Mi amante el villano (libro 3)

Inquebrantable

 

Sakdras, el rey impostor ya estaba enterado de que Eira y Lía se dirigían al castillo y él no podía estar más asustado, pensaba que si sus leales súbditos se enteraban que su verdadero rey había regresado, él y su imperio serían desechados y castigados por su hermano.

—Maldición… ¿por qué diablos apareciste? Todo marchaba bien sin ti, no tienes nada que hacer en este reino… ahora me pertenece. —Sakdras apretó los puños tan fuerte que se sacó la sangre, no estaba dispuesto a entregar la corona y para mantener su puesto como rey estaba dispuesto a matar a su hermano y añadió:

—Debí haberte matado, así no habría tenido que lidiar contigo maldito.

La manera en la que Sakdras se había apoderado del castillo sucedió de la siguiente manera…

La maldición por la traición al rey cayo en el inframundo petrificando a todo habitante y demonio que vivía en el castillo y a sus alrededores, dejándolos como fósiles, piedras enraizadas en su propia desesperación, todo corrían llenos de paranoia al no comprender lo que estaba sucediendo, el pánico se apoderó del inframundo como si su fin hubiese llegado.

—¡Eira! ¡Eira! —gritaba Pandora con desesperación, buscando por todas partes al hombre que había traicionado, sus ojos se abrieron impresionados y aterrados ante la impactante escena de ver a su pueblo convertirse en piedras inmóviles, estatuas que inmortalizaban sus gritos y sus expresiones de terror, había caos y confusión por doquier, fuego y cenizas en todas partes, gritos y suplicas ante tanta destrucción.

Pandora tenía el rostro mojado por sus lágrimas, sabía que ella había sido la culpable de aquella desgracia, al darle aquel veneno al rey, la maldición por haber traicionado al señor del inframundo se hizo presente, se sentía arrepentida por sus actos, sabiendo que lo que había hecho era algo imperdonable, intentó terminar con su vida y tomó la espada de uno de los guardias para suicidarse, no podía más con la culpa, pensaba que Eira jamás la perdonaría por su falta, así que cerró los ojos y antes de que pudiera quitarse la vida,  Medea se lo impidió.

Apareció justo detrás de ella y le arrebató la espada y después la abofeteó, Pandora se encontraba de rodillas ante la imponente dama que tenía frente a ella, los ojos de Medea brillaban como el fuego del infierno, su cabello se ondeaba con el calor de las llamas.

—Tienes prohibido quitarte la vida, te ordeno que veas con tus propios ojos la destrucción que tu y Sakdras provocaron ¿Dónde esta el rey? Dímelo ahora mismo. — exigió Medea con su mirada atroz.

—No lo sé…desapareció…he tratado de buscarlo, pero no lo veo… —exclamó Pandora entre lágrimas.

—¿Qué fue lo que le diste de beber? ¿Por qué el rey estaba tan desorientado?

—Yo…yo no…

—¡Habla fuerte y claro! —gritó Medea furiosa.

—Fue Sakdras…!Sakdras me pidió que le diera a beber del lago prohibido! —manifestó Pandora quebrantada.

—¿Qué? —Medea no podía creer lo que estaba escuchando, estaba indignada ante los actos cobardes de Pandora y Sakdras.

—Lo hice por desesperación…él y yo nos amamos…yo iba a convertirme en su esposa legitima…pero la corte infernal decidió que tu serías una mejor reina para el imperio…solo trataba de recuperar al hombre que amo…—sollozaba Pandora envuelta en llanto.

—En eso tienen razón, yo hubiese sido una mejor reina para el imperio, lo que sientes por el rey no es amor, la traición no cabe en el corazón de una mujer leal y devota para el hombre que dice amar, eres una traidora, mereces ver como la maldición corrompe todo a su paso, ya no hay nada que hacer, solo tratar de encontrar paz en medio de este desastre. —Medea miró con desprecio a Pandora y mientras ella se quedaba llorando, Medea se fue a reunir a los habitantes del inframundo que encontraba a su paso para brindarles calma.

—Lo siento tanto Eira…lamento haber causado tanto daño….por favor perdóname… —susurró Pandora antes de convertirse en piedra.

Mientras tanto, Medea se encontraba frente a un grupo de sobrevivientes, había un niño demonio que lloraba con desesperación y Medea lo tomó en sus brazos para tranquilizarlo, era inevitable que no fueran alcanzados por la maldición.

—Todo estará bien, algún día el rey regresará y todo volverá a la normalidad, no tengan miedo. —pronunció Medea mirándolos con compasión.

—Princesa heredera la maldición viene hacia nosotros…—exclamó el pueblo aterrado.

—Cierren los ojos, será igual que despertar de un sueño, no sentiremos dolor, lo prometo.

Poco a poco la maldición fue convirtiéndolos a todos en fósiles, cuando los píes de Medea comenzaban a petrificarse, miró hacia tras girando un poco su cabeza y pronuncio sus últimas palabras.

—Vuelve pronto Eira… —al instante Medea cerró los ojos y abrazó con fuerza al niño y ambos se convirtieron en piedra.

Sakdras por su parte, se había quedado atrapado en el castillo, aterrado por ver como todos a su alrededor se convertían en piedra.

—¿Qué demonios esta pasando? ¿Por qué estamos bajo maldición?

—¡Usted y esa mujer trataron de traicionar al rey! ¡por eso estamos malditos! ¡solo el podrá romper este castigo! —gritaron algunos consejeros de Eira dejando a Sakdras sin palabras, pues sabía que, aunque tratara de escapar la maldición lo alcanzaría a donde quiera que fuera.

Y así sucedió, Sakdras se convirtió en una estatua gritando tan fuerte que sacudió los cimientos del castillo y así todo el reino del inframundo se congeló en el tiempo bajo maldición por mil años completos.

cuando Eira pisó nuevamente el inframundo cuando Lía lo envió de vuelta, la maldición comenzó a desaparecer y las cosas poco a poco volvieron a la normalidad, el tiempo ahí transcurrió como si hubiesen pasado cinco años, tan rápido que para Eira solo habían pasado unos días desde la ultima vez que había pisado sus tierras, ahora que él y Lía se dirigían al castillo estaban conscientes de que se encontrarían con otra realidad.




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