Mi amante, el príncipe de jade.

El príncipe alma en pena

Los pies de la princesa roja dejaron de sentir el piso y fue absorbida por aquel misterioso agujero negro, que no la dejó ni tomar aliento y mucho menso prepararse para lo que venía, Hades se quedó con los brazos vacíos, su amada había desaparecido delante de sus ojos sin previo aviso.

El Principe Hades corrió a toda prisa avisar lo sucedido, los ojos de Valeska se abrieron de golpe y se le fue encima al prometido de su hija agarrándolo de las ropas y mientras lo sacudía le exigía entre gritos una explicación.

—¿Como que mi hija desapareció? ¿Donde está Minerva?

—¡Tranquilízate Valeska! Déjalo hablar.—le suplicó Lía tratando de calmarlo.

—¡No me pidas tonterías! Este joven fue el ultimo en ver a Minerva ¡te ordeno que me digas donde está mi hija!

—Ya se lo dije, desapareció…un agujero negro se la tragó.—expresó Hades alterado, él también estaba preocupado.

—Quítale las manos de encima a mi hijo ¿acaso crees que sería capaz de hacerle daño a la mujer con la que se a vinculado?—lo cuestionó Eira interviniendo y le arrebató a Hades de las manos y Valeska le lanzó una mirada fiera.

—Hacerle daño a Minerva sería igual que mutilarme a mi mismo, está desconfiando de la persona incorrecta.—exclamó Hades sosteniéndole la mirada.

—¡Majestad!—gritó Carin desgarrándose la garganta, se estaba agarrando del barandal mientras Denise la sostenía, pues parecía muy desconcertada y mareada.

—Carin…—Lía corrió auxiliarla, pues tenía un semblante pálido y desmejorado.

—E…el Principe…¡el Principe también fue arrastrado por la misma fuerza!

—¿Qué?

Las rejas del jardín donde estaban se abrieron con un crujido que pareció desgarrar el aire mismo. Leonardo, pálido como un cadáver reciente, cayó de rodillas ante el rey y la reina. No fue necesario que hablara: el temblor de sus labios, la mirada vacía de sus ojos y la traba de su lengua lo decía todo.

—¿Donde están —susurró Lía, con una voz que apenas rompía el silencio, su corazón de madre pudo sentir como le faltaban tres de sus hijos y un nudo en el estomago la dobló haciéndola tambalear.

El aire se volvió espeso, pesado, como si el palacio respirara miedo. Las velas parpadearon violentamente y algunas se extinguieron sin razón. La luz se replegó, y el mármol de los muros pareció volverse más gris y más frío.

—Fueron arrebatados —dijo Alejandro con un hilo de voz, pues se encontraba con Leonardo paseando cerca de los jardines, ellos también…desaparecieron.

Ginebra se tapó la boca y un grito desgarrador escapó de la garganta de la reina. No fue para nada controlado; fue el lamento de una madre cuya alma se sentía angustiada. sus manos estaban aferradas al vacío, buscando la silueta de sus hijos entre las sombras.

El rey se mantuvo erguido, pero sus ojos —ojos que habían presenciado guerras, traiciones y pestes— se nublaron de una desesperación silenciosa. Caminó hasta las rejas, desde donde la niebla se deslizaba como un sudario sobre los jardines del reino, y apoyó la frente contra el hierro helado.

—¿Adónde? —preguntó sin volver la vista—. ¿Dónde los llevó?—preguntó Valeska con las manos temblorosas.

—Al purgatorio —contestó Eira quién había sentido una punzada en la cabeza y sus ojos se abrieron de golpe mientras hablaba— alguien ha profanado las tierras del olvido.—añadió perplejo.

—¿Qué?—Medea y los príncipes voltearon a verlo incrédulos.

—¿Quién podría entrar al inframundo fuera de Lía o algún habitante de nuestro reino? —preguntó Denise extrañado.

—Emm podría hacerlo…—dijo Hades con una seriedad sepulcral.—es un demonio, él debió haber sido usado como medio de transporte, una especie de llave.

—¿Pero quién podría querer entrar al purgatorio? ¿Por que llevarse a los príncipes y al caballero Emm? —preguntó Eren confundido.

El rey giró lentamente. Su sombra se alargó grotesca sobre la hierva, como si ya no le perteneciera. En su rostro sólo quedaba un espectro de furia y rencor.

—Solo hay un maldito inservible que se atrevería a ponerle una mano encima a mis hijos…

—Teldrasil…—exclamó Isabela con temblor.

Un silencio ensordecedor se apoderó del momento, todos tenían muchas preguntas y pocas respuestas, y entonces los pasos de Beatriz resonaron sobre el asfalto tenía el rostro entenebrecido, ella se encontraba con la guardia real cuando todo sucedió.

—El rey Eira tiene razón, las tierras del olvido han sido profanadas, fuera de los que han mencionado, hay una criatura más que puede entrar al inframundo y es Sephora, el ángel de la muerte.

—¿Sephora?—Preguntó Emir sofocado.

—Esto no fue un error —murmuró, con voz grave, como si hablara desde las entrañas de la tierra— fue completamente intencional, todos los que tenemos un vinculo con el inframundo podemos sentir esa punzada, si Sephora hubiese cruzado a las tierras del olvido, no habría ninguna señal de advertencia, pues él es ciudadano legitimo de ese lugar.—expuso Beatriz con mientras los miraba a todos.

—Es verdad, aunque su jurisdicción es muy independiente de mis dominios, tiene permisos para deambular ahí por su origen divino y oscuro.—añadió Eira con seriedad.

—Alguien más debió usar su rezo prohibido para poder tener un acceso espiritual y poder entrar, usó a Emm como llave, las sospechas de su majestad tienen coherencia, solo hay un idiota que sería capaz de meterse con un Romani y ese es Teldrasil, no se olviden de que en el pasado nuestro príncipe profanó sus aposentos como advertencia por sus fechorías contra la reina.

—¿Entonces Sephora accedió a colaborar con Teldrasil para dañar a la vid de mi hijo?—preguntó Alejandro con rabia.

—No hay otra explicación.—respondió Beatriz con seriedad.

—¡Fue una afrenta! Una provocación. Un acto de cobardía perpetrado por una criatura que se oculta detrás de alas blancas y una aureola. Se atrevió a cruzar nuestras fronteras, a caminar por nuestros pasillos, a tocar a mis hijos con sus manos corruptas.




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