Era como si la niebla le sirviera, se hacía aun lado abriéndole paso a la mujer que caminaba con paso firme, sus ojos brillantes resaltaban en la densa oscuridad, ella era diferente a todo lo que hubiera conocido, parecía que la había engendrado la oscuridad y así era.
—¿Cómo es posible?—se preguntó Silfi con los ojos tan abiertos que casi se le salen de las cuencas, no podía creer lo que estaba mirando.
La luz de la luna le dió una entrada triunfal, tenía la piel tan clara que parecía hija de la luna, su cabello era negro como la misma noche y sus ojos, sus ojos eran las mismas esmeraldas que tanto despreciaba, era ella, pero con otro pelo y otra piel, sin bondad, pero con todo su poder, uno muy hostil y oscuro.
—Eres tú…continuó con la voz entre cortada por el miedo que le infundía esa mujer.
Era tan bella que Silfi no dejaba de mirarla de arriba a bajo.
—Mis bebés insisten en devorarte, dicen que los haz lastimado con tus palabras crueles, tus ojos los miran con repulsión, están heridos ¿que debería hacer?
—Que…¿Que haces aquí? Creí que te habías ido…¿por qué? ¿Por que el disfraz? ¡Ya se que eres tú!—gritó Silfi furiosa.
—¿Y quien dices tú que soy?—le preguntó la mujer mirándola fijamente haciendo que Silfi se estremeciera.
—No te hagas la tonta, si crees que por cambiarte el color de cabello confundirás mi mente estás muy equivocada….dime por que diablos haces esto…¿que quieres de mí?
—Me estás confundiendo princesa, aunque ya no lo eres ¿cierto? Ahora eres una simple gobernante, ni siquiera la corte te respeta, siempre fuiste un simple peón, tus planes de volver al castillo y convertirte en concubina fallaron, te trataron como a un objeto sin valor y eso hirió tu orgullo ¿como pudieron rechazar a alguien como tú? Te preguntas todo el tiempo, no puedes creerlo, pues te consideras la mujer más hermosa de la tierra, tu orgullo está herido, te han pisoteado el alma y tu dignidad, esa ya no existe, hubieras hecho cualquier cosa con tal de ser parte de ellos ¿que querías conseguir? ¿Poder? ¿Riquzas? Al principio si, pero después, solo querías quitarle el hombre a tu rival, eso se convirtió en tu obsesión, ¿no es eso? Solo querías quitarle todo a ella…
La mujer se acercó a Sofi y se inclinó hacia ella para hablarle al oído, su aliento caliente era aterrador.
—Deja de hablar en tercera persona…deja de fingir…¿acaso estas loca? ¿Quieres burlarte de mí?—la cuestionó Silfi apretando los puños y los dientes.
—No te ha quedado claro quién soy, es mi culpa por no presentarme, lamento tener el rostro de tu enemiga, pero a pesar de estar hecha a su semejanza…yo soy diferente, no soy ella, mi nombre es Nara, la reina del abismo.
Cuando Silfi escuchó esas palabras se quedó fría y la miró de reojo, pues Nara le había quitado el cabello de la herida y la tomó de la cara con sus dos manos y lamió la herida de su cara y esta cicatrizó al instante, pero no se borró.
—Puedo sanarte, haré que te olvides de todo, tu pasado solo te dará fuerzas para conseguir el futuro que tanto deseas, quieres tu corona otra vez, quieres recuperar la dignidad, quieres cambiar la historia, pero lo que más deseas aun por encima de esto es la venganza, pero ahora eres muy débil, no puedes defenderte entrégate a mí y yo cambiaré tu realidad.
—¿Como pueden ser tan parecidas? ¿Como es eso posible? ¿Acaso tu eres su hermana gemela? ¿Su….hija? ¿Que eres?
—Deja de hacer tantas preguntas ¿que vas a decidir?—le dijo Nara uniendo su mirada con la de ella.
—¿Que ganarías tu con eso?—le preguntó Silfi temblorosa.
—Dame tu corazón y descúbrelo.
—¿Qué? Ese esta demasiado roto y no sirve…
—No me importa recoger los pedazos.—le contestó Nara con su voz tranquila.
—Si puedes recoger todo, adelante, ya no tengo nada que perder.—expresó Silfi con la voz entre cortada apunto de romperse en llanto.
—De acuerdo entonces ven a mí.
Nara se acercó aun más a Silfi y le perforó el pecho metiendo su mano dentro de ella y le sacó el corazón y sacó su mano llena de sangre y se lo comió y al instante Silfi calló de rodillas y comenzó a sufrir una dolorosa transformación, el dolor era insoportable y gritaba desgarrándose la garganta, una bruma negra la envolvía mientras Nara la observaba sin parpadear, sus criaturas del abismo se ocultaban detrás de ella con gran terror, después de unos minutos tormentosos, Silfi se convirtió en un demonio.
Su piel se tornó pálida, cași azulada, su cabello blanco le creció aun más y dos grandes alas como de dragón crecieron en su espalda, unos cuernos negros le salieron de la cabeza y sus labios se pintaron de negro y en su brazo se marcó el nombre de Nara, era como su familiar.
—Bienvenida a tu nueva vida Silfíra.
—Cumplió su palabra, usted me ha vuelto tan fuerte que podría destruir una ciudad si quisiera, puedo sentir el fuego recorriendo mis venas.—exclamó Silfíra mirando sus manos sorprendida.
—Ahora podrás cambiar tu destino, recuperarás lo que te han robado.
Silfi había dejado a tras su raza como elfa, ya no era la mujer débil y derrotada, había nacido una nueva criatura, su nombre era Silfíra, un demonio de gran poder y fuerza, sobre volaba los cielos mientras la dicha la inundaba, mientras que Nara miraba su creación con tranquilidad, ella era la hechicera de gran poder a la que todos llamaban “la reina del abismo”
¿Pero quién era ella? ¿De donde había salido? ¿Por qué tenía el rostro de la emperatriz del reino vampírico? Esta dama de la noche, era un misterio intrigante.
Se había cortado el flequillo, su cabello era más largo y liso, sus ojos verdes resaltaban entre tanta oscuridad, irradiaba sensualidad y calma, era como una diosa de las penumbras, su vestido negro con dorado, sus tacones y joyería la hacían ver irreal.
El sol estaba por salir, el cielo comenzaba tener colores mezclados, llegaba la hora donde la oscuridad y la luz se rosaban el alma.