Mi amante el villano (libro 3)

Cautiva

 

Esto sucedió, poco antes de que Lía regresará del infierno, aconteció que el pueblo donde Selene y Lucia Vivian fue devastado por los soldados de los dioses gemelos, destruyeron todo a su paso y lo convirtieron en fuego y cenizas, aquellos soldados llegaron para llenarse la barriga con la comida de los pueblerinos y saciar sus bajos instintos con las mujeres de aquel lugar, los gritos de horror retumbaban la tierra, había sangre por todos lados, aquellas criaturas infernales asesinaban a todos los hombres y también a los niños, solo dejaban con vida a las mujeres para después divertirse con ellas, tenían la orden de que dejaran con vida a las hembras más bellas para presentarlas ante los dioses y si eran dignas formaran parte de su aren (aunque en realidad no había humanas, pues las convertían en vampiras) así que aquellas afortunadas eran privadas de su libertad y algunas morían durante el viaje al castillo.

Selene había logrado esconderse y escabullirse por uno de sus pasadizos secretos de la mansión donde habitaba y mandó que Lucia y Laila su criada se adelantaran, pensando en sacrificar su propia vida, uno de los soldados golpeaba la puerta para tirarla, ya le había prendido fuego a la mansión, podía oler a tres mujeres y estaba dispuesto a sacarlas de ahí, Selene solo quería ganarles tiempo a su hija y a Laila, sabía que moriría, pues al ser una mujer mayor, ya no sería más que un bocadillo para el monstruo que estaba a punto de romper la puerta.

—No puedo permitir que su madre se sacrifique por nosotras. —expresó Laila con dolor en su corazón.

—No va a sacrificarse, dijo que nos alcanzaría en un momento, no dejes de caminar. —le dijo Lucia llena de miedo.

—¿Qué no se da cuenta de que solo nos dijo eso para que la dejáramos ir? Su madre está esperando allá afuera a ser la carnada de esa bestia… —manifestó Laila entre lágrimas.

—No…mi madre no…

Laila apretó fuertemente los puños, estaba decidida a regresar y traer de vuelta a la mujer que le había dado una oportunidad de trabajar dignamente, así que dejó a Lucia y regresó por Selene.

Cuando la puerta ya no daba más Laila apareció.

—¡Señora Selene!

—¿Laila? ¿Qué haces aquí? ¿No te dije que Lucia y tu se marcharan? ¡no hay tiempo! ¡váyanse de una buena vez!

—¡No! Esta vez no pienso obedecer sus órdenes…usted ha sido muy buena conmigo ¿Cómo podría abandonarla para salvar mi propia vida?

—¿Qué estas diciendo? Eres muy joven, tienes una vida por delante, se que Lucia y tu se cuidarán la una a la otra, esta es mi oportunidad para reunirme con el amor de mi vida….

—El señor Bardos la espera, pero esta no es la muerte que usted se merece.

—¡Mamá! —Lucia llegó envuelta en desesperación, no iba a permitir que su madre muriera en manos de un monstruo.

—¡Lucia! ¿Cómo pueden ser tan desobedientes? ¡váyanse ya!

La puerta estaba a nada de partirse cuando de pronto Laila corrió en dirección a la entrada para que fuera ella lo primero que la bestia viera al entrar, cuando el minotauro abrió la puerta, agarró a Laila de la ropa y se la arrancó y la partió a la mitad, cuando vio las cicatrices en su cuerpo, la consideró impura para comérsela y para llevársela como candidata a concubina, Selene se quedó en shock y Lucia no tubo más remedio que agarrar a su mamá de la mano y correr con todas su fuerzas, el caballo estaba listo con una caretilla, listo para partir, solo cabía una apersona cómodamente, así que Lucía golpeó a su madre en la cabeza con un palo que encontró al lado de sus pies y la desmayó, la dejó en la carretilla y golpeó al caballo para que este corriera sin detenerse, Lucia calló de rodillas esperando su muerte.

—Te amo mamá… —Dijo Lucia antes de que el minotauro la jalara bruscamente de los cabellos para mirarla detenidamente, le arrancó la ropa y al ver que era muy hermosa, la dejó con vida y se la llevó junto con la otra recolección de hembras que iban destinadas al castillo.

Lucia estaba aterrada, deseaba con todo su corazón que su madre estuviera a salvo, su destino ahora era incierto, se encontraba en las manos del enemigo, monstruos de todo tipo y tamaños, eran aterradores y violentos y no entendía el idioma que hablaban entre ellos, aunque los monstruos si hablaban la lengua humana.

Así fue como Lucia llegó al reino vampírico y cayó en manos del despiadado rey, las otras mujeres que estaban encadenadas con ella, lloraban y sus miradas se veían apagadas y sin esperanza a todas ellas les habían matado a sus seres amados y no les quedaba nadie en el mundo, Lucia sabia que era la más afortunada de todas, pues al menos tenía la certeza de que había podido salvar a su madre.

—¿A dónde nos llevan?

—Mataron a mi bebé y a mi esposo…

—¿Por qué nos hacen esto? —se preguntaban unas a otras mientras se lamentaban, pero Lucia permanecía callada, aguantando todo su dolor con tal de sobrevivir.

Esta travesía cambio el corazón y el carácter de Lucia de manera radical, fue moldeada por medio del dolor para convertirse en una mujer capaz de sobrevivir a un reino oscuro y violento como ese.

—¡Pongan mucha atención! ¡Serán enviadas al castillo de los dioses gemelos! Aquellas que sean rechazadas por sus majestades serán enviadas directo a las granjas y si alguna osa gritar o defenderse serán asesinadas ¿entendido humanas miserables? —les dijeron los soldados mientras las jalonaban.

—No seas tan bruco con ellas Grakanier, recuerda que son valiosas, jaja ¿te imaginas que hayamos encontrado a la nueva favorita del rey? a la futura reina, Jaja, seguro que nos hacienden a grado especial. —le dijo Banher a su compañero con una sonrisa.

 —Ya sabes que la vampiresa Freya es la mujer del rey, tiene demasiado tiempo siendo la favorita de nuestro señor, además es muy hermosa, no hay hembra que se le compare.

—¿Ves a la mujer de haya? —le preguntó Banher señalándole a Lucia.




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