Mi amante, el príncipe de jade.

el bosque viviente

Gia, Berea y Lírica, por fin se encontraban a las afueras de aquella región misteriosa, no había dudas, esa era la frontera de aquel inmenso bosque que ocupaba el lugar de un territorio completo, era del tamaño de una ciudad, protegido por una falsa muralla que reflejaba un desolado desierto donde no había nada más que sequía y desesperanza, ambas brujas se quedaron mirando aquel espejismo.

—Es aquí, el lugar se encuentra bajo un hechizo de ilusión ¿puede sentir la magia?—le preguntó Berea mirándola a los ojos.

—Si, a simple vista aquí no hay nada, pero mi instinto me dice que solo es una cortina.—respondió Gia mientras ponía su mano sobre el espejismo, pero no lo tocaba, pues este daba descargas eléctricas que podían carbonizar a cualquiera.

—El rey de todo debió mandar a brujas capacitadas para romper parte de esta barrera, pues ningún soldado por cuenta propia podría entrar aquí, quien sea que haya sido el fabricante de esto, hizo un gran trabajo, el calor se siente muy real, ahora veo que todo el desierto que hemos cruzado fue obra de este monstruo—expresó la escriba frunciendo el ceño, sabía reconocer que esa magia era muy buena y añadió.—¿quiere que la rompa por usted?

—Creo que podemos entrar de una manera pacífica.—propuso Gia y cerró sus ojos inhalando profundamente y después colocó sus dos manos sobre aquella pared invisible y esta hizo un agujero donde podían entrar los tres perfectamente.

—¿Como hizo eso? —le preguntó Berea sorprendida.

—Solo imaginé una entrada jeje, realmente no quiero que la criatura nos vea como una amenaza, hagamos esto de la manera más tranquila posible.—sugirió Gia con una sonrisa y Berea aceptó sonriente.

—Una acción digna de la bruja de la mente.—susurró la escriba con orgullo.

Cuando los tres entraron y vieron el inmenso bosque verde y frondoso se quedaron boquiabiertos, pues era simplemente majestuoso.

—Es hermoso….—dijeron al unísono, pues habían queda completamente embelesados por la majestuosidad de aquel paisaje.

—Miren la hierba, es tan verde y abundante…me da la impresión de que se puede dormir muy bien encima de ella.—externó Lírica con ojos brillantes.

—Que árboles tan frondosos, se ve que uno los puede trepar con facilidad, las ramas parecen resistentes jiji.—añadió Gia con emoción.

—¿Ya vieron todas las plantas que hay? Debe haber de todo tipo, venenosas, curativas, hongos de los que te ponen feliz, ay podría escribir un libro con todos esos especímenes…—expresó Berea con encanto.

—¡Es un paraíso!—gritaron entre brincos y festejos.

Para nada era un lugar descuidado, ellos se imaginaron unas tierras estériles invadidas de desgracias he infestadas de todo tipo de criaturas malévolas y perversas, pero era todo lo contrario, parecía que alguien cuidaba de aquello lugar con diligencia.

—Bien, llegó la hora de avanzar, no podemos distraernos, debemos permanecer alertas.—dijo Gia decidida, pero entre más avanzaban más cautivados quedaban por aquel bello bosque.

—Ahora entiendo por que el rey de todo quiere estas tierras, Hildamar es aun santuario digno de un rey de su magnitud.—expresó Berea mientras anotaba todo lo que veía en su libro.

—Yo creo que los rumores de que hay un monstruo son falsos, con semejante paraíso, los soldados no han de ver querido regresar a ese tétrico territorio vampírico y prefirieron quedarse a vivir aquí, compararon los días fríos y nublados con esta eterna primavera y desertaron haciéndose pasar por muertos, hasta yo me veo tentado a no volver jajaja.—exclamó Lírica y ambas mujeres se rieron.

Pero los ojos de nuestros amigos se perdieron en aquellas imágenes bizarras, ahí se encontraban los cuerpos de los soldados del rey de todo, cuerpos de los cuales emergieron todo tipo de hongos y flores, algunos fucilados con los arboles, los cráneos de los desafortunados tenían musgo y otros se habían convertido en panales de abeja y hormigueros, cuando se atrevieron a mirar a su alrededor, se dieron cuenta de que la criatura que custodiaba aquello lugar le había encontrado un buen uso a sus restos, la carne de esos soldados alimentaron la tierra y esta dio fruto.

—Dios mío…—Gia no podía creer lo que estaba viendo y se tapó la boca, aquel arte era teóricamente hermoso.

—¿Que es esto?—Berea pisó un craneo y este se rompió muy fácil y de él salieron volando algunas mariposas panteoneras y ella gritó del susto y entonces de los árboles salieron un montón de pajaritos que chillaron como si estuvieran avisándole a alguien de su llegada y el corazón les comenzó a latir muy fuerte.

—¿Se encuentra bien?—le preguntó Lírica a su ama mientras la tomaba del brazo.

—Si…es solo que no vi por donde pisaba…

Aquel lugar era un paraíso, pero para sus invasores se convertía en su tumba, nuestros amigos continuaron su camino con cautela, conscientes de que si actuaban mal, podían ser los siguientes en decorar el bosque.

No avanzaron ni un kilometro cuando la tierra debajo de sus pies comenzó a temblar.

—¿Que sucede?—exclamó Berea quién apenas se mantenía de pie.

—No lo sé…—respondió Gia y al observar el terreno, se dio cuenta de que debajo de suelo se movían ramas a toda velocidad, pues sobre salían de la tierra como serpientes

—¡Cuidado!—exclamó Lírica quién rápidamente abrazó a Beera.

Aquellas raíces se movían ferozmente y envolvieron el cuerpo de nuestros amigos y los arrastró por toda la hierva separándolos.

—¡Alteza!—gritó Berea angustiada por que las estaban separando.

—¡Sujétese!—dijo el gato a voz en cuello mientras estiraba su mano para sostenerla, pero fue inútil pues las raíces terminaron envolviéndolos como momias.

—¡Berea! ¡Lírica!—exclamó Gia alarmada, era evidente que el bosque no los quería ahí y fueron arrastrados por aquellos tentáculos silvestres hasta lo profundo de ese misterioso bosque encantado.

Por otro lado, el rey de todo había otorgado su permiso para que minerva y Hades se comprometieran en matrimonio, la princesa sereniti se había pasado de copas pues de alguna manera sabía que la batalla por el amor del príncipe del inframundo esta prácticamente perdida, pue su rival en el amor era nada más y nada menos que Minerva, una mujer valiente y fuera de lo común que desafiaba las normas y los estereotipos de la época, pero aun así decidió arriesgarse y exigirle que revocara su decisión de casarse con él, aquella petición terminó en una pelea abstracta, pero incluso en momentos incomodos pueden surgir amistades profundas y duraderas y ambas princesas corrían el riesgo de encariñarse las una con la otra tarde o temprano.




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