Mi amante, el príncipe de jade.

Complices

Aquellos arañazos a la sensibilidad, aquellos poemas que nunca fueron pronunciados pero si fueron sentidos y vividos habían terminado en el secreto de su propia intimidad, sin embargo para dejar de sufrir, aunque fuera por un momento, se necesitaba de valentía.

La princesa Minerva se puso de pie, levantándose de su letargo emocional, se puso unos zapatos y se dirigió a las habitaciones de las únicas chicas de su edad que conocía, amenazó a sus soldados con tocarlos si se atrevían a contarle de eso a sus padres, sus tacones resonaban en el mármol mientras se apresuraba.

A la primera en visitar fue a la hermosa Carin, la loba blanca, la misma que se dirigía al pasillo a eso de la media noche, estaba descalza como siempre, con los pies llenos de barro y la ropa sucia, sus ojos se abrieron de golpe cuando se encontró cara a cara con la princesa de la noche.

—Princesa Minerva…

—¡Carin! A ti te estaba buscando jeje.—exclamó Minerva con una sonrisa.

—¿A mí? Pero… ¿en que podría servirle alguien como yo alteza?—le preguntó Carin confundida.

—¿No crees que la noche es muy joven? Apenas es la media noche, somos jovenes y necesitamos acumular experiencias locas en nuestras vidas, estaba pensando en que podía crear estas memorias antes de casarme con mis posibles amigas.

—¿Qué? ¿Amigas?—el rostro de Carin dibujó sorpresa y comenzó a sentirse avergonzada pues era muy tímida.

—Tu eres lo más cercano a eso ¿no lo crees?—Minerva se inclinó hacía ella y sus ojos eran tan brillantes que no podías decirle que no, pues la emoción se le salía por los poros.

—Bueno…yo tampoco tengo amigas así que no sé…como se siente eso…

—Eres la familiar de mi hermano, mi madre te considera como de la familia, las dos somos mujeres, tenemos mucho en común, eso nos hace amigas creo yo jeje…

—Pues supongo que sí…—Carin sonrió con timidez y Minerva la miró de arriba a bajo.

—¿Es comodo estar sin zapatos?

—¿He? Sí ¡es muy comodo!

—Muy bien, pues entonces me los saco.—Minerva se quitó los zapatos y los aventó en el pasillo, después extendió su mano hacía Carin y ella la tomó y salieron corriendo de ahí como unas traviesas.

—¿Y que vamos hacer su alteza? ¿Que pasa si su hermano me regaña?—le preguntaba Carin casi flotando, pues Minerva corría muy rápido.

—Me tiene más miedo a mí de lo que tu a él, mi hermano se fue a una boda, seguro que llegará hasta el amanecer, ya lo conoces.

—¿Cual es su plan princesa?

—¡Divertirnos!

—Genial jajaja…

Antes de darle rienda suelta a sus instintos juveniles, decidieron hacer otra parada, sin previo aviso entraron a la habitación de la princesa Isabela y una vez que abrieron la puerta, unos sollozos de ultra tumba les heredaron la piel.

Ambas caminaron lento, tragando saliva, pues en lo profundo de la habitación se miraba un bulto.

—Es un fantasma…—susurró Carin temerosa.

—Sus lamentos son como los de un espíritu carroñero…

—¿Que deberíamos hacer?—le preguntó Carin alerta.

—Deberíamos asegurarnos de que no se haya comido a mi prima.

Minerva extendió su mano y agarró un libro que estaba en el buró y se lo aventó en la cabeza a la criatura que se ocultaba debajo de esa sabana blanca.

—Ay…ayayay….—emitió un sonido aquel bulto.

—¡Vamos Carin esa cosa no es humana!

Carin Y Minerva se lanzaron sobre el bulto y Minerva comenzó a darle con todo lo que se encontraba, pero fue la mordida de Carin la que hizo que el culto gritara adolorido y dijera un sin fin de maldiciones, que ambas mujeres se taparon los oídos con sus gritos.

La sabana calló al suelo y unos ojos rojos brillantes se les calvaron encima, parecía que gruñía estaba despeinada, se trataba de Isabela, pero al verla tan desaliñada, Minerva y Carin gritaron horrorizadas.

—¿Que demonios les pasa? ¿Por que entran a mi habitación y me muelen a palos y mordidas?

—Pri…prima Isabela ¿eres tú? —le preguntó Minerva confundida y Carin corrió al pasillo por una candelabro y cuando la vieron con todos los ojos rojos y la cara hinchada de tanto llorar se asustaron.—¿Que te pasó?

—Lo lamento princesa Isabela, la confundimos con un espectro.—dijo Carin en su defensa e Isabela apretó los puños furiosa.

—¿Estabas llorando?

—Más les vale que no digan nada…no se atrevan a decirle a alguien que me encostaron así.

—No me digas que estás tan deprimida por mi hermano ¿fue por que rompió contigo y te cambió por Gia?

—¡El no terminó conmigo! Fue algo de común acuerdo, no había afecto entre nosotros, al menos no romántico…no es por él por quién lloro.—confesó Isabela con una mirada melancólica.

—Entonces mi plan no puede ser mejor….vamos, vayamos a divertirnos.

—Con todo respeto prima Minerva, pero…¿a caso le parece que quiero divertirme?

—Creo que lo necesita con urgencia.—Le dijo Minerva y Carin asintió con la cabeza.

—¿Y que se supone que vamos hacer? ¿Adonde vamos a ir? Por la forma tan inapropiada en la que vienen vestidas, debo pensar que mis tíos no saben nada de esto ¿quieres meternos en problemas?

—Quiero vivir, experimentar, sentir, disfrutar ¿que hay de malo con eso? Viví toda mi vida aislada de todo el mundo, estoy an sosa por conocer todo lo que me rodea, lamento si las involucro demasiado, pero…no pensé en mejores personas para crear memorias que en ustedes dos, no sé por qué, sé que no hablamos mucho y que probablemente sea raro ¿pero y si no? ¿Y si nos damos cuenta de que somos compatibles y ganamos?

—¿Que ganamos?—preguntó Isabela casi convencida.

—¿Y si ganamos un par de amigas? Se ve que usted tampoco tiene ninguna, y las damas de compañía y nuestras madres no cuentan.

—Mmmm…salir en medio de la noche con una loba del inframundo y una princesa de la muerte…no lo sé, suena arriesgado.

—Le prometo que no la voy a morder…—dijo Carin en un tono tierno y casi imperceptible.

—Y yo prometo que no te mataré jeje.




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