Mi amante, el príncipe de jade.

Las aventuras de la escriba y el gato

Había cierta bruja peregrina llamada Berea, la misma que había registrado el acontecimiento cuando el mundo vio la señal que anunciaba el despertar de la bruja de la mente, el todo y reina de todas las brujas, llevaba varios meses de viaje, en busca de aquella hechicera de la que hablaba el aquelarre, dejó todo por seguirla, lo vendió todo con tal de encontrarla, su casa, sus pocas pertenencias, incluyendo algunos libros preciados que atesoraba porque eran muy antiguos, una bruja que no pertenecía a ningún aquelarre, a ninguna familia de brujas, era una escriba, cargaba con su tinta, pluma y pergaminos a todos lados registrando las cosas fascinantes que encontraba, tenía tres años que no salía de su casa, excepto a recolectar patatas y verduras que plantaba en su jardín, era una experta en ahorrar dinero y como su familiar era muy perezoso, comían carne cada vez que este se dignaba a cazar.

Lírica que Berea tenían viajando alrededor de tres meses por que vivían muy lejos y llegar al reino vampírico era todo un desafío, se la vivían teniendo trabajos de lava platos, cocineros, meseros y de lo que sea que los contratan, bueno, en realidad era Berea la que buscaba el pan de cada día, por que Lírica era un gato que solo sabía dormir y haraganear.

Condo tenían dinero dormían en posadas y cuando no, tendían su tienda de campaña a las afueras de los pueblos donde se quedaban, aunque ese viaje era muy pesado y agotador, Berea se mantenía positiva, pues creía firmemente en que encontraría al todo y le juraría lealtad para servirle el resto de su vida.

—¡Señorita Berea! Buenos días, espero que no se relaje demasiado jaja, aquí le va este pequeño presente, sé que ya trabajó toda la noche, pero recuerde que en esta fonda el personal se pone el mandil y da el extra jajaja, si dejas todo limpio en una hora, dejaré que se coma lo que quedó de las ollas, pero eso si, debes buscar un lugar para que este gato se quede, déjalo a las afueras del pueblo, dudo que te siga, los perros se lo comerán, ya sabes lo que dicen, ojos que no ven, corazón que no siente, te olvidarás de él muy pronto, deja mucho pelo ese animal tuyo, recuerda que una mujer soltera y un gato son la alerta perfecta para que ningún hombre se le acerque, da a entender que eres amargada y esquizofrénica, aveces te escucho hablarle a ese gato como si te entendiera, cuantos años tienes ¿30?—le preguntó el dueño de la fonda donde Berea trabajaba, el era calvo, rubio y era muy grande y corpulento.

—Veinte….—le respondió apenada.

—Dígame la verdad.—insistió él alzando una ceja.

—Bueno, veinticuatro…

—La verdad…—volvió a insistir su jefe ahora de brazos cruzados.

—¡Bueno tengo veinticinco!

—Pues parece de treinta, vea que hace con ese gato ¿de acuerdo?—le dijo su jefe mientras la dejaba sola y muy molesta.

—Maldición…creí que esta era la ultima tanda de platos…ya no puedo seguir lavando ni un vaso más, tengo ampollas y me arden las manos, estoy exhausta, trabajar de noche es un martirio, pero es la única forma en la que nadie te va a descubrir.—expresó Berea lagrimeando.

En el lugar donde Berea y Lírica se estaban quedando, los seres sobrenaturales no eran bien vistos, había gente que no los quería para nada.

De pronto, Lírica se bajó del mueble donde estaba descansando y se convirtió a su forma humana y le quitó la olla de las manos a su ama, haciendo que esta se conmoviera.

—Oh, Lírica ¿de verdad vas a dejar tu flojera por mí? ¿Vas a lavar los paltos por tu ama?

—¿Lavar platos? Jamás, solo quiero comer el guisado que quedó de la olla.—dijo el muy sin vergüenza y Berea aventó el mandil contra la pared y fue a ver su reflejo para examinarse.

—¿De verdad me veo tan acabada? ¿Enserio me veo de treinta años? Con razón me dicen señora…maldita sea…mira este cabello y este cutis, estoy arruinada, me la pasé escribiendo cosas importantes en mis pergaminos y aprendiendo magia elemental durante tantos años que me olvidé de mi misma ¿por que no me dijiste que parezco una zanahoria vieja y arrugada?

—¿Por que le importa lo que los otros piensen de usted? Ignórelos y ya.—le aconsejó su gato con indiferencia.

—¡Para ti es muy fácil decirlo! Mírate, eres perfecto, no tienen ninguna arruga y siempre estás fresco como una lechuga, maldito suertudo.—expresó Berea mirándolo con envidia.

—No me mire con esos ojos impuros.

—¡Es una mirada de envidia pura mal pensado!

En ese mismo instante, el dueño de la fonda entró al escuchar a Berea discutir con alguien y abrió la puerta de golpe.

—¡Ya ve! ¡usted tiene esquizofrenia! Esta lo sabi…

El dueño vio a Lírica y este le maulló para asustarlo y se convirtió en gato pero solo de la cara y el jefe explotador se asustó en gran manera pegando un fuerte grito.

—Mi señora, espéreme afuera, su jefe y yo discutiremos sobre su indemnización por su repentina renuncia.

—¿Que? Pero…

—No se preocupe, la veré en menos de un minuto.—le dijo Lírica sonriente y sus colmillos se asomaron brillantes.

Berea salió de la fonda y se tronaba los dedos con nerviosismo, no sabía en que estaba pensando Lírica, pero era un hecho que ya no podían quedarse en ese lugar, él jefe les rentaba el ático por un gran precio y ahí se le iba todo su dinero.

—¿Que diablos eres? ¡Eres un demonio! ¡esa mujer es una bruja! ¿no es así? Lo sabía…por eso es tan desaliñada…que desperdicio, pensé en hacerle el favor de hacerla mi mujer…—exclamó el dueño retrocediendo por que Lírica se le acercaba cada vez más.

—¿Como te atreves a criticar la apariencia de mi ama cuando usted tiene ese aspecto tan deplorable? ¿He? Maldito jabalí mal oliente.

—¡No te me acerques! ¡Aléjate demonio!—gritó el hombre amenazando con un cuchillo, estaba muy asustado.

Pero Lírica cortó a la mitad ese cuchillo con sus garras.

—Tienes razón, soy un demonio y uno muy sanguinario, estás bastante grande, podrías saciar mi hambre en segundos, quédate quieto mientras te doy el primer mordisco.—le dijo Lírica sonriendo de oreja a oreja.




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