Lía había desaparecido con Silfi mientras la arrastraba del cabello, la elfa le había colmado la paciencia, había cruzado la línea, podía ser una arpía con ella, pero jamás le perdonaría que intentara meterse con sus hijos, Lía era bien conocida por el gran amor que le tenía a los suyos y de lo que podía ser capaz de hacer por defenderlos.
—¡Ya suéltame! ¡Deja de jalarme el cabello! Bruja asquerosa…—Silfi estaba llorando de rabia y de impotencia, sintió que le ardía la cara y al ver que su vestido se manchaba de las gotas de sangre que le caían del rostro entró en pánico.
Lía la sacó fuera del castillo, la quería lejos de su familia, así que la llevó a la frontera de su país, justo en las praderas del territorio elfico y ahí la soltó dejándola caer de rodillas frente a un rio que se encontraba en ese lugar.
—Me arde la cara…¿por que estoy sangrando?—preguntaba Silfi con la voz entre cortada, al asomarse a las aguas y ver su rostro con esa gran herida, pegó gritos como loca y revolvió el agua por que no aceptaba lo que veía.
—Esta demás decirte que no eres bien venida en el imperio vampírico, no volverás a pisar mi hogar nunca más, intentaste entrar a mi familia como una plaga, te valiste de tu seducción y palabrería, de tu fachada de inocencia y quisiste ser la amante del rey, de mi esposo como si yo no existiera, a pesar de que el te rechazó, intentaste ir como una depredadora tras mi hijo y eso jamás te lo perdonaré.—le dijo lía arándola con desprecio.
—¡Me ha desfigurado! ¡Tu hijo es un monstruo! ¡Solo una bruja como tu puede ser capaz de engendrar algo así! ¡Quítame esta herida de la cara! ¡Te lo ordeno! Devuélveme mi hermosura!—gritó Silfi mientras se abalanzaba contra Lía con una piedra afilada para heridla también.
—¡No tientes tu suerte Silfi! Sabes muy bien que no podrás contra mi, esa herida en el rostro te recordará que no puedes hablar mal de la madre de un hijo que ve en ella su tesoro, le hará saber a tu terquedad que no hay lugar para ti en mi reino.—Lía la empujó con el pie haciéndola cae de centón,
—¡Yo pude ser la reina! ¡Estaba a nada de revocarte! ¡El rey gustaba de mi!—gritó Silfi a voz en cuello.
—¡Tu jamás podrías remplazarme! ¡No eres apta para portar esta corona! Valeska me ama y yo a él, el vinculo que nos une es irrevocable.—declaró Lía con una mirada fiera.
—¿Entonces por que tuviste miedo de que me convirtiera en su amante?—le dijo Silfi dibujando una sonrisa en su rostro y añadió.—Sabias bien que el rey me deseaba, si por el hubiera sido yo hace tiempo que estaría en su cama, te habría olvidado y yo hubiese ocupado su mente y su corazón, desde el primer momento en que lo vi…—Lía la interrumpió de golpe con gran furia.
—¡Ya cállate! Tu mente esta divagando, aceptas la realidad Silfi, el rey no te hizo su concubina por que no quiso, hoy tuviste tu oportunidad, si lo que dices fuera cierto te habría aceptado, pero él me ama a mí y no cambiarás eso.
—Te odio…¡te odio con toda mi alma maldita! ¡Te aborrezco! ¡Ojala estuvieras muerta infeliz! ¡Desearía que te hubieses vuelto loca y nunca hubieras despertado de tu pesadilla bastarda! —Silfi comenzó a aventarle piedras a Lía y estas rebotaban en su su campo de protección.
Lía miró con pena a Silfi, sabía que seguir hablando con ella era una perdida de tiempo.
—¡Dame una espada o un arco! ¡Cualquier arma y enfrentarme en un duelo! Te juro que no saldrás viva de esto…¡sin tu magia no eres nada infeliz! ¡Quita ese hechizo de protección de tu cuerpo y enfrentarme!
—Si hago eso morirás, haz perdido la razón Silfi, ya no estás en tus cabales, no seguiré perdiendo mi tiempo contigo.
Lía abrió un portal para regresar al castillo y al ver que ya se iba, Silfi se llenó de desesperación y rabia, por que la odiaba profundamente y quería matarla.
—¡A donde crees que vas desgraciada! ¡Regresa aquí maldita!
—Si vuelves a pisar el reino vampírico no regresarás con vida a tu país, acepta esta ultima muestra de compasión de mi parte, la próxima vez dejaré que mi esposo y mi hijo descarguen su ira sobre ti y entonces será tu fin.
—¡Te mataré! ¿Me escuchaste? ¡Voy a acabar contigo!
En ese instante el portal se cerró cuando Lía lo cruzó y Silfi pegó un grito estremecedor.
Cuando Lía regresó a casa, se recargó en la pared y suspiró mientras se tocaba el vientre.
—Algo me dice que ella regresará…cada vez pierdo más la paciencia con ella, me alegro de haberme contenido…no se que hubiera hecho si yo…—Lía se revisó las manos y sintió alivio de no habérselas manchado de sangre.
Po otro lado, Silfi se quedó dandole puños a la tierra, se rasgó el vestido y se echó a llorar amargamente, aunque ya esta en su país, llegar al reino le tomaría por lo menos un día, por que estaba en la frontera y en medio de la nada.
—¿Por que? ¿Por que? Debí haberla matado cuando tuve la oportunidad…todo esto es culpa suya…¿por que el rey me despreció de esa forma? Creí que me quería…pensé que…
Silfi se fue descalza y con al ropa llena de lodo caminado sin rumbo, parecía un zombi, con la mirada vaga y murmurando todo lo que el rey le había dicho, de vez en cuando se caía y se volvía a levantar por que parecía desorientada o muy ebria, aquella exótica belleza de cabellos blancos ahora tenía el rostro marcado y era una cicatriz que jamás se curaría, una que le recordaría para siempre al rey y al príncipe que la despreciaron, esta de más decir que su corazón estaba lleno de odio y ya no era la misma.
La madrugada ya había avanzado, hacía mucho frío y Silfi tenía los pies y las manos entumidas, estaba en medio de un campo desolado y como caminaba desorientada, calló de una colina rodando cuesta a bajo cayendo en una pila de carne apestosa y descompuesta, el hedor era tanto que al sentir como los gusanos hervían en la carne en la que había caído y sentir las cosquillas de las larvas queriendo entrar en su herida, se horrorizó pegando un fuerte grito.