Mi amante, el príncipe de jade.

Todo lo que no quise ser

Hacía unos cuantos meses que el reino élfico había cedido ante la conquista pacifica de la dama oscura. La corona élfica, forjada en eras de luz y armonía, reposaba ahora en una cabeza extranjera. El trono de antaño ocupado por su gobernante fracasada, pertenecía a otra. El reino había sido entregado, no fue por la fuerza, sino por una promesa de libertad, aquella dama les puso un yugo que ahorcaba menos que el que les llagaba la piel.

La nueva emperatriz no tenía las orejas largas ni puntiagudas, no era hija del bosque. Era una hechicera de la oscuridad, una hija de la noche. La amargura hecha carne. Tristeza con rostro de reina. Fue Silfi que con manos temblorosas y mirada ardiente, le ofreció la corona. Porque solo ella, la bruja de las aberraciones podía romper las cadenas del verdadero enemigo: el rey de todo Valeska.

Y así ascendió la Reina Sombría.

Su belleza era una elegía: Cabellos largos y negros como la vigilia perpetua. Piel pálida como los cuerpos abandonados tras la peste. Labios rojos como la sangre aún tibia en los campos de batalla. Ojos verdes, luminosos como luciérnagas en la bruma del pantano.

Era preciosa. De una hermosura melancólica, imposible de mirar sin sentir el peso del pasado, la promesa del dolor y la chispa débil de una esperanza futura. El reino élfico no encontró en ella salvación, sino libertad. No consuelo, sino propósito.

Bajo su reinado, la oscuridad no era enemiga. Era escudo, espada… y un hogar.

La reina abisal extendió su mano pálida y delgada abriendo un portal del cual salió Silfiri triunfante, su cola le había servido para amordazar a la loba blanca, Carin estaba amordazada y una vez que Silfiri vio a su reina, le lanzó a los pies a su presa, al momento que Carin callao al suelo, la cola de Silfiri la libero, pero esta libertad no duró mucho por que inmediatamente Nara la inmovilizó colocándole unas cadenas en las patas y volvió a taparle la boca, interrumpiendo sus gritos.

Cuando Carin abrió los ojos se quedó sin palabras, la mujer que tenía frente a ella era idéntica a la emperatriz, el mismo rostro, los mismos ojos verdes, a excepción de sus negros cabellos y el aura melancólica que expedía su cuerpo.

—Aquí tiene mi señora, le hago entrega de la loba blanca.—le dijo Silfiri y al instante, el portal se cerró detrás de ella.

—Buen trabajo Silfiri, veo que fue muy sencillo.—expuso Nara con seriedad.

Carin estaba en shock, no sabía que pensar al respecto, aquel demonio femenino también le parecía conocido, pero no recordaba de donde, ella esta acostada, inmovilizada y con el corazón acelerado, Silfiri contó una risa burlona al ver que respiraba muy rápido, cuando vio que su ama le quitaba el cello del hocico, Silfiri se volvió a ella.

—¿Le acaba de soltar el hocico? ¿Y si hace un escándalo?

—No puede articular palabra, no importa si grita, aquí nadie podrá escucharla.—dijo la belleza oscura mientras la examinaba con la mirada.

—Qui…qui…¿quién es usted?—le preguntó Carin tartamudeando.

—Yo soy la reina abisal, la emperatriz Nara.

—¿Qué? Pero…—Carin miró a su alrededor y pudo ver algunos de los emblemas élficos tallados en el trono donde ella estaba, fue entonces que supo donde se encontraba.

—haz sido traída a mi imperio como moneda de cambio, si te comportas y no das problemas, no te haré daño, no es así a quién quiero.

—¿Por que me ha traído aquí? ¿Por que dice que es la reina del imperio délfico cuando la gobernante es…?—de pronto, la mirada de Carin se desvió hacía Silfiri y fue ahí que hizo la comparación.—eres tú…la gobernante del reino délfico…pero…tú aspecto es…

—¿El de un demonio? Jajaja ¿caso el cambio es tan drástico? A mi me encanta jaja, desde que mi ama me convirtió en esto y me hizo su familiar, mi fuerza es extraordinaria, para nada extraño lo que fui.—expresó Silfiri con orgullo.

—¿Su familiar? ¿Entonces es una bruja? ¿Por que tiene tanto parecido con la emperatriz? Ella no tiene hermanas ¿o sí?—pensó Carin en sus adentros.

—hablaré contigo más tarde, estoy segura de que eres una chica inteligente, guarda la compostura y si estoy d humor puede que conteste alguna de tus muchas preguntas.—le dijo Nara con indiferencia.

—¿Quiere que la torture? ¿Que la llave al calabozo? ¿Le arranco los colmillos?—le preguntó Silfiri emocionada, pero la respuesta de Nara ladeó en blanco.

—No, enciérrala en mis aposentos y dale de comer, no la golpees a excepción de que intente escapar.

—¿Qué? Pero señora…

—Haz lo que te digo, come algo tu también, la llamaré más tarde.

—Eh, si señora…

—¡Rápido, muévete! Ya la escuchaste, si intentas huir te arrancaré la piel de un solo tajo ¿entendiste?

Carin miró hacía tras para volver a ver a aquella dama otra vez y por los jaloneos de Silfiri, no pudo guardarla mucho tiempo en su memoria.

Nara se dirigió a sus jardines y cada que pasaba por las guardias de los soldados élficos, la reverenciaban, era una extranjera portando su corona y sus ropas lujosas, sin embargo, la habían adoptado como símbolo de libertad y nadie murmuraba de su conquista repentina, pues con su llegada había llegado la prosperidad, el imperio había sido reconstruido ya que Valeska les había impedido remodelar la destrucción que había causado cuando los había conquistado, pues quería que vivieran en deshonrar he incertidumbre por haberse negado a servirle de manera voluntaria, pero Nara lo había vuelto a levantar, había retirado su bandera y fortificado las murallas, también era normal que algunos caballeros le declararan su amor entre cartas, poemas, rosas y amuletos.

Camina la Reina, y la calzada tiembla, por el hechizo de su paso lento, de su sombra larga, de su perfume de gardenias y lunas muertas.Es tan hermosa como la Muerte misma, no como la que arrebata, sino la que espera paciente, vestida de negro y oro, con gemas que arden como ojos de espectros conscientes en su corona silente.




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