesa Isabela con jubilo, a pesar de que nadie pudo ver su rostro y ella no saludó a nadie, su simple presencia le hacía saber al mundo que ya había llegado su futura emperatriz, aclamada como una divinidad eterna y sublime, la princesa ya era considerada la mujer más bella del continente y contaba con el cariño de sus súbditos.

—¿Ya escuchó como grita el pueblo su alteza? ¡La aman! Todo el mundo la recibe con jubilo y en cada parada que hacemos, el príncipe le manda todo tipo de obsequios costosos, ay usted debe sentirse muy halagada ¿no es así?—le preguntó Ania quien estaba sentada a su lado mirando por la ventana y Emm permanecía sentado frente a ella.

—Si…ha sido muy generoso y el pueblo parece aceptarme, es un alivio…—exclamó Isabela apreciando las joyas que el príncipe le mandaba.

—¡Guao! Esto es increíble jajaja.—decía Ania fascinada.

—Es verdad, estoy siendo bien recibida en el imperio, debe ser por que soy la princesa heredera, la emperatriz Lía y mi madre se convirtieron en reinas muy a pesar de lo que el pueblo vampírico y el pueblo sobrenatural querían, antes de ellas había otros prospectos, pero yo siempre fui la elegida, la mujer perfecta para ocupar el trono, soy una Romani después de todo, comparto la misma sangre que nos dio el derecho al trono, vengo de una familia de reyes y reinas, hija del gran Emir, soy digna de ocupar el puesto y ellos lo saben, detesto sentirme tan miserable, sabiendo que deseaba esto más que nadie, me pregunto como se sentirá el príncipe ¿estará feliz de conocerme? ¿De verdad querrá casarse conmigo? ¿Tendrá los mismos arrepentimientos que yo?

Isabela levantó la mirada hacía Emm, lo miró detenidamente, llevaba puesta su armadura, tenía su espada aun lado, era tan oscuro y atractivo, tan serio y propio.

—Todo esto es tu culpa…desde que pareciste en mi vida, todo se complicó.—se dijo Isabela en sus adentros mientras fruncía el ceño y Emm se dio cuenta de que ella lo estaba observando y le clavó la mirada haciendo que ella se sonrojara y desviara la vista a otro lado.

—¿Que le pasa?—le preguntó su caballero sin quitarle la vista de encima.

—¿Que me pasa de que?

—Me mira como si estuviera enojada conmigo.

—Claro que no, solo estoy cansada de este recorrido.—dijo ella entre pucheros.

—Creí que estaría feliz de escuchar todos los halagos que le hacen, avientan rosas como si fuera una eminencia y para ellos lo es.—externó Emm con seriedad.

—No es eso, es que me duele la espalda por estar tanto tiempo sentada….

—Lo lamento alteza, el protocolo nos impide salir del carruaje, como hay tanta gente deseando verla y acercarse a usted, si ven que sale de aquí se le irán encima, hay rumores de que si tocan el borde de su vestido se vuelven más jovenes y saludables jejeje, no sería seguro salir.—le dijo Ania apenada.

—¿Que? ¿Quién inventó eso? Suena a un montón de supersticiosos.—dijo Isabela con molestia.

—Parece irritada, no entiendo por que se comporta de esta forma, pero, no parece estar disfrutando del recorrido ¿por que se ve tan infeliz? ¿Acaso este no era su sueño?—se preguntaba Emm en sus adentros.

Así fue aquel famoso recorrido, lleno de celebración y alegría por parte del pueblo, hasta que por fin la princesa Isabela llegó al castillo, las grandes puertas se abrieron para recibirla y una vez que entró, Emm bajó del carruaje y extendió su mano para ayudarla a bajar.

Cuando Isabela sintió la mano de eme se estremeció, no podía ocultar su nerviosismo y le daba mucha pena verlo a los ojos, pues pensaba que era muy sexy.

—Cielos, quita esa cara de renegado, te sienta demasiado bien….—pensaba aquella princesa acomplejada.

—Su alteza, los reyes del sur la esperan.—le dijo Ania haciendo una reverencia.

A una distancia no muy grande se encontraba la familia imperial a excepción del príncipe aspen, quién por tradición permanecía en la cámara de preparación para su gran día, él también debía ser bañado en aguas florales y perfumadas, además de que los modistas estaban poniendo los últimos detalles en los trajes que usaría durante los días que duraría la fiesta.

Isabela volteó y vio a toda su familia y sintió muchos nervios, sin embargo, no los reflejaba, escondía todo debajo de su perfección.

—Bienvenida querida Isabela, es un placer volver a verte, han pasado muchos años desde la ultima vez que te vimos.—le dijo Valeska y se acercó a ella y besó su mano.

—Mi señor, es un honor estar delante de usted, larga vida al rey de todo.—exclamó la princesa haciéndole una reverencia.

—Isabela, siéntete como en casa, estamos felices de recibirte.—le dijo Lía quién de inmediato la abrazó.

—Majestad, que su bondad siga bendiciendo al imperio.

También estaban sus padres quienes felices se acercaron a ella para saludarla.

—¿No es mi hija tan hermosa como nuestra madre?—le preguntó Emir a Valeska y el asintió con la cabeza.

—Lo es, es una Romani después de todo, la belleza de nuestras mujeres es insuperable.

—Isabela, bienvenida al reino del sur.—Ginebra también la abrazó con cariño y después se acercó Alejandro, al verlo Isabela se maravilló por que era muy hermoso.

—Has crecido mucho, me alegra que estes bien.—Alejandro besó su mano y le sintió con calidez.

—Abuelo, abuela, que felicidad verlos otra vez.

—Hola princesa, no se si aun me recuerdes, pero soy tu tío Reynar y ella es mi esposa Lucia, somos padres de Eren tu primo.

—Por supuesto, es un gusto volver a verlos, a todos ustedes.—expresó Isabela con una sonrisa, esta aliviada de que su primo no estuviera presente, pues reconocía que había sido muy grosera con él.

Ni Eren ni Minerva estaban presentes, ellos debían conocerla también en el baile.

Emm se había quedado a tras junto a Ania y cuando Lía lo vió ahí parado corrió hacia él por que lo había extrañado mucho.

—¡Emm mi amor! —Lía se colgó a él y lo abrazó llenándolo de besos, Valeska era muy celoso, pero sabía que Lía lo amaba como a su propio hijo y lo entendía.




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