Mi amante, el príncipe de jade.

Behemut y la princesa de la muerte 3

Era evidente que la princesa Minerva ya había tomado una decisión, estaba cansada de la vida que llevaba y para ella Behemut representaba esperanza, la esperanza de poder vencer sus temores y enfrentarse a la bestia de sus propios prejuicios, una barrera la encerraba con su rival, el titán furioso que acababa de romper el hechizo de contención que tenía puesto, soltándose ferozmente mientras corría a toda prisa contra ella para envestirla.

Todos los presentes se quedaron con los ojos abiertos ante la impresión de la escena salvaje, pues Behemut embistió a Minerva y la tiró al suelo, después alzaba sus patas y las volvía al suelo con brutalidad penetrando con ella el suelo, una y otra vez se aseguraba de aplastarla.

—¡Minerva! —gritó Gia llena de miedo por la idea de perder a su hija.

Eira volteó a ver a Valeska, su rostro reflejaba una terrible angustia, jamás lo había visto así, le temblaban las manos.

—Eres un padre después de todo…no hay peor dolor que ver a neutros hijos sufrir.—pensó Eira en sus adentros y sin pensarlo, colocó su mano en el hombro del rey de todo y añadió.—Minerva lleva en su sangre el linaje de las dos personas más fuertes que conozco, quita esa cara, confío en que saldrá victoriosa.

—Claro que lo hará…más le vale ganar o la ansiedad terminará matándome.—dijo Valeska apretando los puños.

Por otro lado, Lía yacía desplomada en el suelo aferrándose a la hierva entre sus dedos, la cual estrujaba con desesperación.

—Deja de temblar Lía, confía más en tu hija, mi nieta tenía ese fuego en la mirada, el mismo que brilla en ti cuando estas decidida a terminar con lo que te aqueja, Minerva ha sido infravalorada por todos nosotros durante toda su vida, no tenemos derecho a reclamarle nada, solo ella conoce el dolor de las heridas que por ignorancia le hemos causado, hemos sido culpables de convertirla en el temor del imperio, ella no esta desobedeciendo a sus padres, esta luchando por la dignidad que su familia le arrebató.—le dijo Alejandro conteniendo las lagrimas.

—¿Como puedes decir eso abuelo? Mis padres no han hecho más que ayudarla.—le dijo Aspen con molestia.

—No….tu abuelo tiene razón…nosotros la hemos hecho infeliz todo este tiempo, no solo tiemblo de miedo por su vida, si no por la rabia de ver hasta donde la ha llevado mi ignorancia, soy su madre y no he hecho más que influir en que se odie a sí misma.

—No diga eso majestad, usted ama a la princesa con todo su corazón.—añadió Carin consolándola.

—Minerva esta encaprichada en querer demostrar algo que no necesita, solo esta preocupándonos a todos.—dijo Aspen con el corazón acelerado.

—Así que era esto, esta es la vida que habías estado llevando hasta ahora, la única princesa del imperio vampírico, la mujer que permanecía encerrada en sus aposentos, aquella a quién no se le conocía ni el rostro, la misma que vivía prisionera, encerrada en un hechizo de protección para proteger a los de más de tu corrosivo poder ¿y quién te protegía a ti? ¿Quién se preocupó por proteger tu corazón del rechazo y la soledad? ¿Quién castigó a los insensibles que te apodaron la rosa del imperio? ¿Quién? Solo tu sabes lo que tuviste que sufrir por todos ellos, por eso te apoyaré aun si nadie lo hace.—pensó Hades en sus adentros y a voz en cuello gritó.—¡Levántate Minerva! ¿A caso realmente perteneces a las fiestas de té? ¿Tu lugar esta en los salones de baile como una dama común? No lo creo…tú para nada encajas en ese mundo rosa ¡Así que levántate y cállale la boca a todos lo que quieren encasillar tu alma salvaje!

—Minerva…—susurró Aspen con el corazón a mil por hora y entonces Behemut parecía que le costaba pisotear a Minerva y rugía con más fuerza.

Minerva detuvo una de las patas delanteras de su oponente y y con todas sus fuerzas se lo quitó de encima arrojándolo con brutalidad y cuando Behemut calló al suelo toda la tierra tembló haciendo que nuestros amigos perdieran la estabilidad.

Minerva salió del cráter que había hecho el descendiente de titán con tantas pisoteadas que había dado a la princesa, ella sobrevolaba los cielos usando su poder para elevarse, su aura era del color de la escarlata, estaba bañada en sangre, Behemut seguía con vida por que minerva había decidido no lastimarlo.

—Por fin me he dado cuenta de que solo yo tengo poder sobre las cosas que me atormentan, este poder es mío y es parte de mí como la sangre que corre por mis venas, yo decido que me hace infeliz y que puede aislarme y me rehuso a seguir huyendo de mi destino, jamás tuve un defecto, no hay nada malo conmigo, simplemente tenía que aceptar quién soy, mi nombre es Minerva de Romani, princesa del gran imperio vampírico, desciendo de los grandes titanes que alguna vez rigieron este mundo, soy hija del rey de todo, mi madre es la hechicera que salvó al mundo de una devastación, mi nombre será sonado en toda la tierra como la única diosa de la muerte, algún día seré la reina de un gran imperio y todos se inclinarán ante mí, no por miedo, si no con respeto absoluto, me recordarán como la única bruja que pudo domar a un titán….¡Así que ven aquí Behemut y enfréntame!

Aquella batalla fue épica, un espectáculo visual que dejaba a todos con la boca abierta, Minerva peleó a puño limpio contra Behemut y ambos terminaron sin aliento, exhalando con la boca para poder llenar sus pulmones cansados, la princesa tenía la ropa rasgada y desgastada y Behemuth esta herido por los cortes que minerva le hacía con sus uñas.

Parecía una danza sangrienta y solo un dios de la guerra podía reconocer a otro, Hades miraba cautivado a Minerva y sus ojos brillaron como piedras preciosas a la luz del sol, el príncipe se tocó el pecho, la mirada de Minerva se le clavó en el alma de manera absoluta, ambos habían quedado vinculados de por vida, por primera vez en la historía, una mujer Romani atrapó a un hombre en aquel vinculo sagrado que dominaba a toda su familia.

—Otra vez esta sensación ¿que me pasa? ¿Por que me arde el alma? —se preguntaba Hades con las mejillas ruborizadas.




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