Mi amante, el príncipe de jade.

Misterio

Hay cosas en el universo que suceden sin explicación alguna, aveces tenemos que llegar a la conclusión de que no todas las preguntas necesitan tener una respuesta, pues si las tuviéramos, no sabríamos que hacer con las respuestas, aveces la ignorancia nos protege del conocimiento, uno que podría destruir nuestras mentes y confundirlas más de lo que pueden soportar.

Lo que Silfi estaba presenciando la había dejado asqueada, perturbada y llena de miedo ¿que eran esas cosas? se preguntaba temblorosa, su cuerpo reaccionaba ante lo inexplicable, aquellos seres repugnantes habían notado su presencia y clavaron sus brillantes ojos amarillos sobre ella, era inevitable que no se convirtiera en una presa, tenía sangre y eso llamaba a un más su atención, les anunciaba la llegada de carne fresca y comenzaron a gruñir cuando su instinto asesino volvió a despertarse.

—Dios mío…¿me vieron? No…no puedo correr, mis pies no me responden…no puedo…—se decía Silfi con desesperación mientras sus dientes chocaban una y otra vez revelando su pánico.

Los seres del vacío dejaron los cadáveres y comenzaron a bramar por su nueva presa, no había nada que les gustará más que la carne podrida, excepto asesinar a sus víctimas de la peor manera para después vomitar los cadáveres para acelerar la descomposición.

Silfi por fin pudo hacer que sus piernas le respondieran y comenzó a rascar la pared de piedra con desesperación para poder escalarla, brincaba como loca y solo se arrancaba las uñas, las criaturas del abismo caminaron hacia ella, sabían que no había necesidad de correr, pues estaba ahí para ellos, rodeada de cuerpos que le entorpecían el paso y querer redarlos sería entregarse a ellos más rápido.

—¡Ahhhhhh! ¡Ayúdenme! ¡Socorro!—gritaba Silfi desgarrándose la garganta.—¡Déjenme en paz malditos adefesios! ¡Largo de aquí! Me rehuso a morir así…no de esta forma, esa maldita debería estar en mi lugar, ella debería morir así….la odio…la odio…¡ella debería estar aquí!

Aquellos devora carne ya estaban tan cerca de ella, que Silfi sintió que su muerte se acercaba, pero de entre la neblina, una voz se hizo presente.

—Ya fue suficiente queridos, ya comieron demasiado, sus barrigas comienzan a desgarrarse, se les saldrán los intestinos, además puede que les haga daño comer esa carne.—dijo aquella voz misteriosa y seductora.

Al escucharla, fue inevitable que Silfi volteara, cuando a aquella figura femenina se asomó de entre la espesa niebla, la elfa se quedó perpleja, abriendo sus ojos de app en par sin entender nada.

—Eres tú…

Por otro lado, Lía se había incorporado nuevamente al festejo, Aspen y Calipso se reunieron con ella para asegurarse de que estuviera bien.

—¡Majestad!

—Mamá ¿que hiciste con ella? ¿Te dijo algo? ¿Intentó ponerte la mano encima? Dímelo, si te ha ofendido le cortaré la cabeza.—exclamó Aspen enfurecido, pero su madre lo calmó dandole un beso en la mejilla.

—Solo la desterré, la dejé en su país, ella no volverá a poner un pie en este reino, de eso me aseguraré yo.—declaró Lía decidida.

—Me alegra que este bien su alteza.—expresó Calipso aliviada.

—Quiten esas caras no tiene de que preocuparse, entren, disfruten de la fiesta, la noche es muy hermosa como para vivirla en enojos y preocupaciones.

—Tiene razón.

Lía entró con Aspen y Calipso al gran salón, los invitados estaban disfrutando mucho aquel baile, pero la familia real ya no tenía el mismo animo debido a todo lo que había sucedido, ya no podían ignorar el hecho de que Aspen y Gia se habían vinculado, así que Lía miró a las dos chicas con pena, por un lado estaba la bruja de cabellos azules parada en la mesa de los postres al lado de su padre que trataba de hacerla reír metiendo un montón de pastelillos en la boca y por otro, estaba Isabela con Emir, bailando una canción tranquila, el rey del norte trataba de hacer amena su noche, pues el caballero Emm se había hecho aun lado para que él bailara con su hija.

—¿Que debería hacer? Rompí varios protocolos esta noche, no pude contenerme, mi padre se ha marchado, es evidente que está furioso, pero últimamente no pienso con claridad cuando ella esta presente, es como si una fuerza mayor me atrajera y es en vano resistirse.

—No es tu culpa, tu padre sabe perfectamente como se siente, de nada servirá abstenerse o obligarte a que te comportes, quizá violaste algunos protocolos importantes, pero no hiciste nada malo.—le dijo Lía con suavidad.

—Creo que debería disculparme con Isabela, he ignorado sus sentimientos toda la noche, le falté al respeto, debería pasar el resto de la noche con ella.—expuso aspen con seriedad muy a pesar de lo que realmente quería.

—Ese sería un gran detalle.—le dijo Lía soltando un suspiro pensando en como se sentiría Gia, pero tenía al esperanza de que las cosas tomarían su lugar tarde o temprano.

Los ojos de Gia siguieron al príncipe y cuando vio que se acercaba nuevamente a la pista del baile para invitar a Isabela su rostro dibujó una expresión de aflicción.

—Me siento como una intrusa, hasta ahora no me había puesto a pensar en que estaba sintiendo ella, yo llegué a la vida del príncipe cuando ellos ya tenían un compromiso, si yo fuera la princesa me odiaría por haberme robado el corazón del príncipe, creo que no debo seguir aquí por más tiempo, no puedo ser el dolor de otra mujer y tampoco quiero que ella sea el mio….detesto sentirme así es…como si yo fuera una amante….—pensó Gia en sus adentros y sonrió ligeramente para disimular sus ganas de llorar.

—¿Estás bien? ¿Quieres que vayamos a caminar a los jardines, el rey dio permiso para que sean recorridos por los invitados, son muy bonitos, especialmente de noche.— le dijo su padre para llevársela de ahí.

—No, me duelen mucho los pies, bailar no es lo mío jejeje ¿podemos volver a casa? Me siento muy cansada.

—Ah, claro que si hija, iré por tu madre y nos iremos enseguida ¿si?




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