LAS DEVORADORAS DE CARNE
De entre las rocas altas se asomaron rostros hermosos de mujeres que al ver a Eira sonrieron de oreja a oreja de manera perversa y diabólica, se trataba de las arpías de aquella región, eran de rostro hermoso, pero de cuerpo perturbador, unas bolas deformes de carne con dos enormes alas y patas de águila con afiladas garras que les clavaban la mirada hambrientas.
—Bienvenido a nuestras tierras alteza, es una lástima que no regresará por donde vino.
La voz de estas criaturas podía pasar de ser dulce y melodiosa a sonar como ancianas de voz chillona y exasperante, miraban a Lía y a Eira como dos trozos de carne, sus bocas salivaban excesivamente ante el hambre voraz que las consumía, debajo de sus pies no solo había alimañas de todo tipo, si no restos de huesos humanos de criaturas desafortunadas que se habían encontrado en su camino.
Ver su aspecto era perturbador, eran anti naturales, criaturas del inframundo llenas de maldad.
La bandada de cuervos revoloteaba en los cielos formando un círculo y de pronto, comenzaron abajar en picada atacando a nuestros amigos, Eira cubrió a Lía con su cuerpo recibiendo rasguños en toda su espalda.
El olor de Lía llegó a las narices de aquellas depredadoras, tenían un olfato muy sensible y se relamieron la boca saboreando su perfumada piel.
—Es una humana…que delicia de platillo. —manifestó una de ellas sonriente.
—¡Jajajaja! ¡Cómanles los ojos y la lengua y déjennos el resto a nosotras! —gritó la arpía más vieja mientras todas las demás afilaban sus uñas contra las piedras para destriparlos lo antes posible.
—¡Yo quiero el corazón y el cerebro!
—¡A mí déjenme los intestinos!
—¡No! ¡esta vez comerá quien arranque el pedazo primero!
—¡Si! ¡La ultima vez nos dejaron los puros huesos!
Las arpías peleaban por ver quienes comerían las mejores partes, eran siete en total, con el estómago vacío se volvían mucho más agresivas.
Mientras esto pasaba, Eira recibía los picotazos y los rasguños que los cuervos le hacían, Lía permanecía oculta en sus brazos hasta que unas gotas de sangre le cayeron en la mejilla, uno de los cuervos le había herido la cabeza a Eira y Lía se angustió.
—¡Eira!
—No se mueva, podrían cortar su carne de manera profunda. —le dijo Eira apretándola con fuerza.
—No…no puedo esperar a que esos pajarracos le destrocen la espalda, yo también debo protegerlo... —se dijo Lía en sus adentros he invocó una barrera mágica sobre el cuerpo de Eira que lo cubría por completo, además de que Eira tenía la habilidad de sanar, esa barrera aceleraba su proceso de curación.
—¡Largo de aquí! —Lía usó su poder y juntó a toda la bandada de pájaros y los comprimió bruscamente en un solo punto haciendo y los explotó a todos, librándose así de aquellas molestias.
—¿Cómo te atreves a matar a nuestras mascotas bruja miserable? ¡tu serás la primera en morir! —gritaron las arpías furiosas y se abalanzaron contra ellos, pero rápidamente se llenaron de frustración al ver que no podían perforar su carne debido a la protección mágica que los cubría.
—¡Eso es trampa! ¿Cómo vamos a comerlos si no podemos abrirles la piel?
—¡Ay! ¡maldita sea! ¡no puedo cortarlos!
—¡Yo tampoco!
—Están en presencia de su rey ¿Cómo pueden ser tan descorteses además de feas? —les preguntó Lía con el ceño fruncido.
—¿Cómo nos llamaste mocosa? ¡eres tu la fea! ¡te arrancaremos el rostro!
—Ya fue suficiente. —exclamó Eira quien, a una velocidad imperceptible, les cortó a todas las alas dejando las horrorizadas gritando de dolor.
—¡Ay! ¡mis preciosas alas!
—¿Qué nos haz hecho? —gritaban a voz en cuello envueltas en llanto.
—Ahora parecen unas simples gallinas, unas muy feas. —les dijo el rey mirándolas con desprecio.
—¡Las alas volverán a crecernos y algún día los comeremos! —gritaron ellas unánimes.
—¿A dónde creen que van infelices? —les preguntaron ellas al ver que Eira y Lía les daban la espalda.
—¡No hemos terminado con ustedes!
—Nosotros sí.
Al instante, unas llamas azules las consumieron, Eira les dio el golpe final, ya no quería seguirlas escuchando, pues realmente sus voces eran desesperantes y aturdían los oídos, solo cenizas quedaron como rastro de la existencia de aquellas criaturas.
Nuestros amigos habían dejado atrás aquel lugar, se encontraban en una región húmeda y lluviosa,
—¿Te encuentras bien? ¿ya sanaron tus heridas? —le preguntó Lía a Eira mientras le revisaba la espalda.
—Si, gracias por preocuparse. —le respondió Eira con una sonrisa.
Lía pensó que Eira ahora sonreía más libremente, verlo así le daba tranquilidad, la primera impresión que tubo de él, fue la de un hombre inexpresivo he intimidante, pero Eira era más dulce y caballeroso de lo que imaginó.
—Tu ropa esta dañada, es una lástima, con lo bonita que es. —expresó Lía con pesar.
—No se preocupe por eso, si esta rota no me importa, lo que me interesa es que este ilesa. —exclamó Eira con sinceridad.
—Sentémonos en alguna parte, trataré de remendarla.
—No es necesario.
—Claro que sí, si no me hubieses prestado tu capa, nada de esto habría pasado, no tardaré en acostumbrarme al clima frío, te prometo que ya no la usaré.
—Me gusta como se ve con mi ropa, no me molesta prestarle mi capa. —las palabras de Eira dejaron a Lía avergonzada he hizo que Eira se diera la espalda mientras ella remendaba su camisa.
—No te muevas.
—¿No sería más fácil si me la quito?
—No, esta es la forma más fácil.
La lluvia se soltó con más fuerza dejando a Lía y a Eira resguardados en una cueva.
—Cielos, parece un diluvio. —exclamó Lía impresionada.
—Son épocas de lluvia en el inframundo, lloverá muy seguido a partir de ahora.
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Editado: 11.03.2024