Mi amante, el príncipe de jade.

El nacimiento de una nueva villana

Silfi había despedido ha Gia para poder hablar a solas con el príncipe Aspen, el enojo que el rey de todo le había hecho pasar aun seguía en su sangre, trataba de tener una actitud calmada, pero su voz parecía alterada, ella era una tetera llena de agua hirviendo apunto de explotar.

Aspen había desviado su mirada hacía Gia, quién sea alejaba con los hombros encogidos ¿quién era esa mujer que tan atrevidamente se acercaba al príncipe? Se preguntaba la bruja mientras miraba hacía atrás para verla una vez más.

—No me da buena espina, su aura se siente alterada…¿que querrá del príncipe?

Sifli permanecía frente a él con una mirada afilada, cosa que comenzó a disgustar al príncipe quién ya de por si, la detestaba.

—Su alteza, vengo a reclamar lo que es mío, usted me ha prometido algo y quiero que cumpla con su palabra.

Aspen frunció el ceño y la miró de arriba a bajo haciéndela sentir incomoda.

—¿Y que tengo yo que te pertenezca?—le preguntó Aspen mirándola con indiferencia y añadió.—¿acaso no estoy yo por encima de ti? No hay nada que pueda ser tuyo en este imperio.

—Tiene que ir al pasado para encontrar la respuesta, cuando aun era un niño usted me prometido que si me marchaba al reino elfico, usted me convertiría en su concubina cuando cumpliera la mayoría de edad y se convirtiera en un hombre, mis ojos ven a un hombre en todo el sentido de la palabra.—le dijo Silfi mirando su entre pierna.

—Acompáñame afuera.—Le dijo Aspen y se adelantó y ella lo siguió, estaba sonriendo pensando que su plan de comprometerlo con su promesa del pasado funcionaría mejor de lo que había creído.

Gia los miraba desde lo lejos y no entendía lo que esta pasando, comenzó a preocuparse y se sentía inquieta.

—¿Que le pasa señorita? —le preguntó Calipso acercándose a ella, la bruja nigromante llevaba puesto un vestido negro pegado al cuerpo con una abertura en al pierna, se veía muy hermosa.

—Calipso, se ve muy linda con ese vestido.—le dijo Gia fingiendo una sonrisa.

—La veo inquieta ¿es por lo que paso con el príncipe?

—¿El rey se enojó por que bailamos no es así? No lo he visto desde entonces…seguro que me castigará.—dijo Gia decaída.

—Es más complicado que eso, el rey no tiene derecho a enojarse con ustedes, después de todo…—Calipso miró a Gia y no sabía como decirle que toda la familia imperial sabía de su vinculo y añadió.—¿Usted sabe que es el vinculo?

—¿El vinculo? Es la conexión almica que sucede entre los hombres de la familia Romani, se da una unión espiritual entre ellos y la mujer que su sangre elige, una capaz de llevar a sus hijos en su vientre y asegurar su linaje.

—Es mucho más profundo que eso, aunque tiene razón en lo que dice, el vinculo sucede de manera inesperada, cuando ambas peonas se miran a los ojos, crean un lazo que los une d por vida y el amor y lealtad que nace de ellos es indestructible y crece con el tiempo, señorita….usted…

De pronto, unos gritos se escucharon traspasando el salón, parecía una mujer histérica que le estaba reclamando a su amante alguna infidelidad, así que los músicos tocaron la musica nuevamente para tapar aquel reclamo bochornoso.

—¿Que sucede?—se preguntaron todos extrañados, pero al escuchar la musica siguieron divirtiéndose.

—¿Usted sabe quien es la elfa de cabellos blancos que se fue con el príncipe? —le preguntó Gia con preocupación.

—Si, espéreme aquí, esa hija de….—calipso frunció el ceño y se levantó el vestido quitándose un pasador puntiagudo de la cabeza, esta dispuesta a clavárselo en el cuello si esa insolente se pasaba de la raya con el príncipe.

Silfi tenía la realidad muy alterada debido a su gran ego, crece irresistible fue su mayor error, pues su locura no solo inició cuando Valeska la desprecio tajantemente, si no que al ver que el príncipe tampoco mostraba interés en ella, se llenó de indignación y mucha rabia.

(Lo que sucedió antes de los gritos de Silfi)

—Bien, ahora me lleva a un lugar aislado, estar a solas de este gentío me dará la ventaja, aquí podré besarlo y seducirlo hasta que caiga en mi red, no podrá resistirse, hoy me iré a la cama de este joven y apuesto príncipe.—se dijo la elfa en sus adentros.

Aspen la había sacado a los ajardines que estaban a fuera del gran salón donde se estaba llevando a cabo la fiesta, la luz ahí era escasa, Silfi estaba sorprendida de que Aspen tuviera unos ojos tan verdes y brillantes que aun en las penumbras resaltaban y los comparó con dos luciérnagas.

—¿Ahora lo recuerda?—le preguntó Silfi acariciando su pecho y se acercó a él para abrazarlo y añadió.—Usted prometió que me convertiría en su concubina cuando se convirtiera en un adulto, yo puedo darle esta misma noche una muestra de lo que le esperará cada vez que me llame a su alcoba, le aseguro que no se arrepentirá majestad, yo seré su lugar de descanso, le daré a probar las delicias de la adultez.

Silfi iba deslizando su mano cada vez más abajo, hasta que aspen no pudo soportarlo más, así que le agarró la mano y la alejó de él avenándola contra el piso.

—¡Ay! ¿Que le pasa? ¿Por que hizo eso?—le preguntó ella adolorida.

—Quítame tus sucias manos de encima…—exclamó Aspen con una mirada fiera y al verlo, Silfi se quedó callada por que tubo miedo.

—Yo…yo solo quería…

—Eres repugnante, jamás me acostaría con una mujer como tú, estuviste detrás de mi padre, hambrienta de su atención, como una mendiga te arrastraste para recoger las migajas de poder que podías obtener a sus costillas, te rechazó por que no tienen ningún atractivo que lo cautive, osaste compararte con su reina, mi madre, una mujer preciosa a la que no le llegas ni a los talones, mérate, eres una pobre desgraciada, eres horrible.—Aspen caminó hacía ella mirándola con tanto desprecio que Silfi no podía soportarlo.

El Principe le pisó la mano con la que intentó tocarlo y talló el suelo con ellos, haciéndola gritar de dolor.




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